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El poeta Antonio Cabrera. RAFAEL LAFUENTE
Adiós al poeta Antonio Cabrera

Adiós al poeta Antonio Cabrera

El autor, Premio Nacional de la Crítica, fallece aquejado de una grave lesión medular. El escritor, afincado en la Vall d'Uixó, fue uno de los nombres clave de la poesía española actual y deja una producción de fuerte carga personal

José vicente peiró

Lunes, 17 de junio 2019, 12:30

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El poeta Antonio Cabrera falleció ayer a los 61 años. Su muerte sorprendió al mundo de la cultura de la misma manera que el absurdo accidente doméstico que le dejó parapléjico en 2017 y lo postró en una silla de ruedas. Ello no le impidió seguir creando versos, algunos hechos públicos, mientras estuvo internado en el hospital de Toledo y superaba los mareos, se sometía a largas sesiones de fisioterapia y, según él con su buen humor irónico, aprendía a manejar un ordenador con la nariz.

Ese humor fino que lo caracterizaba le llevó a decir que su habitación en este hospital se estaba convirtiendo en un lugar de peregrinación de poetas amigos como lo fue Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre. Incluso pensó en que era un regalo mantener la cabeza sana en esas circunstancias físicas. Se puede decir que se tomó con filosofía su situación, esa materia de la que era profesor de instituto en Vall d'Uixó, donde residía.

Pasó a la primera línea de la poesía con la obtención del premio Loewe en el año 1999 por la obra 'En la estación perpetua', con la que al año siguiente lograría el premio de la Crítica nacional

Cabrera era uno de los grandes nombres de la poesía española actual. Nacido en la localidad gaditana de Medina Sidonia en 1958, los avatares profesionales acabaron llevándolo a esta población castellonense, por suerte para las letras valencianas. Desde sus inicios ya en nuestra tierra se vislumbró su habilidad lírica. Pasó a la primera línea de la poesía con la obtención del premio Loewe en el año 1999 por la obra 'En la estación perpetua', con la que al año siguiente lograría el premio de la Crítica nacional. En 2003 se consagró con el poemario 'Con el aire', con el que obtuvo el prestigioso Ciudad de Melilla y el de la Crítica Literaria Valenciana, galardón que volvió a conseguir en la modalidad de poesía con su último trabajo publicado antes del accidente, 'Corteza de abedul' en 2017. También publicó en otros géneros, como su colección de haikus de tema ornitológico 'Tierra en el cielo', 'El minuto y el año' y 'El desapercibido' en prosa, y una colección de aforismos. Fue colaborador de distintos medios de comunicación, entre ellos El País y ABC.

Era un poeta atípico. Su obra poseía una fuerte carga personal pero estaba lejos del egocentrismo. Más bien él se consideraba una partícula en el infinito. No se mostró tampoco como un simple testigo de la realidad sino como un activo perceptor de sensaciones traducidas a imágenes con palabras. Su poesía era como él: transparente y luminosa. Porque era un amigo de todos. Aunque estaba próximo a autores de su generación como Carlos Marzal y Vicente Gallego, nunca fue un poeta excluyente, unido a un grupo enfrentado a otros modelos poéticos. Era capaz de participar en actos promovidos por cualquier asociación o grupo literario y pertenecía a algunas como la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (Clave). Era una buena persona y un buen amigo de sus amigos, sea dicho con la sinceridad que lo caracterizó.

«En un fugaz segundo, mi pensamiento ha visto la niebla tan probable», dice su poema 'Un segundo', incluido en 'Con el aire'. Así le ocurrió a Antonio Cabrera cuando jugando a la pelota con unos niños tuvo el fatal accidente al darse con el mentón en una maldita pared cuando estaba en plenitud creativa. Pero es «luz en el tiempo», recogiendo las palabras de su maestro Francisco Brines, como también lo fue César Simón, puesto que ha dejado una obra inmortal e imperecedera. Encontró en su poesía una forma de sentir el pensamiento y pensar el sentimiento, como expresó Unamuno, y de indagar en el misterio de la conciencia, muchas veces por medio de la naturaleza y la luz llena de vitalidad.

Su muerte hace presente uno de sus aforismos: «El hombre es el único ser que genera abandono en los espacios que abandona».

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