«Hablamos mucho, oímos bastante pero escuchamos poco». Este análisis sobre la sociedad actual lo hacía recientemente la periodista Pepa Fernández, una de las voces insignia de Radio Nacional de España. Y creo que acertaba, aunque la conclusión no nos deje en un buen lugar a los que formamos parte de ella. Todo el mundo tiene una opinión sobre cualquier asunto, una versión propia de hechos ajenos, una fórmula infalible para resolver algo, y está dispuesto a exponerlo de manera pormenorizada a quien se lo pida (y a quien no). Otra cosa es lo de detenerse a atender lo que dicen los demás, prestar atención de verdad, eso cuesta más, no vaya a ser que lo que manifiesten nos haga cambiar de parecer o vayan a aportar datos nuevos que nos obliguen a meditar o incluso a retractarnos.
Escuchar se ha vuelto un arte que pocas personas cultivan bien. Y es algo fundamental para que una conversación funcione. Lo demuestra Inés Martín Rodrigo en el libro 'Una habitación compartida', que acaba de publicar Debate. La autora, referente desde hace años en el periodismo cultural, recoge en esta obra entrevistas realizadas durante su carrera -vinculada al periódico ABC- a una serie escritoras fundamentales. «Siempre he pensado que una entrevista es una charla, nunca un interrogatorio», explica en unos párrafos al inicio del texto, que sirven de declaración de intenciones.
Cuando alguien escucha se nota, la conversación se enriquece y fluye mejor. Sucede cuando Martín Rodrigo departe con Elvira Navarro -entre sus trabajos destacan 'La ciudad en invierno' o 'La isla de los conejos'- y ambas se plantean el papel que juega la literatura en los tiempos actuales y el tema deriva en un interesante intercambio de impresiones sobre política y feminismo. O como cuando con Siri Hustvedt terminan hablando de Donald Trump y su modo de actuar. O con Svetlana Alexiévich -premio Nobel en 2015- sobre libertad y miedos. Son algunos ejemplos de casi 300 páginas que merece la pena revisar y que invitan a reflexionar.
Cuando alguien escucha se nota, la conversación se enriquece y fluye mejor
Escuchar requiere voluntad y esfuerzo. Y se nos está olvidando. No estamos acostumbrados a verlo, por ejemplo, en el Congreso, donde a menudo mientras unos exponen los otros se dedican a mirar hacia otro lado o a consultar en el móvil. Cuesta percibirlo también en los debates en televisión, en los que los tertulianos se empeñan sobre todo en interrumpir y en boicotear el discurso del otro. No son ejemplos que deberíamos imitar.
Vamos demasiado deprisa a todos los lugares y nos cuesta concentrarnos en una única cuestión. Esto tampoco favorece lo de escuchar. Y el ruido con el que todo se contamina, tampoco. Podría ser un buen propósito con el que volver el próximo curso. Tal vez descubriríamos puntos de vista que nos iluminaran y nos llevase a un mejor entendimiento, que buena falta nos hace.