Nathalie Poza: «Hay muchísima soledad y confusión en el mundo de hoy»
La actriz presenta en el Teatro Olympia la mítica obra de Tennessee Williams, 'Un tranvía llamado deseo'
Tennessee Williams escribía mejor que nadie sobre la soledad. Es lo que dice la actriz Nathalie Poza, que estará hasta el domingo 8 de junio en el Teatro Olympia interpretando a la mítica Blanche DuBois, protagonista de 'Un tranvía llamado deseo'. Esta obra, setenta y cinco años después de su estreno, sigue completamente vigente. Hablamos con Poza sobre los motivos de esto, sobre la obra y sobre su trayectoria.
-¿Qué va a encontrarse el espectador en 'Un tranvía llamado deseo'?
-Traemos el libreto original de la obra. Me conmueve profundamente. Si conseguimos que conmueva también al público en estos tiempos de aniquilación de la poesía y ausencia de compasión estratosférica, entonces habrá sido un bálsamo. No ha habido un dramaturgo que escriba mejor sobre la soledad que Tennessee Williams. Es una obra muy coral, y traerla a Valencia es un sueño.
-Esta obra lleva en cartel setenta y cinco años. ¿Cómo es posible que una representación resista tanto tiempo sobre las tablas?
-Como todos los grandes textos, quizás recurrimos a ellos cuando algo no funciona en la humanidad. Al volver a un gran texto, revisamos asuntos en los que no reparábamos, y eso arroja luz a la confusión. Marlon Brando decía que era desarmante cómo Tennessee contaba su verdad sin dar la espalda a aquello que le asustaba. Hay tanta honestidad en él que es difícil que no conmueva. Trasciende en el tiempo.
-La obra habla del clasismo y la diferencia de clases. Hoy, el clasismo sigue muy presente, aunque quizás es más sutil...
-Esta época no es ni mejor ni peor, es diferente. Si revisas la historia, verás que cada etapa tiene su dolor. Las injusticias existen desde que el mundo es mundo. Esta obra está llena de espejos donde podemos mirarnos todos. Los personajes son muy humanos, lo tienen todo, se reconocen los unos a los otros. Comprendes y empatizas con todos. En eso quizás estamos peor que antes. Nos reconocemos menos. Aunque estamos mejor en muchas otras cosas, como en la censura. El final de la película de 1951 es diferente porque fue censurada.
-La obra dura más de dos horas. Eso es un riesgo en los tiempos que corren, ¿no?
-Lo que es un riesgo es no apagar el móvil antes de que empiece una función (ríe). Por más que se avise, siempre suena un móvil. La obra es una verdadera tralla. Tiene un humor y un ritmo extraordinarios. Cabalgan más rápido los personajes que la propia obra. Tiene once escenas que van como un tiro, y la verdad es que ni yo misma soy la misma persona cuando acaba la función.
-Tennessee Williams decía que esta obra era un salto al vacío para intentar que el mundo comprendiera a las personas delicadas. Da la impresión de que esta asignatura la seguimos teniendo pendiente siete décadas despúes. ¿Qué opina?
-Más que un salto al vacío, es una súplica, una plegaria, un grito de dolor desgarrador. Él mismo se reconocía dividido por todo lo que había vivido. No es solo un retrato social del capitalismo frente a la poesía, sino que también hay algo del propio Tennessee, que se reconoce en la crudeza y la rudeza de Kowalski y también en la delicadeza y la imposibilidad de Blanche. Es un desdoblamiento de ambos polos. Es la historia de un hombre que no reconoce su propia vulnerabilidad y entonces aniquila a la mujer que tiene al lado. Tennessee decidió convertir esta obra en una tragedia y aniquiló la delicadeza precisamente para plantear esa súplica.
-La he oído decir que lo que más le gusta es meterse en la piel de personajes que no han tenido suerte en la vida. ¿Por qué?
-No es que sea lo que más me guste, pero en estos tiempos en los que el empoderamiento femenino se está convirtiendo en una especie de dogma, es importante poner en el centro de la escena el asunto femenino, no necesariamente contando el triunfo, sino siendo más fieles a lo que ocurre en realidad. No siempre en la vida se empoderan las personas, de hecho incluso casi nunca lo hacen. Es más interesante poner en el centro la fragilidad, contar al que pierde. Necesitamos ver qué ocurre cuando no entendemos la vida, cuando no nos sentimos acogidos por el mundo que nos rodea. Necesitamos reconocernos en lo que no nos sostiene. Esas historias me parecen más humanas.
-También le interesaba muchísimo a Tennessee la soledad. ¿Este tema sí que está más vigente que nunca, no?
-No hay nadie que escriba de ese tema mejor que él. Hay algo en su manera de narrar… Supongo que es porque él se sentía profundamente solo. Cuando un dramaturgo va tan lejos y profundo a buscar… Quienes contamos sus historias tenemos que andar el mismo proceso. La poética de la soledad es conmovedora. Hay tanta soledad y confusión en el mundo hoy en día… Blanche, la protagonista, en ese momento de bajeza dice que lo que necesita ahora es amabilidad. Me parece un argumento de una sencillez tan desarmante…
-Algo en lo que sí hemos mejorado es en identificar las relaciones de amor tóxico como la de tu personaje, Blanche, ¿no? Con el auge de la psicología las vemos más fácilmente.
-Se tarda mucho en reconocer lo tóxico. Se necesita experiencia y vida. Yo exploré esta obra con veinticinco años y no la entendía bien. Ahora la entiendo y la interpreto desde otro lugar. La miro con mucha alerta, eso es importante. Muchas mujeres salen sumamente conmovidas del teatro cuando vienen a verla. Tennessee entendía muy bien a las mujeres. Y bueno, también a los hombres. Con todas sus contradicciones, sus luces y sombras.
-Después de una trayectoria tan larga, Nathalie, ¿teatro o cine?
Las dos. Estoy viendo un cartel ahora mismo de la película 'Sirat'. Tengo un pálpito con esta película, creo que va a trascender. Me da la impresión de que ahora mismo estamos en un punto en que lo que trasciende es aquello que apela al corazón. Nos hace falta eso casi como el respirar.