Salvador Bartolomé, jefe de la Policía Local de Beniparrell: «Todavía no sé si he podido descansar después de la dana»
Los efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se dejaron la piel durante los días posteriores a la dana demostrando una firme vocación de servicio público / El agente llegó aquel día prácticamente a nado al municipio, donde todavía hoy se aprecian aquí y allá los estragos de la barrancada del 29O
Salvador Bartolomé no daba crédito aquel 29 de octubre a mediodía en su casa de Montserrat. «Era una locura cómo llovía, caían piedras enormes y ... parecía que se acababa el mundo y le dije a mi mujer, no sé qué pasará más abajo, pero tengo que ir». Así que condujo aquella tarde en la que no trabajaba e intentó llegar a Beniparrell, donde es jefe de la Policía Local. «Tuve que dejar el coche por el camino y prácticamente a nado lo conseguí. De camino me caí dentro de una alcantarilla que no tenía tapa, salí como pude, cogí a una chica que se la llevaba el agua...».
Los recuerdos todavía duelen en las palabras de Salvador Bartolomé. «Es que esto ha sido muy fuerte...». Aquel día, y los tres siguientes, apenas durmió. Lo primero que hizo fue buscar al alcalde para darle un walkie, el único medio fiable para comunicarse, y a las tres de la madrugada una grúa estaba retirando coches amontonados en la carretera principal para crear un acceso reservado a los vehículos de emergencia. De ahí se fue a conseguir agua potable y comida para los vecinos. «En el Consum de Silla me llenaron el coche. En Importaco también nos ayudaron muchísimo». La adrenalina no le dejaba parar. «Poníamos los calcetines en la calefacción del coche para que se secaran», recuerda, sentado en un despacho provisional, en unas instalaciones provisionales, con mesas de «salir a cenar a la fresca». La sede de la Policía Local está todavía inservible. Hay huellas de barro entre cables tirados, equipos irrecuperables y un fuerte olor a humedad impregna hasta la piel. A la puerta, un vehículo rotulado con el nombre del municipio que antes del 29 de octubre pertenecía a Valencia, y que donaron. Son huellas, aquí y allá, del rastro de la dana, pero también de la solidaridad.
A Salvador tampoco se le olvida cuando le llamó su hija, al día siguiente, atrapada en la pista de Silla desde la tarde anterior. Y es la imagen de esa autovía la que no puede sacarse Salvador de la cabeza. «¿Has visto la serie The Walking Dead? Parecía una procesión de muertos vivientes»... Rescataron a gente, y todavía recuerda cómo los autobuses de la EMT hacían viajes desde Valencia para poder trasladar a quien se había salvado en plena pista de Silla.
Este policía local siempre tuvo claro, desde el primer momento, que lo más importante eran las personas. Por suerte, en Beniparrell no hubo víctimas mortales, Dormía en Casa Quiquet, donde les dieron alojamiento. «Estoy muy agradecido por cómo nos atendieron, a pesar de que ellos mismos habían resultado afectados».
Todavía tiene mucho que procesar Salvador, que se emociona al darse cuenta de que sí, de que hizo lo mejor que podía hacer como servidor público que es. «Ahí ya no eres policía, en realidad, eres una persona ayudando a otras, porque te debes a ellos». A su mujer le felicitó al día siguiente su cumpleaños cuando pudo contactar con ella, pero claro está, no la vio. «Por encima de todo nuestra misión es estar al servicio de las personas».
Quedaron en un segundo plano de prioridades aquellos días los siete polígonos industriales del municipio, y donde el vandalismo se dejó notar hasta que llegaron otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. «El agua había arrancado puertas, había hecho muchos destrozos, y nos quedamos sin cámaras de vigilancia», recuerda. «Estábamos desbordados, y era necesario que vinieran a ayudarnos, sobre todo el Ejército, porque ellos saben cómo actuar en una situación así». Y sí, pone el símil de una zona en conflicto armado.
Mientras todo esto sucedía en Beniparrell, los padres de Salvador Bartolomé, que viven junto al barranco en Paiporta, estuvieron tres días incomunicados, hasta que pudieron rescatarlos. «Lo han pasado muy mal».
Salvador Bartolomé retrocede en el tiempo, cuando llegó a Beniparrell, donde se encontró a una plantilla desmotivada, a la que ha vuelto a ilusionar. Es un municipio con unos datos curiosos, porque junto a una población de apenas dos mil habitantes trabajan en sus zonas industriales unas diez mil personas, y atraviesan la carretera 44.000 coches al día. Unas cifras a veces difíciles de gestionar para las fuerzas de seguridad locales.
Salvador aprovecha para hacer balance: «Estoy muy contento de lo que me ha costado todo en la vida, de haber podido dedicarme a una profesión que me encanta. El día 6 de septiembre haré 55 años y me quedan cinco...». No cree que sean necesarios reconocimientos ni agradecimientos. «No hay más motivo que el legítimo interés por el bienestar de los demás». Y le da un consejo a cualquier joven que quiera ser policía local: «Les diría que no lo hicieran por tener un sueldo para toda la vida, porque es duro; se trabaja de noche, los fines de semana, sólo por hacer lo que toca a veces nos llevan al juzgado, vemos a gente morir... Si no estás preparado no seas policía porque lo vas a pasar mal», asegura Salvador que recuerda el día en que su hija le dijo que no quería seguir sus pasos porque le había visto sufrir mucho.
Diez meses después, no tiene claro «si he descansado todavía. Hay un antes y un después de lo que hemos vivido, y lo que yo he aprendido es que la vida es muy bonita, que hay que cuidarse e intentar llevarse bien con todo el mundo. Que vivir algo así nos ha hecho madurar».
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