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Olvido, falta de planificación y prevención, construir sin cautela en zonas de inundaciones históricas... Todos estos factores confluyeron de manera letal en la dana que ... el pasado 29 de octubre segó 228 vidas y causó incontables destrozos. Para expertos como Rafael Armengot, una de las voces valencianas más reconocidas en el ámbito geográfico y meteorológico, la desmemoria marca la tragedia.
Así lo ha expresado en el arranque de una jornada científica organizada en Aldaia por la Asociación Valenciana de Meteorología (AVAMET), el ayuntamiento del municipio y Meteored bajo el nombre 'DANA 29-0: causas impactos y lecciones'. Reúne a expertos como Armengot, José Ángel Núñez (AEMET), Victòria Rosselló (À Punt), Enrique Moltó (UA), Carlos Sanchis y Ana Camarasa (UV), entre otros.
El catedrático Armengot ha comenzando explicando que el episodio de lluvias de la dana fue «extraordinario, pero no insólito». Es decir, a pesar de su devastación en vidas y bienes «no supuso un récord de lluvias» si lo comparamos con los mayores registros de precipitación en la provincia. El 22 de octubre de 2000, el antecedente inmediato en la rambla del Poyo, «vimos algo parecido pero con la mitad de precipitación, lo que significa que si la lluvia se dobla los efectos de multiplican» como quedó evidenciado el 29 de octubre.
«Memoria humana, memoria de pez». Es la comparación crítica de Armengot al destacar que desde 1735 el barranco del Poyo ha sufrido siete desbordamientos sin que ello haya impedido un crecimiento de población, casas y empresas en sus proximidades, en las áreas donde el caudal se desboca cada cierto tiempo. «Si urbanizamos de manera saturante, los efectos de riesgo se multiplican. En 1956 se inundaron huertos y ahora se inundan las poblaciones». La lección es clara: «La vulnerabilidad hoy es mucho mayor».
Armengot cuestiona las edificaciones permitidas con arreglo a esos periodos de retorno de cinco siglos «que no se corresponden con la realidad» y que comparó, muy gráficamente, con un bombo de lotería. «Y cada otoño, la bola negra puede volver a salir». Una cosa son los cálculos probabilísticos y otra cosa lo que la historia real de las trombas muestra. «Estos cálculos de riesgo de la ingeniería sobre la regresión de grandes avenidas deberían complementarse con la realidad histórica», apremia Armengot.
Y pone ejemplos: «El desastre de 1982 en Alzira tuvo su 'hermano' inmediatamente anterior en 1864. En la riada de 1957 en Valencia, el antecedente fue en 1897». Es decir, mucho menos que esos 500 años a los que se refieren los periodos de retorno de las obras públicas y edificaciones, algo que comparó con «un brindis al sol». O lo que es lo mismo: «Se da por cierta una seguridad que no es tal».
En unas declaraciones a la prensa previas a su ponencia, Armengot ha sido muy claro: «Realmente, cada otoño estamos en una situación que se puede volver a reproducir y hemos de estar alerta para no repetir errores». Preguntado por ellos, aludió a «fallos tanto de planificación urbanística como de prevención y vigilancia y alerta a la población en el día en que sucedieron los hechos».
En las jornadas se abordó un análisis sobre cómo discurrió el agua del diluvio que sufrió el interior de la provincia y que se pagó con el grueso de muertes en la comarca de l'Horta. «Si bien la rambla del Poyo en su conjunto fue la causante de la avenida, los barrancos a su derecha (l'Horteta y el Gallego) que no pasan por el aforo de la Confederación Hidrográfica del Júcar fueron los que primero volcaron el agua sobre l'Horta Sud». Entonces, concluye, «hay que prestar mayor atención a estos barrancos que no tenían ningún tipo de monitorización cuando se produjo la inundación».
Para Armengot, las alertas de AEMET fueron adecuadas. La agencia «hace un trabajo muy riguroso y hemos avanzado extraordinariamente en predicción, pero lo que no podemos hacer es ignorar toda la buena información que llega con sus alertas».
También ha intervenido en la jornada científica José Ángel Núñez, jefe de Climatología de Aemet en la Comunitat. Y lo ha hecho para alertar de que los tiempos han cambiado, de que ahora «estamos en un escenario más energético», en referencia al cambio climático y a condiciones que favorecen las grandes trombas como las de la dana de octubre. Ha mostrado cómo la temperatura del agua del mar en riadas históricas, incluidas la del 29-O, era singularmente elevada: 21 grados en el día de la dana. «Es la que tenía la anomalía más destacada» en 2024.
Estamos, ahonda Núñez, «en un escenario de calentamiento, la temperatura del Mediterráneo ha aumentado un grado y medio en los últimos 80 años» y eso puede incidir en la virulencia y focalización de las trombas. Una de las grandes preguntas es si volverá a suceder a corto plazo algo semejante: «Estos fenómenos suelen producirse en uno u otro sitio de la provincia cada 20 años», estima Núñez.
Guillermo Luján, alcalde de Aldaia, fue el encargado de abrir la jornada. «Si nadie nos avisa de un tsunami es imposible poner las medidas preventivas», ha destacado en declaraciones a los medios de comunicación. Seis vidas se perdieron por el desastre en la localidad. Por eso, considera fundamental «escuchar a los científicos».
Luján cree que las autoridades deben superar la visión local en la prevención ante las riadas y pasar a «una visión metropolitana» en el encauzamiento de barrancos. «Este episodio fue transversal, muy global», menciona.
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