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Los entresijos de la Orquesta Panorama en su gira 2025: «Es una locura de logística»
Así son los preparativos para ofrecer un gran espectáculo como el que protagoniza cada fin de semana en distintas localidades: una gran familia que desde Galicia recorre España y es habitual de la Comunitat
Rosana Ferrando
Valencia
Sábado, 4 de octubre 2025, 19:57
La medianoche cae sobre Náquera con olor a fiesta de pueblo. El aire vibra. A lo lejos, un telón negro se levanta poco a poco ... al ritmo de la canción y deja paso a los focos que rompen la oscuridad como espadas. Así es como inicia el bolo del fuego, artificio, explosión de luces y avalancha de música. En el escenario, acróbatas suspendidos en telas giran sobre el vacío; los cantantes se mueven al ritmo del 'beat'; y las pantallas LED estallan en un collage de color. Es la Orquesta Panorama, el gigante gallego que convierte cada fiesta de pueblo en un festival de gran formato.
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En el recinto no cabe un alfiler: más de 15.000 personas bailan, gritan, corean y levantan los brazos cuando los artistas lo piden. Tres horas de música ininterrumpida, desde clásicos del pop hasta los últimos éxitos urbanos. No hay descanso. No hay silencios. Panorama no da conciertos, monta una experiencia total.
Pero detrás de ese brillo hay una maquinaria colosal que se pone en marcha horas antes del espectáculo. «Traemos seis tráileres solo para el escenario, pantallas, luces, instrumento y vestuario», cuenta Diego, uno de los cantantes. «Llegan cinco horas antes que nosotros, y los músicos y los técnicos estamos con dos horas de antelación en el lugar. Es una locura de logística», explica el joven.
Una vida sobre ruedas
La Orquesta Panorama se mueve como un pequeño ejército. «Venimos desde Galicia, viajamos de noche para llegar por la mañana, instalarnos en el hotel y descansar un poco antes del bolo», comenta Diego. El de hoy no es un caso aislado: durante siete meses de gira, el grupo recorre toda España, desde Galicia hasta Extremadura, pasando por supuesto por la Comunitat. Hacen una media de 150 actuaciones, la mitad en su tierra natal y la otra mitad por el resto del país e incluso Portugal.
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«Aunque la gira son siete meses, entre la preparación y los ensayos, en realidad no paramos en todo el año», sentencia Lito, el director artístico y alma del proyecto. Entró en la orquesta en 1993 como músico y cantante, y desde el año 2000 dirige el espectáculo. «La orquesta nació en 1988, de la mano de una agencia llamada Espectáculos Lito, pero no tiene nada que ver conmigo. Con el tiempo desapareció y me quedé yo con el proyecto para mantenerlo vivo. Desde entonces lo hemos convertido en lo que ves hoy: un show moderno, visual, con pantallas y acrobacias y mucha personalidad que nos diferencia del resto».
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Y es que Panorama no es una orquesta tradicional. Lito fue pionero en mezclar la estructura clásica de verbena con elementos de gran producción: «Fuimos los primeros en incluir performances aéreas, trapecistas, intros temáticas y por una gran infraestructura. Nuestro objetivo es sorprender cada año».
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Cada gira atiene un nombre, una historia. Este 2025, la temática es 'Gladiator': romanos, domadores y un escenario que se abre como un coliseo con bestias y lucha por la vida. «Nos gusta que cada temporada tenga identidad propia porque repetimos destinos cada año y no queremos que se aburran», expone el director. «La intro, los vestuarios, las coreografías son siempre distintas entre las temporadas. Es como hacer una película nueva cada año, pero sin parar de rodar», describe.
La fábrica del espectáculo
La creación del nuevo show empieza en diciembre, justo cuando termina la temporada del anterior. «Durante el verano voy observando lo que funciona, lo que la gente canta, lo que se mueve en redes. En noviembre ya tengo una idea del título, la temática y las canciones y en enero lo tenemos estructurado para empezar a ensayar», cuenta el jefe.
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Los bailarines practican durante la temporada de preparación ocho horas diarias bajo la dirección de una coreógrafa que viene desde Barcelona. «Por la mañana cuatro, por la tarde cuatro más. Ella trae los temas montadas, y a partir de ahí armamos la coreografía. Los últimos quince días juntamos todo: músicos, cantantes, bailarines... y ensamblamos el espectáculo final», dice una de las bailarinas.
Detrás del telón, la vida también se ensaya. «Lo primero que hacemos al llegar es maquillarnos», cuenta María, una de las bailarinas, mientras se pinta los labios en un camerino que huele a laca y colonia. «Marina estira, las cantantes calientan la voz, las bailarinas hacemos estiramientos. Cuando empieza el show ya es una locura: correr, cambiarte, volver a salir, cantar, bailar, volver a cambiarte... hacemos entre diez y doce cambios de vestuario por noche», afirman las chicas. Las risas se mezclan con la tensión. «A veces tienes 30 segundos para cambiarte, y te sobran 10. Al principio del tour es un caos, luego ya lo tienes todo controlado», como es el caso de Náquera, que ya es de los últimos shows.
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A su lado, una de las cantantes asiente mientras se peina: «Lo más duro son los viajes. No duermes en tu casa, comes en gasolineras, llegas a un hotel sin cocina… es una vida de carretera. Después del concierto, muchas veces hacemos seis horas de autobús, reventadas, medio dormidas. Llegas al hotel a las seis de la mañana, te duchas, y cuando te quieres dormir ya es completamente de día. Vivimos de noche».
La familia itinerante
El cansancio, sin embargo, se compensa con el vínculo entre ellos. «Al final somos como una familia», dice una de las cantantes. «Nos vemos todos los días, viajamos juntos y trabajamos juntos. Es duro no estar con los tuyos, pero aquí te apoyas con tus compañeros», se consuela la joven.
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La complicidad también se nota en el escenario. Panorama no deja espacio para el silencio: mientras los músicos cambian de posición, los bailarines llenan el aire con coreografías, los acróbatas giran sobre sus cabezas, y el público sigue el ritmo con las manos hacia arriba.
Lito lo resume así: «En tres horas no puedes permitir que la gente desconecte. Si pierdes su atención, cuesta recuperarla. Por eso el espectáculo está pensado para que pase algo todo el tiempo. No es solo música: hay humor, hay luces, hay fuego. La clave es que el público se sienta parte del show».
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Y en la Comunitat Valenciana esto sucede con facilidad: «Aquí la gente es muy amable y participativa», dice Lito con una sonrisa. «Desde que abrimos el telón están con nosotros. Es un público muy festero, y además muy agradecido. Por eso volvemos cada año y hacemos tantos conciertos en la región. Es como tocar en Galicia, como tocar en casa».
Las cifras de vértigo de un gigante
El gran escenario de 12 metros de altura, 19 de fondo y 36 de ancho en el que actúan estas estrellas de la verbena es un espejo de las cifras que mueven. Seis tráileres, un autobús, dos generadores de 200 kilovatios más uno de repuesto por si las moscas, 150 actuaciones al año y 24 artistas sobre el escenario no son todo lo que tiene detrás el aparato artístico que actuó en Náquera. Para montarlo se necesitan más de once encargados de montaje y seis técnicos de sonido e iluminación que llegan cuando el sol está en alto. A las diez y media de la noche, cuando el equipo artístico aparece en el recinto, el coloso de acero y luz ya está casi listo para rugir. Se esperaba que más de 15.000 personas acudieran a ver semejante monstruo de luz.
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