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Jordi Arrese. Efe
Raquetas de plata y bronce

Raquetas de plata y bronce

El guerrero Jordi Arrese, sorprendente subcampeón olímpico, eclipsó el doblete de Arantxa, también segunda con Conchita

Amador Gómez

Madrid

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Sábado, 5 de agosto 2017, 00:47

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Tres medallas, dos de plata (Jordi Arrese y el dobles femenino formado por Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez) y una de bronce (también para Arantxa) firmó el tenis español en los Juegos de Barcelona'92. La gran sorpresa fue la de Arrese, que rozó la gloria en el torneo individual, tras un partido agónico de cinco horas ante otro finalista imprevisible, el suizo Marc Rosset. La mayor decepción fue para la que fue considerada en aquella década la mejor deportista española de la historia, a quien se esperaba en la otra final individual y se tuvo que conformar con el tercer lugar del podio, aunque Arantxa fue entonces la primera que se adjudicó dos metales en la misma cita olímpica.

La pequeña de los Vicario había conquistado tres años antes el primero de sus tres títulos de Roland Garros y apuntaba al oro o la plata individual en su tierra. Y más, en un torneo femenino sin Monica Seles, Gabriela Sabatini ni Martina Navratilova. Sin embargo, la joven estadounidense Jennifer Capriati se cruzó en su camino y la dejó fuera de la lucha por el título, para después coronarse ante Steffi Graf (plata). Arantxa debió compartir así el tercer puesto del cajón junto a otra norteamericana, Mary Joe Fernández, precisamente verdugo de la catalana y de Conchita en la final de dobles.

En cualquier caso, fueron dos medallas para Arantxa. No del color que hubiese deseado, pero sí de valor para la jugadora barcelonesa, a quien llegó a eclipsar Jordi Arrese, un incansable guerrero que estuvo a punto de caerse del equipo y, contra todo pronóstico y tras unos encuentros durísimos, a cinco sets, se plantó en la final contra Rosset, que entonces haría el partido de su vida para dejar al español sin el oro. Carlos Costa, que había sido uno de los seleccionados para los Juegos, insistió en que la plaza olímpica se la había ganado el futuro subcampeón olímpico, renunció al torneo y Jordi Arrese pudo así vivir y hacer vivir a los aficionados una de las historias más bonitas de Barcelona'92.

Con las ausencias en los Juegos de Ivan Lendl, André Agassi y John McEnroe y, beneficiado por la eliminación de varios cabezas de serie (Boris Becker y Stefan Edberg, entre otros), el discutido Arrese se ganó el derecho a pelear por el oro y su final contra Rosset fue una auténtica exhibición de coraje del español. Arrese perdió los dos primeros sets ante un rival de muy poderoso servicio, pero se sobrepuso para igualar el duelo y llevó la batalla al límite, para acabar cediendo por 7-6 (7-2), 6-4, 3-6, 4-6 y 8-6. Hasta entonces sólo había conquistado cuatro títulos individuales de la ATP, tres de ellos en tierra batida, y antes de los Juegos que disfrutó en su ciudad sólo era el número 30 del ránking mundial. Entonces, aun sin el metal más preciado, se convirtió en uno de los grandes nombres de Barcelona'92 y se ganó el cariño de todo el país.

«Creo que esta medalla es la medalla de todos. De Carlos Costa, que demostró ser un gran amigo; de todos aquellos jugadores españoles que no tienen las facilidades de unos pocos; del público, que me ha apoyado y levantado en los momentos difíciles. Es una medalla que demuestra que con trabajo y honestidad se puede conseguir todo», proclamó Arrese. Un detalle inolvidable el del tenista catalán, para quien también serían memorables los aplausos y la ovación final que los aficionados le dedicaron en el Centro de Tenis de Vall d'Hebron. Barcelona, doblemente orgullosa, sintió como suya esa plata que Arrese entregó, aunque fuera simbolicamente, con plena generosidad a la ciudad, a sus compañeros, y a toda una nación.

También estaba llamada a la final en categoría femenina Arantxa, pero no llegó al partido definitivo, porque después de superar en cuartos de final a Conchita Martínez, se encontró con la niña Capriati (16) en una de las semifinales y la favorita cayó por 6-3, 3-6 y 6-1. El bronce supo a muy poco y la española, desolada, recibió entonces un duro golpe, aunque el día después tendría otra oportunidad en el dobles junto a Conchita y se asegurarían la plata, medalla obligada, al arrollar a sus rivales australianas. En la final perdieron ante Mary Joe y Gigi Fernández (7-5, 2-6 y 6-2), pero en este caso sí que acabaron con una sonrisa en la cara después de sentirse liberadas.

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