Escribió ayer, en la revista dominical XLSemanal, el buen amigo Benjamín Lana, gran sabio del buen yantar, que la nueva normativa española sobre etiquetado de la miel se queda corta en lo que se refiere a aclarar la procedencia. En su artículo 'Qué miel vamos a comer' se muestra sorprendido al conocer «la kafkiana situación que vivíamos», y recuerda que, aunque se ha avanzado, el problema no está del todo resuelto, seguramente porque «las presiones de los grandes distribuidores de alimentos deben ser enormes».
No debe extrañarse nadie al saber que se sigan dando confusiones en algo tan básico, ni en la miel ni en nada, porque abundan muchísimo más de lo cabe imaginar, a pesar de las reiteradas quejas de los productores, que en el plano mediático suelen quedarse en lo anecdótico y acostumbrado; sus mensajes no llegan a calar, y a la vista están los resultados.
Cuenta Benjamín que, pese a los avances en la obligación de fijar la procedencia, la nueva normativa «deja muchos huecos para la picaresca, al no obligar a declarar el porcentaje de miel de cada país; se podría citar a España en la etiqueta de una miel 99% china». Y concluye así: «Parece que el Gobierno ha buscado calmar a los que producen y no enfadar a los que distribuyen, dejando al consumidor, ese al que todos dicen defender, nadando entre dos aguas y con una mueca de desconfianza».
Pero no nos engañemos, quien sigue con mayor desconfianza e incertidumbre es el productor -al que también todos dicen defender-, porque no cobra lo que debiera, y las maniobras y presiones que logran parcelas de pícara ambigüedad en las normas se traducen en dinero. Traen miel de fuera porque es mucho más barata, aunque a veces no sea ni miel, y la hacen pasar por española porque es la mejor, pero luego tenemos que quien compra al final, el consumidor, suele elegir por precio, y las cadenas de distribución le dan satisfacción: se lo traen barato. Miel y de todo lo demás.
Quien quiere miel auténticamente española, con todas las garantías, sabe dónde encontrarla, como cualquier otro producto de calidad, pero no hacen cola en los establecimientos apropiados. Al contrario, cada vez hay más puertas cerradas.