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Carrera San Silvestre Valencia 2018 |

El día que soy un cerdo

La cantina ·

La San Silvestre es la carrera más divertida del año. La recomiendo tanto como se la desaconsejo a los 'picaos'

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Domingo, 30 de diciembre 2018, 11:26

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Ese día, hoy, soy un cerdo. Y gruño como un puerco para desconcierto de niños y no tan niños. Troto con pasitos cortos, dignos de un marrano, y sudo como un gorrino bajo el caucho que se pega a la piel.

Siempre soy un cerdo. Siempre soy un cerdo cuando corro la San Silvestre, quiero decir. Nunca cambio de disfraz ni de careta por dos motivos. Porque me gusta mucho mi máscara porcina y porque ya casi es una tradición.

Hoy también seré un cerdo.

Siempre que puedo, corro la San Silvestre. No tiene etiquetas de oro, ni aparece en los rankings del año, ni tiene campeones de postín, pero es la carrera más divertida del año. Y contra eso no hay quien pueda.

He dicho que es la carrera más divertida del año, no la más rápida. Por eso, igual que se la recomiendo a quien me escuche, se la desaconsejo a los que se pican con el cronómetro. No es una carrera para ir deprisa, salvo los cuatro o cinco que luchan por subir al podio. Es más, metiéndome en un charco, chapoteando como un cochino, me atrevo a decir que hay que ser muy tonto para ponerse a correr, a codazo limpio, no hay otra, con la intención de hacer un buen tiempo cuando hay carreras como chorizos a lo largo del año para superarse a uno mismo.

Una de ellas no es la San Silvestre. Si hoy quieres correr veloz, vete al río y métele fuego a las piernas. Ir a hacerlo al centro de Valencia es estúpido.

Aunque cada uno es muy libre, que yo solo soy un cerdo.

Antes de ser un cerdo también fui un 'picao'. Sí, yo he intentado correr todo lo rápido que podía en la San Silvestre. Pero con un matiz, eran los tiempos en los que salir en esta carrera era poco menos que una excentricidad.

Sí, hablo de hace décadas, cuando no era tan popular esto de ser corredor popular. Pero que anden tranquilos los runners, que no vengo a gruñirle a nadie. Solo soy un cerdo, orondo y sonrosado, que tenía más pinta de galgo cuando no había tanto galgo. No tardé en darme cuenta, a pesar de que era infinitamente más fácil correr rápido hace 30 años –había mucha menos gente–, de que lo más sensato ese día era dejarse el reloj en casa y disfrutar del ambiente de la penúltima fecha del calendario.

Lo descubrí, como mucho de lo que aprendí con esto del aerobismo, gracias al 'Grupo Salvaje' de Correcaminos. El 30 de diciembre dejaba de ser salvaje para ser festivo. Los tipos que me exprimían los sábados por la mañana por los caminos de El Saler, L'Eliana, Chiva o Portaceli, siempre un kilómetro más, siempre un poco más rápido, ese día se convertían en los más lentos de la San Silvestre.

Sí. Lo de los últimos no es un decir. Era literal. En la salida esperaban a que arrancaran todos y entonces se colocaban al final del pelotón. Por detrás, solo el coche escoba. Y tipos a los que había visto correr a menos de cuatro minutos el kilómetro los veía correr más lento que andando. Iban en zigzag, dando saltitos, saludando al público que había en las aceras. Y siempre despacio, muy despacio.

Me llamó la atención que se lo pasaban muy bien. Es más, que eran los que mejor se lo pasaban. Entonces aprendí que se podía entrar el último en una carrera y ser el campeón de la diversión. Un año iban de zulús, otro de hawaianos. El disfraz tampoco era lo más importante. Lo primordial era convertir la última carrera del año en una fiesta.

Y lo conseguían.

Solo esgrimiendo todos estos argumentos conseguí, un año, que mi bella mujercita se colgara un dorsal. No ha corrido otra carrera, pero si yo me apunto a la San Silvestre, ella viene detrás. Es la que va con el cerdo. Porque se agobia enseguida de su careta y se la quita.

Algo tendrá esta carrera cuando ha conseguido fidelizarla. Ella, que no se ajusta al perfil del corredor ni de lejos. Ella y miles de personas más que no se pierden la San Silvestre de Valencia. Porque, con el tiempo, he descubierto que hay otros que no perdonan la de L'Eliana. O la de Rocafort, que tiene mucha fama, aunque creo que allí sí que corren que se las pelan. Por no hablar de la célebre San Silvestre crevillentina y muchas más.

Quién sabe. Igual un día el cerdo sale de paseo a conocer otras San Silvestre. Aunque eso supondría traicionar a la de Valencia. Y ya son muchos años gruñéndole a los niños asustadizos.

Yo te recomiendo que te busques un disfraz y salgas a correr por correr. ¡Oink, oink!

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