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Merenderos en la playa de Valencia, postal coloreada. Remeberteca Valencia
Langostas y tortilla: menú de chiringuito en 1894
Gastrohistorias

Langostas y tortilla: menú de chiringuito en 1894

Un relato publicado ese año y ambientado en Valencia explica con todo lujo de detalles cómo eran en aquella época los merenderos de la playa del Cabanyal

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Sábado, 6 de junio 2020, 08:31

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Tortilla, perdices a la mallorquina y langosta a la vinagreta. Eso es lo que se podía comer en a finales del siglo XIX en los merenderos de la valenciana playa del Cabanyal, o al menos lo que ofrecía alguno de aquellos primigenios chiringuitos en los que se inspiró el historiador y escritor Joaquín Casañ y Alegre para describir el ambiente de aquel arenal. Lo hizo en un relato un tanto cursi titulado 'Lambertito' y publicado por entregas en la 'Revista Con-temporánea' entre enero y marzo de 1894, una especie de melodrama con moralina en el que había un malo muy malo –el tal Lamberto– y unos buenos muy buenos con la única gracia de que la historia está ambientada en Valencia y concretamente en el Pueblo Nuevo del Mar.

Aquel municipio entonces independiente acabó siendo anexionado por Valencia en 1897 y hoy constituye el barrio del Cabanyal, pero en la época de la que hablamos no sólo tenía un ayuntamiento autónomo sino un excelente ambiente turístico. El elegante Balneario y Baños de Ola de Las Arenas atraía a la clase alta, mientras que la playa –de aquellas llamada de Levante– reunía a un público más popular.

El día de San Juan marcaba el inicio de la temporada veraniega y con ella, al menos desde 1870, llegaban los merenderos (aún no se denominaban chiringuitos) temporales, estructuras efímeras y ligeras que se cerraban cuando entraba el otoño y los domingueros desaparecían. En el 'Lambertito' de Casañ parte de la historia transcurre en uno de esos locales, regentado en la ficción y quién sabe si también en la realidad por una tal Dolores la Morena, viuda de un sargento de carabineros y célebre por regentar el merendero con más postín de la playa.

Como nos cuenta el autor, «su fonda, restaurant o café era siempre el punto de cita para las giras y sus famosas comidas de pescado, en las cuales no reconocía rival, eran celebradas por cuantos se sentaban en las limpias mesas del merendero». No era muy distinto a los chiringuitos que hoy se estilan en nuestras playas: «verdes persianas cerraban sus costados, permitiendo el paso a las marinas brisas y templando durante el día la fuerza del sol. Macetas colgantes con enmarañadas guedejas de plantas caían melancólicas, salpicadas de menudas florecillas blancas y alternando con lámparas de petróleo […] los pilares que sostenían la techumbre, de lona listada de blanco y azul, se hallaban también enroscados de plantas trepadoras y su base era un canastillo de junco».

Al fondo había una estantería pintada de azul y blanco en la que brillaban botellas de licor, jerez, champagne Sillery Mousseux o Cliquot (ya les he avisado de que era un merendero fetén) y latas de dulces, mientras que sobre el mostrador «elegantes canastillos de blanco mimbre contenían todas las variedades de frutas hijas del suelo valenciano, intercalados con jarrones de embriagadores nardos cuyo perfume penetrante alejaba del olfato cuando pudiera dejar escapar de escandaloso el freír de la cocina inmediata».

Merendero en la playa de Valencia, revista Iris (Barcelona, 19 de agosto de 1899).
Merendero en la playa de Valencia, revista Iris (Barcelona, 19 de agosto de 1899). Hemeroteca BNE

El exterior, «con semblanzas de jardín y cerrado por una elegante y artística verja de cañas, servía como vestíbulo al establecimiento» y albergaba mesas y sillas para comer a la fresca.

Eso nos lleva al meollo de la cuestión: lo que se comía en estos merenderos de playa. La especialidad, cómo no, era el pescado en todas sus versiones, y el texto deja entender que la dueña compra género diariamente a los pescadores de la zona para servirlo frito. Cuando dos personajes de Casañ se reúnen allí para cenar piden sin embargo «tortilla, dos perdices a la mallorquina y langosta en salsa Dolores», una vinagreta especial «que preparaba la fondista y cuyo secreto se ha reservado hasta el presente». ¡Quién pillara ahora una langosta de ésas!

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