Van der Poel, feliz pero agotado
Ben Haley gana escapado, el nieto de Poulidor vuelve a ser líder por un segundo y Pogacar queda satisfecho por cederlo
Jon Rivas
Madrid
Jueves, 10 de julio 2025, 20:06
Julio de 1964 en el Puy de Dôme. Jacques Anquetil y Raymond Poulidor, en imágenes en blanco y negro, pugnan en la subida. Chocan sus ... hombros en el marcaje estrecho perseguidos por media docena de motos. Nadie lleva casco, ni ciclistas ni motoristas, ni paquetes. Solo el gendarme que trata de ordenar el tráfico desde su vehículo. Vocifera Jean-Paul Brouchon en Radio France. Poulidor se cansa del 'pas de deux' y se va, lleva 56 segundos de retraso en la clasificación. Por delante han llegado ya a la meta Julio Jiménez y Bahamontes. Quedan 800 metros y parece que, por fin, podrá cumplir el sueño y vestirse de amarillo en el Tour. Entra por delante Poulidor, retrasado Anquetil, que le pregunta a su director: '¿Cuántos segundos le saco?' Catorce es la respuesta: «Me sobran trece».
61 años después el nieto de Poulidor, Mathieu Van der Poel, puede reivindicar de nuevo la figura de su abuelo. Se metió en una fuga, trabajada primero, extenuante, consentida después por el líder Pogacar, satisfecho de no tener que afrontar las servidumbres que conlleva vestir de amarillo; declaraciones a la prensa, paso por el podio y retraso en la llegada al hotel. Un inconveniente para los equipos que aspiran a la victoria final y lo tienen todo programado al milímetro. La ventaja de los escapados, un grupo de percherones que va al límite, supera los seis minutos. Hinley se distancia, pero para Van der Poel no es un inconveniente. En teoría se vestirá de líder con una ventaja holgada como para mantener el jersey hasta las montañas.
Pero la fatiga empieza a hacer mella. Los ronchones blancos de las sales que expulsa el cuerpo se hacen visibles en su maillot y en el de los demás exigidos por el esfuerzo y el calor. A Van der Poel se le gripa el motor, le dejan el resto de los escapados. Llega a la meta y se sienta en el suelo derrengado.
Resulta que el pelotón ha acelerado en los últimos compases y devora los kilómetros y los minutos. Cada golpe de pedal es una dentellada. En cabeza, en el durísimo repecho final, donde Mathieu renqueaba, Pogacar y Vingegaard circulan como motos. Agotado, a la sombra, espera los tiempos. A su abuelo le faltaron catorce segundos para doblegar a Anquetil, a él le dicen que le sobra uno para volver a vestirse de amarillo, aunque sea por poco tiempo, y no parece feliz, sino agotado. Besa a su pareja y sube al podio con cara de querer estar ya en el hotel recibiendo masaje. No como Ben Healy, irlandés de greñas rebeldes, barba descuidada, cuerpo parco de ciclista, piernas de acero, chepazos sobre la bicicleta y pedaladas como coces. Una resistencia a prueba de bombas.
Cazador de etapas
Healey es un cazador de etapas. En la Itzulia ganó en solitario la jornada que Pello Bilbao había diseñado para intentar llevársela en su pueblo, Gernika. La lógica de Hinley fue aplastante: «Si era una etapa para él, también la podía ganar yo». La de Normandía, sin un kilómetro de descanso, todo subidas y bajadas, era otro invento de Thierry Gouvenou para llegar a su pueblo, Vire Normandie. Quería lucirse con el diseño de una jornada especial. La última vez que el Tour acabó allí venció Mario Cipollini, rey de los sprints, así que el cambio era notorio.
La pelea desde el primer momento fue brutal. Salía la carrera de Bayeaux, la ciudad del tapiz medieval de 70 metros de largo que cederán en préstamo al Museo Británico durante un año. Todo el mundo quería meterse en la fuga y el más interesado parecía Guillaume Martin-Guyonnet, velósofo le llaman en Francia, ciclista y autor de 'Sócrates en bicicleta', 'La sociedad del pelotón' y varios libros más, La carrera pasaba por su pueblo, Saint-Hilaire, que por un día cambió de nombre por decisión municipal para llamarse Saint-Guillaume. No pudo entrar junto a Harold Tejada, Van der Poel, los irlandeses Ben Healy y Eddy Dunbar, los estadounidenses Quinn Simmons y Will Barta, la cuota del Movistar, además de Simon Yates y el australiano Michael Storer.
Cuando arrancó Healy nadie tuvo fuerzas ya para seguirle. Quedaban dos repechos agotadores y los intentos fueron baldíos después de las energías agotadas en el intento inicial para tomar ventaja con el pelotón. El irlandés de Birmingham fue amasando su triunfo mientras Van der Poel, que parecía indestructible, sufrió casi tanto como en Harrogate, en el Mundial de 2019, cuando una pájara brutal en la última vuelta le distanció a once minutos del ganador, que poco antes parecía que iba a ser él mismo.
Pero le sobró un segundo para vestirse de amarillo. «Con el calor, estaba al límite. Si Pogacar y Vingegaard van a fondo el viernes será difícil para todo el pelotón seguir el ritmo, pero nunca se sabe. Simplemente voy a disfrutar de otro día de líder».
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