Lo de competir por ser el mejor es una práctica intrínseca al ser humano, por más que en ocasiones resulte inútil o cruel por los extremos que se alcanzan. Rivalizamos para ser considerados los más altos, los más guapos, los más listos, los más eficientes, los más ingeniosos o los más graciosos. Lo habitual, por supuesto, es tratar de destacar en aspectos positivos, puesto que sería extraño que alguien pelease para conquistar la categoría del más torpe, el más malvado, el más inculto o el más soez. Aunque nunca se sabe.
Ahí está el caso de los políticos españoles, que uno querría pensar que tratan de competir para ser el más profesional, el más diligente, el más honesto o el más competente, y sin embargo, andan a la gresca por salir mejor parados en la competición del menos corrupto. «Yo robé menos dinero», «yo robé diferente», «yo no me enriquecí», «yo no miraba mientras otros lo hacían», podrían ser las excusas que unos y otros aducen con el fin de expiar sus responsabilidades y tratar de poner el foco en el de enfrente. Y tú más, y tú más, y tú mas... El partido lo juegan esta vez PP y PSOE, atrapados ambos por unas condenas de corrupción que debería hacer reflexionar a sus dirigentes, los de antes y los de ahora.
Pero lejos de propiciar una valoración seria, que ejerciese un efecto tranquilizador en la ciudadanía, las dos formaciones se empeñan en empuñar el dedo acusador en lugar de apuntarse a ellos mismos y asumir el mea culpa. Está claro que en esta ocasión la pelota se encuentra en el tejado de los socialistas, después de la contundente sentencia sobre el caso de los ERE andaluces que ha hecho pública esta semana la Audiencia Provincial de Sevilla. No he escuchado al actual secretario general del partido decir nada sobre el asunto. Y no porque yo no haya estado atento o me haya quedado sordo, sino porque no se ha pronunciado. Cierto es que Sánchez era un simple concejal del Ayuntamiento de Madrid en aquella época y que se han depurado responsabilidades después, pero eso no le impide dar la cara ahora y pedir disculpas, puesto que los condenados han sido personalidades muy importantes del partido que dirige. Pero no, ni él ni Susana Díaz han aguantado el chaparrón y han preferido delegar las explicaciones en ministros y secretarios. Y estos, cómo no, han optado por echar balones fuera.
A los que les ha faltado tiempo para salir a replicar ha sido a los del PP. Estos sí que se han dado tortas esta vez por hacer declaraciones para contar la historia del modo en que les interesa, esto es, destacando que la cantidad económica defraudada es superior a la de Gürtel (como si fuese algo de lo que sentirse orgulloso) y obviando que el número de delitos cometidos en 'su trama' fue mayor. No tenemos suficiente con haber sido estafados, sino que además debemos aguantar como espectadores el espectáculo del 'y tú más corrupto'.