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Urgente Un nuevo ERTE afectará a 2.300 trabajadores de Ford Almussafes hasta el 20 de junio

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Mucha gente nos mira con dudas acerca de para qué sirven estas cumbres. Nosotros tenemos la obligación de mostrarle al mundo que hoy los desafíos globales requieren soluciones globales. Problemas como el futuro del trabajo, el clima...». Mauricio Macri inauguraba así el G20 en el que Argentina se estrenaba como anfitrión. Este décimo cónclave de egos, se cocinaba con un plus de hipocresía anexada al cinismo habitual de este tipo de encuentros bajo las tenebrosas sombras de Ucrania, Yemen, Arabia Saudí, Siria y un largo etcétera. Lo mollar no defraudó ni en formas ni en fondo. En cuanto a lo primero, la puesta en escena, desde el demoníaco saludo entre Mohamed Bin Salman y Vladimir Putin hasta la tradicional foto de familia cristalizaban como pájaro de mal agüero el choque de civilizaciones aventurado por Samuel Huntington. Sobre lo segundo, las líneas de fractura multipolar se constataron en el documento final. Una retahíla de 31 puntos enjuta de obligaciones y sobrada de retóricas contradicciones, especialmente, en lo relativo a la gran amenaza que azota el planeta. Los 'sherpas' -o negociadores gubernamentales encargados de consensuar algo conjunto- hilvanaron un vacío «continuaremos abordando el cambio climático» con una «implementación plena» de los «signatarios» del Acuerdo de París. El excéntrico inquilino de la Casa Blanca, avezado en no dar puntada sin hilo, exigió para plasmar su rúbrica en el texto común que se subrayara a continuación su consabida postura negacionista: «Estados Unidos reitera su decisión de retirarse del Acuerdo de París».

El disenso frente a tal descomunal encrucijada pasa de puntillas de Buenos Aires a Katowice. La ciudad polaca acoge hasta el 14 de diciembre la Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático (COP24) con el objetivo de trasladar los compromisos en obligaciones vinculantes. La aspiración primordial es contener el calentamiento mundial por debajo de los 2 grados a partir de 2020. La alternativa es catastrófica: inundaciones, sequías, pérdida de cosechas, extinción de especies, desplome de ecosistemas, deforestación, deshielo en el Ártico y la Antártida, aumento del nivel del mar, ciclones, huracanes más agresivos... Señales de alarma que llaman nuestra atención rogando que la humanidad actúe parando el desastre. Según Acnur, ya hay más de 26 millones de víctimas, «desplazadas ambientales», y más de mil millones podrían ser obligadas al exilio en las próximas décadas. La comunidad científica internacional coincide en que el peligro se multiplicará si en 2050 no se reducen a 0 las emisiones de CO2, el gas de efecto invernadero que más perjudica a la atmósfera por la quema de carbón y otros combustibles fósiles. Es de «vida o muerte» decía ayer el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Polonia solo será útil si los estados se imponen nuevos deberes y, voluntariamente, se aplican para cumplirlos.

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