Pueblos sin niños salvo en verano
La presencia de menores en pequeños municipios de la Comunitat Valenciana cambia la cotidianidad, dispara el gasto en los comercios locales y «alegra» a las zonas más envejecidas
Manuel García
Valencia
Sábado, 26 de julio 2025, 17:10
De parques que sólo sirven para coger polvo en invierno y cuyos columpios sólo se mecen cuando sopla el viento a animación continua. De silencio ... a alegría. De no escuchar nada a oír sus risas, ver sus carreras… No son pocos los municipios de la Comunitat que pasan de una falta de demanda a un exceso de la misma en cuanto a propuestas educativas y de ocio entre el invierno y el verano. Las escuelas de verano incluso han de limitar las plazas ante la gran oferta que, ojalá y así les gustaría, no fuera solo cuestión del estío.
Cerca de Xàtiva se encuentra el pequeño municipio de la Granja de la Costera. Con 300 personas empadronadas, ahora, en verano, 26 niños y niñas disfrutan de las actividades de la escoleta. Muchos acuden acompañados por sus abuelos. Todos los vecinos del pueblo se conocen. Lo que es todo un problema para el curso escolar, mantener aulas abiertas y 'pelear' por lograr cada matrícula, ahora, paradójicamente, se convierte en un exceso de demanda a la hora de disfrutar de excursiones y de la piscina. Y en agosto la cosa va incluso a más, con un pueblo repleto y que disfruta de la cena popular del día 9 y una jornada después de la promesa de Sant Francesc con los niños como protagonistas.
Algo similar ocurre en la localidad de Torrebaja, en el Rincón de Ademuz. «Si hubiéramos ofrecido 20 plazas más en la escuela de verano, se hubieran llenado», apuntan desde el Consistorio.
Las casas, muchas de ellas vacías durante el año, «se nos llenan de familiares». Comprar en la carnicería supone a veces «colas de hora y media cuando el resto del año se despacha en diez minutos». Aunque les gusta el ambiente estival, reconocen que cuando llega septiembre «volvemos a tener nuestro espacio», ese al que están acostumbrados durante la mayor parte del año.
En el caso de Zarra, en la comarca del Valle de Ayora-Cofrentes, los comercios locales disparan su facturación alrededor de un 70%. Y es que los hambrientos niños devoran productos como la leche, las magdalenas o las galletas para tener la suficiente energía para unos días que son de todo menos tranquilos. Helados y dulces también desaparecen mucho más rápidamente de las estanterías.
En este municipio la población de niños se multiplica aproximadamente por ocho, ya que se pasa de entre 5 y 7 que residen en la localidad durante todo el año, hasta los más de 40: «Estuvimos contándolos uno a uno casa por casa y superábamos esa cifra», explica el alcalde, Raúl Zarra, quien destaca que esta bendita invasión infantil hace que los parques se llenen, que los menores se repartan por edades por diferentes puntos del término municipal. Y todo ello en un ambiente muy seguro, como en las infancias de los niños que hoy tienen 40 años o más: «Hay niños de nueve años que llevan colgadas las llaves de su casa del cuello. Aquí hay mucha seguridad».
El alcalde de Benagéber, por su parte, desgraciadamente no es muy difícil, se sabe el nombre de las dos niñas que habitan durante todo el año en el municipio de los Serranos. Rafael Darijo explica que durante los fines de semana esta exigua cifra puede llegar hasta multiplicarse por 15, ya que muchas parejas jóvenes con hijos pequeños disfrutan de las bondades, el clima y el paisaje de la zona. Los cuatro parques infantiles, que en invierno apenas registran movimiento, ahora están prácticamente llenos durante todo el día. Además, la presencia de niños en campamentos en la zona incrementan aún más esa alegría que tanto bien hace en estos meses. No en vano, a lo largo de todo el año, y en grupos de 300, el albergue municipal recoge a unas 6.000 personas de esas que no paran de dar alegría a un pueblo, a sus personas mayores, y que vacían con rapidez las estanterías de los diferentes comercios.
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