Agustín Pery: «Los periodistas hemos perdido mucho respeto a nuestro oficio y hay que recuperarlo»
El director adjunto del diario ABC publica la novela 'Taxlaparta', una historia de humor negro para relatar la asfixiante atmósfera con la que ETA impregnó la sociedad navarra de los años noventa del pasado siglo I El autor presentará su obra el jueves 20 de abril en el espacio Aula LAS PROVINCIAS
El periodista y escritor Agustín Pery, director adjunto del diario ABC, acaba de regresar a las librerías con su segunda novela: 'Txalaparta', que presentará el ... próximo jueves 20 de abril a las 19.30 horas en el espacio Aula LAS PROVINCIAS. La cita tendrá lugar en el Casino de Agricultura y contará como presentadores con la periodista Rebeca Argudo, y con Ramón Palomar, columnista de este periódico. Tras abordar en 'Moscas' la corrupción en Mallorca, Pery se adentra ahora en la atmósfera de ETA. El autor rescata la figura del policía de su primer título -aunque asegura que no se trata de abrir una serie- para ofrecer una novela de humor negro que aborda un relato que huele a maldad pura y dura. Un policía nacional euskaldún conocido con el sobrenombre de Txalaparta; su hijo, un adolescente militante abertzale; y una madre a la que entre los dos han hecho de su vida un infierno son los protagonistas de la novela ambientada en la Navarra de los años noventa del siglo pasado.
-¿Qué nos quiere contar con 'Txalaparta'?
-Es una novela en la que he tratado de contar lo que era vivir en el terrorismo en aquellos años como atmósfera. El protagonista más allá de los personajes es esa atmósfera densa de desconfianza, miedo, reproche y en algunos casos de atonía y de acostumbrarse a lo que nadie debería. Para mí es muy importate que no es una novela sobre ETA, sino en el terrorismo, sobre cómo se podía vivir en varios aspectos.
-Esa atmósfera asfixiante en la novela, como lo sería en la realidad, ¿cómo se trasladaría a la situación actual?
-El hecho de que ETA ya no mate cambia el escenario, pero no los recelos. Tengo la sensación personal, que no es el tema de la novela, de que ahora las víctimas ahora molestan. Se ha hecho un esfuerzo por volver a introducir en la sociedad a los terroristas y a sus simpatizantes y en cambio se ha tratado de arrumbar a las víctimas y a su entorno familiar porque son los que molestan en el relato que se quiere establecer. Puede existir una libertad formal, pero no real y social para expresar tu desacuerdo con determinadas actuaciones o sensibilidades en el norte. Eso lo ves cuando vas a determinados restaurantes o bares. Entras y te miran como al extranjero, con desconfianza que se nota cuando la gente empieza a girar el cuello cuando entras.
-¿Por qué un periodista se inscribe, ya con su segundo título, en la nómina de los novelistas?
-La primera por una cuestión terapéutica. Tuve un mal diagnóstico, casi me daban meses, y justo coincidió cuando había dejado el periódico en el que trabajaba. Y dije tengo que aprovechar para hacer algo porque no estaba acostumbrado a hacer otra cosa que estar en una redacción. Y en la segunda para salvar mi matrimonio. Tengo la manía de levantarme muy pronto aunque sea fin de semana, peso mucho, cruje el parqué, y molesto al resto de habitantes de la casa. Entonces me obligan a hacer algo en lo que esté quieto. La única manera es estar delante de un ordenador. Sólo por motivos familiares.
-¿No es porque no le divierte lo suficiente el periodismo?
-El periodismo no sólo me divierte, sino que bien o mal es lo único que sé hacer. Es lo que tengo en vena, es lo que me gusta. Es por lo que sufro y por lo que vivo y disfruto. La novela es un modesto hobby, lo otro es la vocación. Creo que no sabría hacer otra cosa.
-¿Cómo ve el futuro del periodismo?
-Frágil, asustadizo, nervioso. Los que tenemos unos cuantos años vivimos la época dorada, en la que podías vivir muy bien del periodismo. Ahora la sensación es que hay un intrusismo o devaluación del concepto de periodista, del valor de que haya profesionales informando. Esa sensación de que todo el mundo puede hacerlo y que vale lo mismo un tuit que una información contrastada y trabajada, contra eso me revelaré siempre. Creo que nosotros mismos hemos perdido mucho respeto a nuestro oficio y hay que recuperarlo. Aparte vivimos una época económicamente muy complicada en la que el valor de la publicidad institucional pesa mucho, el miedo a decir determinadas cosas y que tenga consecuencias para ti o para tus compañeros , eso también pesa mucho. Vivimos una etapa que no diré negra, pero sí gris.
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-Volviendo a la novela, aparece un núcleo familiar, ¿cómo se podía conciliar la vida familiar en ese universo?
-La decisión de apoyar algo que para mí es injustificable, como es el terrorismo o el independentismo subido al monte, fracturó muchas familias que se abrieron por la mitad. Provocó recelos entre padres e hijos, entre primos. En ambientes de pandillas No era lo mismo. En determinados barrios de Pamplona respecto a otros, se distinguían no sólo por la capacidad económica de los padres, también por la ideología. Además, había ideologías que eran más permisivas con el fenómeno miserable de ETA. Eso ahogó familias, y sobre todo no sólo instaló el miedo, también la desconfianza.
-¿Por qué cree que tiene tanto éxito la novela negra?
-Un viejo maestro que tuve me enseñó que el periodismo son tres eses: sangre, salud y sexo. La novela negra no sé si mucha salud, pero sangre y sexo suele tener. Es atractiva porque el morbo, el mal a los humanos nos resulta mucho más atractivo que las enseñanzas de Gandhi. La novela negra tiene los ingredientes suficientes para convertirse en algo atractivo para el lector. A partir de ahí hay tantas escuelas, que admite prácticamente de todo para ficcionar: el amor, la muerte, el dolor, pero también el humor, el sarcasmo, la alegría. Al fin y al cabo la novela negra también es una forma de retratar la vida.
-Para 'Txalaparta' ha optado por el humor negro.
-Porque no me cuesta. Yo he nacido para vaguear. Cuando escribo busco algo que no necesite documentarme en exceso. La primera novela, la corrupción en Mallorca, la viví durante siete años trabajando allí. Y la situación de ETA la conozco por temas familiares y porque llevo 29 años casado con mi mujer, que es navarra. Conozco bien el paño. Y el humor, como la gente dice que tengo aspecto patibulario y de criminal, lo utilizo para hacerme cercano al resto de la humanidad. Es un sistema de autodefensa para hacerme cercano y afable más allá de mi aspecto, en el que no tengo nada que ver; es culpa de mis padres.
-¿Por qué ese título para la novela, qué quiere transmitir haciendo referencia a ese objeto?
-Cuando estaba escribiendo la novela en un momento dado hay una escena, cuando uno de los protagonistas está torturando a un etarra, me vino llamarle 'txalaparta', que es un instrumento que conozco del norte. Es un objeto muy telúrico, muy primitivo, que consiste en dos tablones que golpean dos personas a la vez. De alguna manera lo que él hace es golpear a su familia, no físicamente, pero sí psicológicamente a su mujer -que es la principal protagonista- y a su hijo. Entonces, 'Txalaparta' como policía antiterrorista y también en su familia. Por eso lo elegí.
-El personaje policía ya va por su segunda novela, ¿estamos ante el protagonista de una serie de libros?
-No, porque me van a despedir. No creo que me vaya a dar para vivir de esto. Yo escribo cuando me brota. Escribo cuando puedo y me apetece, si no me sale lo dejo. En el periódico eso no me lo puedo permitir, pero en la literatura, sí.
-Estaba pensando en un nuevo Carvalho.
-Ojalá, ya me gustaría. Tendría que volver a nacer.
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