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Morante está siendo el hombre del mes, del mes y si cupiesen los pronósticos en esto del toro, del mes y de la temporada, los ... más adictos (realistas acaso) dirán que tiene sitio reservado en la eternidad. Es torero y es personaje (condición indispensable) que ya ha desbordado los lindes de lo que se entiende como planeta toro. No es gratuito ni caprichoso, no se puede torear más sentido ni más asentado ni más creativo de como lo ha hecho estos días en Sevilla. No está solo, en otro palo como dicen los flamencos, aparece Roca Rey, es otra generación, lo hace desde la modernidad, la plenitud física y la ambición, tipo arrollador, empático y entrante, cuya capacidad de apuesta y riesgo es más evidente que en el caso del sevillano que se expresa desde un recogimiento intimista.
Bipolaridad artística que se ha recrudecido con motivo de las dos grandes citas de la temporada, seguramente las dos más trascendentales, seguramente, que se solapan en este arranque de mayo, Sevilla y Madrid, Feria de Abril y San Isidro dicho sin menoscabo de la influencia de Fallas, la Aste Nagusia o el apabullante San Fermín. Los efectos expansivos de las dos ferias están siendo estruendosos, nombres de toreros acaparan titulares en los grandes medios, territorio en el que emergen ambos protagonistas. Morante sobre todo, cuya leyenda no parece tener límite y crece y crece; y Roca que derriba muros clasistas y gana cuota entre la juventud.
Los aficionados celebran a la vez otros factores cuando más barrenaba el sectarismo anti. La masiva asistencia de público que genera llenos rebosantes, como no se recordaba es uno de ellos, suceden en una y otra plaza a mayor ridículo de las profecías sobre la decadencia del toreo que predica el tal Urtasun: el caballero (¿) o habla de prohibir o no tiene escaparate ni discurso que encaje en un ministerio de cultura. Se celebra con igual júbilo el repentino vuelco de la política televisiva, la secuestrada TVE aparte, que a través de las autonómicas trae a sus parrillas el pálpito de la fiesta más culta (sic de García Lorca que no era ni es ni facha ni insensible ni sospechoso salvo que los del pensamiento único hayan decidido negarlo) … Todo ello apunta a una primavera torera espléndida. Será la reacción a los intentos de imposición oficial.
Limitar la actualidad a Morante y Roca sería tan incompleto como injusto. De Sevilla salen muy reforzados una baraja de toreros importantes que seguramente no tengan (todavía) el calado social de los anteriores, pero dan consistencia al escalafón. Entre ellos Daniel Luque que mantiene el crédito de ser uno de los toreros más poderosos y más en plenitud del momento. Otro tanto se podría decir de Miguel Ángel Perera que se dejó en la espada un triunfo que le hubiese supuesto su consagración en Sevilla que no es cualquier cosa. Pablo Aguado, con su sevillanismo, revaluó su condición de torero artista. Otro tanto cabría decir de Juan Ortega, cada día más cerca de la consideración de torero de culto que le exime de obligaciones como la regularidad, yo diría que justamente, teniendo en cuenta que lo extraordinario se convertiría en ordinario y no estamos para esos canjes. Y si en Sevilla, a punto de acabar el abono no han cedido los goznes de la Puerta del Príncipe, en Madrid a las primeras de cambio llegó Alejandro Talavante y contra pronóstico, no parecía vivir su mejor momento, ha abierto la Puerta Grande de la calle Alcalá.
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