Borrar

Vivir con los ojos abiertos

España en el siglo XXI es otro país, pero no se ha encontrado todavía dentro de la crisálida de esa prodigiosa transformación

VICENTE GARRIDO

Viernes, 1 de septiembre 2017, 10:19

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Falleció hace dos días el profesor de inglés Juan Carrión, al que Javier Cámara dio vida en esa estupenda película, sensible y sutil, que realizó David Trueba con el título de ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’, tomado de los primeros versos de la inmortal canción de Los Beatles ‘Strawberry fields forever’. Describe el viaje que realizó Carrión a Almería en 1966 para conocer a John Lennon, quien estaba en el rodaje de la película ‘Cómo gané la guerra’, y pedirle que los Beatles pusieran las letras de sus canciones en sus discos, porque de ese modo ayudaría a los alumnos en el aprendizaje del inglés (lo que consiguió).

Además del placer que se obtiene viendo la película, recrearse en comprender cómo era la España de esa época (algo que la película muestra sin trazos gruesos, a través de la relación de los personajes y del propio sentido del viaje) sería un estupendo ejercicio para la clase política actual, y no porque muchos de sus miembros no la hayan vivido, sino porque esta tiende a perder la perspectiva de las cosas, enfangada en las luchas de poder, ciega ante la perspectiva amplia que nos permite entender la evolución de una sociedad. La España de los sesenta no sabía inglés, y todo lo extranjero era sinónimo de degeneración y pecado. Ausente la libertad política, el viaje del maestro Carrión representa la aventura del solitario que busca hacer algo distinto para no sucumbir ante la mediocridad asfixiante, donde toda renovación está cercenada por dogmas y tradiciones.

España en el siglo XXI es otro país, pero no se ha encontrado todavía dentro de la crisálida de esa prodigiosa transformación. En vez de enorgullecernos de lo logrado, nos debatimos en luchas internas acerca de nuestra identidad. Esto no solo tiene consecuencias en términos del desafío de Cataluña al Estado español, sino en la profunda desconfianza que las diferentes autonomías se guardan acerca de cómo repartir el erario público, en la coordinación de las policías autonómicas y las estatales, y en las grandes desigualdades que existen en las prestaciones sociales y educativas según el lugar en que uno viva. Que haya sido imposible hasta la fecha el logro de un pacto educativo para toda la nación es otro ejemplo de que estamos lejos de sentirnos cómodos unos con otros.

Hace solo cincuenta años éramos parias en una Europa que nos miraba por encima del hombro. Si recordáramos cómo fuimos capaces de llegar hasta aquí sería mucho más sencillo aceptar la ineludible realidad de que podemos sentirnos afortunados por compartir este viaje que, aun sumido en la incertidumbre y desafíos de esta época, puede llevarnos a conformar una sociedad menos hostil y más empática entre sus territorios. Pero es necesario vivir con los ojos abiertos, recordando cuando éramos capaces de sentirnos unidos para avanzar con optimismo hacia el futuro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios