Un niño le dice a otro. «¿Qué hace Thanos montado en un tractor? Pues, sembrar el pánico». Antes de tener al volante al último villano de Los Vengadores, este mismo chiste ha teniendo como protagonista al Conde Drácula, Freddy Krueger y diversos monstruos en boga. Sin embargo, la renovación resulta plenamente de actualidad, no sólo por el éxito del universo Marvel, sino por la propia concepción del mal en este personaje surgido de la factoría de Stand Lee.
El fin del personaje es hacerse con el guantelete en el que se engarzan las Joyas del Infinito y, con él en la mano, erradicar al 50% de la población del universo. ¿Por qué? Pues para lograr una mejor distribución de recursos que resuelva los problemas actuales de esta dimensión. Vamos, que la criatura tiene buena voluntad y, seguramente, de presentarse a unas elecciones mundiales no le faltarían argumentario, relato y seguidores. Es más, no necesariamente tendrían que ser unos cuantos lunáticos, del tipo de la 'familia' Manson, sino hasta gente de bien.
La gestión política actual ha cambiado en un sentido que no cumple la lógica aplicada hasta hace unos años. El juego tradicional de cara a las elecciones era que quien mandaba vendía su gestión como logros para el bienestar y la seguridad, mientras que los opositores criticaban los supuestos beneficios e intentaban salir en la foto de lo positivo con los llamados pactos de Estado sobre esto y aquello.
Hoy la cosa ya no va así. Ante la falta de capacidad para levantar pasiones, la política se basa en sembrar el pánico ante el ascenso de los oponentes. Trump alerta de los peligros de un presidente más blando ante China, las presiones de los ecologistas, la inmigración o la producción en el extranjero. En Reino Unido, los partidarios del 'brexit' no publicitan tanto que un futuro fuera de Europa vaya a ser mejor sino que el presente dentro cuesta demasiado dinero y permite entrar y trabajar allí a ciudadanos de otros estados miembros, como los españoles.
¿Suena lejos esta estrategia? Pues no lo está para nada. El mismo Pedro Sánchez alegaba el otro día que no había aceptado un pacto con Podemos porque «no habría podido dormir por las noches». Ni que decir tiene que socialistas y podemistas están unidos en la «alerta antifascista» que proclamó Pablo Iglesias tras la entrada de Vox al Parlamento andaluz. Populares y Ciudadanos han dejado más claros los males que puede generar un Gobierno con Sánchez e Iglesias que el encaje de sus propios planteamientos y los del partido de Abascal cuando formen un Ejecutivo, si les dan los números.
Y estas actitudes no parece que vayan a ser una moda, más que nada porque funcionan muy bien para ganar poder. La paz aburre y el espectáculo de la política siempre tiene que continuar.