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Santiago Sierra, en una imagen de archivo. E. C.
Santiago Sierra, siempre en el filo de la navaja

Santiago Sierra, siempre en el filo de la navaja

Perfil ·

Provocador y polémico instaló una cámara de gas en una sinagoga y contrató prostitutas y emigrantes para sus 'acciones' | Exigió DNI para acceder al pabellón de España que tapió en Venecia y rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas

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Jueves, 22 de febrero 2018, 00:05

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«Es difícil vender una obra de Santiago Sierra, ya sabemos cómo es, pero es uno de los más grandes artistas españoles». Así se refiere Helga de Alvear al provocador y polémico artista madrileño (1966), que vive y crea al filo de la navaja y de quien este miércoles vendía la galerista su polémica pieza «presos políticos» por 80.000 euros. Él criticó que su obra se censurara, pero el año pasado expuso sin problemas 'El bebedero', una imagen con una esvástica rodeada de ratas.

Muy reconocido internacionalmente, hace ocho años dijo nones al Premio Nacional de Artes Plásticas. Antes, tapió el acceso al pabellón español en la Bienal de Venecia, ocultó la palabra España con bolsas de basura e impidió el acceso a quien no dispusiera de un DNI o un pasaporte español. Creó una cámara de gas en una sinagoga alemana y contrató a prostitutas y emigrantes para denunciar su explotación. «Su obra crítica reflexiona sobre la explotación y la exclusión de las personas y genera un debate sobre las estructuras de poder», decía el acta del fallo del premio que rechazó.

Una de sus performances más polémicas fue 'Los penetrados' (2008), en la que un nutrido grupo de parejas de hombre y mujeres de raza blanca y negra practicaban todas las posibilidades de la sodomía ante una cámara. Los «actores» fueron reclutados y pagados por Sierra. También reclutó y pagó en México a los trabajadores que movieron una gigantesca roca de un punto a otro o a un grupo de toxicómanas que se avinieron a tatuarse la espalda y que vieron recompensada su «acción» con estupefacientes para su consumo.

Escandalizó hace una década al mundo artístico británico con una exposición de mierda en una galería de Londres en la que mostró '21 monolitos compactos de caca seca', piezas conformadas con excrementos desecados recolectados previamente a mano por mujeres de las castas inferiores de Nueva Delhi y Jaipur. Otra sonada polémica llegó con el montaje '245 m3', llenando de dióxido de carbono una sinagoga sin uso en Colonia. Convirtió Sierra el antiguo lugar de culto en una cámara de exterminio en la que los visitantes debían entrar de uno en uno, protegidos por una máscara de gas. Presentada como «una protesta contra la banalización del Holocausto», causó ampollas y se suspendió cuando un grupo de judíos enfurecidos amenazó con prenderle fuego.

En otra 'acción' cubrió a un grupo de diez inmigrantes iraquíes con poliuretano. Los colocó contra la pared y los roció con la espuma sintética. Aguardó a que el material se endureciera y grabó todo el proceso en vídeo. Los inmigrantes vestían trajes y visores de protección que evitaron su muerte por asfixia.

Reacio a hablar con la prensa, se sirve de las redes sociales para difundir unas tomas de postura a menudo tan vitriólicas como sus acciones. En su blog tildó de «Picasso de pacotilla» al mallorquín Miquel Barceló después de que el artista de Felanitx criticara a su vez la acción de Sierra en la Bienal de Venecia. «Dice Barceló que no le gustó que tapase la palabra españa (sic) con bolsas de plástico durante la bienal de Venecia. Su argumento, de tonto cerebral, es que no se muerde la mano que te alimenta. Vamos a ver, majete, por si te interesa vivo de mi trabajo y no de lamerle los huevos al poder como haces tú...», apuntaba Sierra en una carta colgada en el blog 'Contraindicaciones' en julio de 2009.

Al rechazar el Nacional de Artes Plásticas y sus 30.000 euros de «bolsa» dejó claro que «el Estado no somos todos: el Estado son ustedes y sus amigos». En la carta que dirigió a la entonces ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, dijo que «los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo, a un empleado del mes» y que el galardón «instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado». «El Estado no somos todos: son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. ¡Salud y Libertad!», concluía.

Licenciado en Bellas Artes por la Complutense de Madrid, amplió su formación en Alemania, Italia y México, donde catapultó su carrera. Además de con Helga de Alvear, trabaja también com la Team Gallery (Nueva York), la Lisson Gallery (Londres), Prometeo (Milán) y Greenaway Art Gallery (Adelaida).

Ha expuesto en centros de arte y galerías y museos de todo el mundo, del Kiasma de Arte Contemporáneo al Helsinki a Kunst-Werke de Berlín, el MoMA de Nueva York o el Artium de Vitoria.

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