El orgullo de Alginet que soñó junto a Gasol
Campeón del Mundo. Félix Herraiz formó parte de los míticos Juniors de Oro y vivió la parte más amarga del deporte al tener que retirarse con sólo 22 años
Verano de 1998. La selección española junior viene de ganar el torneo de Mannheim tras dar el bombazo en semifinales al tumbar a Estados Unidos y ganar la final a Australia. Dos chavalas de 18 años charlan en la habitación que comparten en Varna (Bulgaria) durante el Eurobasket. Unos días después se colgarían un nuevo oro. Se llaman Pau Gasol Sáez y Félix Herraiz Gomar. El pívot de Alginet, uno de los primeros en compartir sueños con el mejor jugador de la historia del baloncesto español, vivió a flor de piel la icónica imagen del último partido de Pau con España en los Juegos de Tokio. Tenía que ser contra Estados Unidos. El destino. «Ese día me levanté del sofá y aplaudí como espero que hicieran todos los españoles. Es ahora donde ese hombre se merece todo el reconocimiento y respeto del mundo», razona el valenciano, que cuando rebusca en sus recuerdos revive el momento en el que el baloncesto era un encuentro de amigos: «Yo estaba con el larguirucho y él con el valenciano. Éramos jóvenes pero aprendí de él muchos detalles. En la habitación éramos unos chavales normales pero en el parquet me las hizo pasar canutas en los entrenamientos. Es algo curioso porque creo que ni él era consciente en ese momento que iba a llegar tan lejos pero yo tampoco que me iba a tener que retirar del baloncesto tan pronto. Cuando te pones la camiseta de España con esa edad quieres disfrutar».
La reflexión es dura pero acertada. Para aquella generación todo llegó rodado. Un año después, en Lisboa, tocaron el cielo ganando el Mundial Junior a Estados Unidos. Rompieron para siempre un techo de cristal. Nacieron los Juniors de Oro. Los caminos para los compañeros de habitación en Varna fueron muy distintos. Pau inició un despegue sin límite que le elevó a la categoría de mito. Félix ni siquiera pudo debutar en el primer equipo del entonces Pamesa. Tras jugar como cedido en Bilbao, Inca o Archena se retiró del baloncesto en 2002. Con sólo 22 años. Una lesión en la rodilla y una hernia discal convirtieron su sueño en un calvario pero el de Alginet, en la vida, es igual de luchador que en la pista. Supo reciclar su pasión en el baloncesto como entrenador y después como profesor de educación física, donde imparte magisterio en el Colegio ENGEBA.
El baloncesto, que siempre le acaba dando cosas bonitas a quien se las merece, le permitió vivir a Herraiz un momento único. 25 de julio de 1999. España, campeona del Mundo. «Nada más escuchar la bocina final me puse a llorar en el banquillo. Me preguntaba si de verdad era posible lo que nos acababa de pasar. Ver la satisfacción de los compañeros, del cuerpo técnico y de mis padres en la grada fue lo más grande. Vino Javi Mundina, que era nuestro preparador físico, y me levantó a base de abrazos. En ese momento no éramos conscientes de que aquello se iba a convertir en un símbolo», recuerda. Félix y Chelo, papá y mamá, también ganaron aquel día una medalla: «Mi padre acabó de trabajar en el taller y se fueron en coche hasta Lisboa, sin parar, para ver la final. Acabó el partido y les dije quedaos a dormir pero no podían porque al día siguiente tenían que trabajar. Son de otra pasta».
Felix sigue siendo aquel chaval de Alginet que lleva «la misma vida de siempre». Sin redes sociales. «La red social de aquella selección era la pocha. Las partidas de cartas. Ese era nuestro encuentro online», bromea. Sus alumnos saben a lo que atenerse: «Al acabar muchas veces les tengo que decir que dejen el móvil y que se centren en lo que estamos haciendo. Conmigo saben lo que hay. Si les veo que lo usan para todo eso se lo confisco y hasta que no venga el padre o la madre está en mi cajón. Es una tecnología que no va conmigo, me gusta más el trato personal. El cara a cara, como en la pista». El valenciano, eso sí, reconoce que su vida analógica tiene su lado negativo: «Mi mujer siempre me lo ha dicho, hazte un perfil de Instagram o de Facebook. Están todos los de aquella generación menos yo. No me dio por ahí, lo único que me creé fue un correo electrónico de Hotmail que aún tengo». Así es la vida de Félix Herraiz. Un campeón del Mundo al que no le alumbraron los focos pero que supo disfrutar con la carrera de muchos de aquellos amigos. Como la de Pau. Su compañero de habitación en Varna, donde los dos soñaron despiertos.