Borrar
Detalle de «Carlos III, cazador» (francisco de Goya). Wikimedia Commons CC PD.
Lo que comía Carlos III
Gastrohistorias

Lo que comía Carlos III

Las costumbres alimenticias del Borbón ilustrado nos dan pistas sobre un hombre frugal y de hábitos fijos

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 9 de febrero 2019, 08:19

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La alimentación de los ricos y famosos, ya sean actuales o pasados, llama poderosamente nuestra atención. Es a la vez prueba definitiva de que son personas de carne y hueso, con las mismas necesidades fisiológicas que los demás, y demostración de un estilo de vida con el que los demás sólo podemos soñar. Aun así, si miramos de cerca a los poderosos que han tenido ejércitos de cocineros a su disposición, ha habido algunos a lo largo de la historia que han mostrado un gusto gastronómico deplorable o una frugalidad considerable. Entre estos últimos estuvo el rey Carlos III (1716-1788), quien tuvo unas preferencias culinarias muy marcadas, rayanas en la monotonía, y bastante sencillas, hecho al que hicieron referencia algunos de sus biógrafos.

Carlos III, hijo de Felipe V y su segunda esposa, la italiana Isabel de Farnesio, fue primero rey de Nápoles y Sicilia entre 1734 y 1759 y luego de España al suceder a su hermano, desde 1759 y hasta su muerte. Entre sus gustos personales en cuestión de comida destaca por ejemplo la pasta italiana, afición heredada de su madre (oriunda de Parma que se hacía servir macarrones en el palacio de Madrid) y su estancia en el reino de Nápoles. Pero si algo le privaba era el chocolate. Estando en sus dominios napolitanos se hacía enviar desde España cargamentos de cacao, canela y azúcar con los que elaborar el chocolate, y siendo rey de España solía obsequiar a los enviados diplomáticos con chocolate hecho con cacao de Soconusco y vainilla.

De hábitos fijos y costumbres arraigadas, a Carlos III no le gustaba ni estrenar ropa nueva ni perder objetos queridos: durante más de treinta años utilizó la misma taza para tomar chocolate y «tuvo sentimiento de verse privado de ella» cuando se rompió por accidente. Del amor del monarca por el cacao habló el conde de Fernán-Núñez, gentilhombre de cámara, en su obra 'Vida de Carlos III' diciendo que el rey se despertaba a las seis, rezaba, «se vestía, lavaba y tomaba chocolate, y cuando había acabado la espuma, entraba en puntillas con la chocolatera un repostero antiguo, llamado Silvestre, que había traído de Nápoles, y, como si viniera a hacer algún contrabando, le llenaba de nuevo la jícara, y siempre hablaba S. M. algo con este criado antiguo». Después de trabajar en asuntos de estado, comía el mediodía «cosas sanas y las mismas. Bebía dos vasos de agua templada, mezclada con vino de Borgoña, a cada comida, y su costumbre era tal en todo, que observé mil veces que bebía el vaso (que era grande) en dos veces, y la una llegaba siempre al fin de las armas que había grabadas en él. Al desert [postre] mojaba dos pedazos de pan tostado en vino de Canarias, y sólo a la cena, y no a la comida, bebía lo que quedaba en la copa.

Después de comer, en verano dormía la siesta y después salía de caza, actividad que le permitía hacer ejercicio y despertar apetito para la cena. Los cocineros de palacio preparaban un gran surtido de viandas (tres sopas, once platos de carne y tres postre para cenar) de las cuales Carlos III elegía «siempre la misma cosa: su sopa; un pedazo de asado, que regularmente era de ternera; un huevo fresco; ensalada con agua, azúcar y vinagre, y una copa de vino de Canarias dulce, en que mojaba dos pedazos de miga de pan tostado y bebía el resto. Se ponían siempre un gran plato de rosquillas cubiertas de azúcar, y un plato de fricasé, alrededor del cual había pan. A la mitad de la cena (que era en privado en la cámara), venían los perros de caza como tantas furias, y era preciso estar en guardia para que no se metiesen entre las piernas o hiciesen dar a uno la vuelta redonda». Ya ven, ser rey con un imperio a tus pies para luego desayunar, comer y cenar siempre lo mismo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios