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Dani Rovira, durante un instante de la gala.
Las anécdotas de la gala

Las anécdotas de la gala

Algunos de los momentos más curiosos de la última edición de los Goya

Rosario González / Daniel Roldán

Domingo, 5 de febrero 2017, 02:52

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Puntualidad. Daban la 1:00 horas en el reloj y TVE fundía a negro para poner los créditos de una gala que ha cumplido horario a rajatabla por primera vez en muchos años. El mérito proviene del empeño de la nueva presidenta de la Academia de Cine, Yvonne Blake, que se fijó como objetivo una gala más dinámica y más corta que en ediciones anteriores y lo ha conseguido a base de eliminar los espectáculos en su mayor parte sonrojantes- que otros años alargaban y alargaban una gala que por momentos se volvía soporífera. En esta ocasión, y salvo una pequeña interpretación de Manuela Vellés y Adrián Lastra de una canción-homenaje al cine correcta y algo insulsa-, la gala se ha desarrollado con brío en su mayor parte, a excepción del parón que ha supuesto el lento y un tanto dulzón discurso de la ganadora del Goya de Honor, Ana Belén.

El beso de la noche. Que Karra Elejalde y Dani Rovira tienen una complicidad especial, es evidente. Han hecho tres películas juntos y, en las tres, el actor vasco se ha convertido en el suegro del cómico malagueño. En un momento de la gala, los dos hicieron un juego de comparaciones para ver quién ganaba. Al final un te quiero ha provocado el momento más pasional de la fiesta: un beso en los labios entre los dos.

Doblete histórico. Hacía 30 años que una actriz no se llevaba a casa dos premios Goya por su trabajo interpretativo. El hito lo marcó Verónica Forqué en 1987, quien se llevó el de mejor Actriz de Reparto por Moros y cristianos y el de Mejor Actriz por La vida alegre, de Fernando Colomo. Entre los chicos, esto todavía no ha pasado. Suárez ya acumula tres cabezones. El otro lo ganó por El perro del hortelano que Pilar Miró dirigió en 1996. Tres años antes, Forqué gano su cuarto y último Goya: el de Mejor Actriz por Kika. El tercero lo ganó en 1986 como secundaria por El año de las luces.

El paro. Fueron dos las cifras que se han repetido y son las dos caras de una misma moneda. El vicepresidente de la Academia, Mariano Barroso, lo ha señalado durante la gala: el 92% de los actores no viven solo de su trabajo. Emma Suárez se ha quedado sorprendida al saber que ella estaba en ese 8% que puede subsistir con lo que gana delante de las cámaras.

Penélope, la reina de Rovira. Tres galas lleva presentando Dani Rovira y tres galas intentando conquistar a Penélope Cruz. Majestad, comenzaba su acercamiento a la actriz, para cambiar a un tono más serio, dolido. En la primera gala te regalé mi coche, en la segunda lo vendiste y te fuiste con el de los huevos de oro (por Javier Bardem) y en la tercera ya no quiero saber nada de ti, le explicaba a la actriz un ruborizado maestro de ceremonias. Y sin más, ha comenzado a cantar un apasionado tema dedicado a Cruz, que superó el trance con una sonrisa permanente en la cara.

Con música, pero sin espectáculo. La gala con más música de los últimos años ha sido, curiosamente, la que menos espectáculos musicales ha tenido. La Academia ha apostado por la sobriedad que le daba la Film Symphony Orchestra sobre el escenario. Sirvió para ofrecer los temas en directo y para pautar, de una forma sutil el tiempo a los premiados.

Yvonne Blake, Superman y el ministro. En un momento de la gala, la cámara enfocó al patio de butacas para encontrar a Dani Rovira, maestro de ceremonias, vestido de Superman. A su derecha, el ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo, a quien dejaron más o menos tranquilo durante la gala. A la izquierda de Rovira, la nueva presidenta de la Academia, Yvonne Blake, a la sazón una conocida y premiada figurinista por su trabajo en películas míticas como la de, precisamente, Superman. Soy experta en paquetes, soltó la presidenta entre risas y con su marcado acento británico.

Tacones cercanos. Rovira no dudó en subirse en unos tacones y poco tardó en alabar el sacrificio que hacían sus compañeras al ir calzadas con semejantes zapatos y reiteró la necesidad de más presencia femenina en las películas, tanto delante como detrás de las cámaras. Una reivindicación a la que han sumado Ana Belén o Ana Castillo, actriz revelación por El olivo. Incluso Candela Peña ha dicho en la alfombra roja que había mucha testosterona. No obstante, Rovira no ha perdido la oportunidad para que Pedro Almodóvar le firmara sus zapatos rojos.

IVA cultural en la alfombra roja. La pasada edición, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón se dieron cita por primera vez en la alfombra roja, donde vendieron su idea para España en un suerte de alegato electoral. En esta edición, y Pedro Sánchez ausente, Iglesias, Rivera y Garzón han tratado de convertirse en el defensor único de la cultura, afirmando con vehemencia su apoyo a un sector con un problema endémico. También la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, recordó con orgullo un proyecto de apoyo que está llevando a cabo en la capital: De Madrid, al cine. Más discreto fue el ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo, que apenas efectuó declaraciones y pasó casi desapercibido en una gala sin apenas alusiones a la labor de su Ministerio a excepción del sutil agradecimiento que incluyó en su discurso la presidenta de la Academia, Yvonne Blake-.

La emoción de J. A. Bayona. Manos temblorosas, suspiros, ojos llorosos... la emoción que ha demostrado J. A. Bayona durante la gala de los Goya ha llamado poderosamente la atención, teniendo en cuenta que el cineasta, que se ha llevado nueve goyas con Un monstruo viene a verme tiene la piel curtida a base de taquillazos y premios, como los conseguidos no hace tanto con Lo imposible. Es una historia muy bonita pero muy difícil de contar. Sufrimos mucho para sacarla adelante, en la sala de montaje... ver como se iba premiando todo ese trabajo ha sido muy emocionante, aunque haya un premio que se nos resista, explicaba Bayona, que ha ganado el premio al Mejor Director pero se va a casa sin el de Mejor Película.

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