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Nadie sufrió más que Miriam, Toñi y Desirée

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Una pica en Flandes ·

El reportaje de Netflix ventila y deja a cada uno en su sitio. Confirma mi confianza en jueces, fuerzas de seguridad y periodistas

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 24 de junio 2019, 08:24

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Reconozco que me daba mucha pereza. Si hubiera encontrado otra cosa jamás habría empezado a verlo. Sin embargo, aquella noche volví del trabajo enfadado, lo bastante enfadado como para no concentrarme en mi lectura de después de cenar, y creo que fue por eso, porque estaba muy enfadado y buscaba enfadarme más, que le di una oportunidad al reportaje sobre las niñas de Alcàsser que ha estrenado León Siminiani. De algo tan malo no puede salir nada bueno, pensaba. Después de tantos años de interés malsano, autocompasión y poca vergüenza con el tema, qué más se puede añadir. Pero desde el primer minuto el estilo limpio y profesional del relato me captó y en una sola noche me tragué los cinco capítulos de la serie. Al día siguiente volví al trabajo sin haber dormido nada, aunque ya no enfadado, sino pensativo.

Por unas horas regresé a los años noventa, a aquellas inverosímiles corbatas de florecitas y aquella vida sin móvil ni internet. Vistos con la perspectiva de hoy, los noventa fueron la década del final de la inocencia, los años en que nuestra ignorancia se topó con los monstruos que se descubren mirándonos junto a la cama al encender la luz a media noche. Corrupción, terrorismo de Estado, linchamientos, política basura, amarillismo..., todo cuanto las modernas democracias esconden en sus sótanos oscuros se nos presentó de golpe para demostrarnos que no se podía seguir eternamente en el limbo ingenuo de la inmaculada Transición. Y lo de Alcàsser fue el despertar, con eso llegaron a la tele los caraduras, desgraciados, orcos, eunucos y demediados que son espejo de nuestra propia mediocridad. La tele se convirtió en una casa de fieras.

En España los frikis nacieron en Alcàsser. Hay un antes y un después de aquellos meses horribles en que las aguas fecales de los fastos del 92 demostraron ser inflamables. Hemos olvidado que las tres chiquillas fueron brutalmente torturadas y violadas con ensañamiento antes de perder la vida, que antes de recibir el disparo debieron morir de miedo. De su asesinato quienes nos quedaron en la memoria fueron Nieves Herrero, Paco Lobatón, Pepe Navarro, Juan Ignacio Blanco o Luis Frontela sacando provecho sin escrúpulos del espectáculo. Con pericia cinematográfica, el reportaje de Netflix abre las ventanas, ventila y deja a cada uno en su sitio. A mí me ha confirmado mi propia confianza en jueces, fiscales, fuerzas de seguridad y periodistas que trabajan profesional y honradamente.

La televisión se inventó el 'Caso Alcàsser', que no es lo mismo que el juicio por los crímenes contra las niñas de Alcàsser, que inauguró los juicios paralelos en horario 'prime time' para satisfacción morbosa de la masa. Ya va siendo hora de que la audiencia televisiva deje de deleitarse y forrase con el dolor infinito de Miriam, Toñi y Desirée, y que dejen a las niñas descansar en paz.

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