Daniela pasó del cielo al infierno en cuestión de segundos. Cuenta que, como todos los años, su madre le regaló a ella y a sus ... hermanos un boleto de la ONCE del sorteo del 1 de enero. Lo compró en la Avenida del Oeste, el puesto más cercano al Mercado Central. Una tradición familiar. Nunca perdían la esperanza de que algún día fueran los afortunados. Y por fin, el boleto premiado con el número 8290 estaba entre sus manos. A la mujer le habían tocado 400.000 euros. Pero pronto, la que había sido la suerte de su vida se convirtió en una auténtica pesadilla.
«Le pedía a mi marido que se acercara a la Delegación Territorial de la ONCE para que se informara de cómo tenía que cobrarlo porque yo no podía ausentarme del trabajo. Le explicaron mal el proceso y le dieron tres folios, uno encima del otro, y no se dio cuenta de que estaba firmando que el boleto era suyo», cuenta Daniela Tucelli entre llantos.
Meses atrás, su marido se había inscrito en el Registro General de Interdicciones del Acceso al Juego (RIAJ). Esto implica que no pueda acceder al juego online y a los juegos de carácter reservado (loterías) que se desarrollan de forma presencial. Por lo tanto, tampoco puede cobrar el cupón premiado. «Mi marido no es ludópata. Se inscribió ahí tras una discusión que tuvimos porque siempre está viendo el fútbol y alguna vez apostaba. Poca cosa. Unos 20 euros. Pero le dije que se inscribiera porque estaba cansada y quería que en mi casa se pudiera ver otra cosa en la tele», dice la mujer desconsolada. Le da miedo las repercusiones que le puedan acarrear a su marido a nivel personal por una acción que fue «una tontería. El resultado de un broncazo».
Pero ahora, fruto de esa decisión precipitada, no puede cobrar los 400.000 euros que le corresponden. Su voz se quiebra por la tristeza y la rabia. «Ese premio nos hubiera cambiado la vida. Me parece muy fuerte que no lo podamos cobrar cuando el boleto era mío. Esto nos ha destrozado por completo». Desde que le dieron la noticia de que no iban a darles el dinero del boleto, la vida del matrimonio se ha truncado. «Estoy cayendo en una depresión, no puedo ni dormir. Mi marido se da de cabezazos contra la pared. Estamos teniendo que tomar ansiolíticos cada hora», revela profundamente destrozada.
La familia ha pasado de estar cantando, riendo y celebrando a pasarse el día de Reyes llorando. «A mi hijo de 6 años le hemos dicho que hemos perdido el boleto. Él también lo está pasando fatal con esta situación. Esto no le deseo que le pase ni a mi peor enemigo», revela Daniela sin poder parar de llorar. Ya tenía pensado lo que iba a hacer con los 400.000 euros del premio: solventar las deudas, terminar de pagar el piso en el que viven y comprarse un coche. Ahora, todos esos sueños se han quedado en el aire. «Mi coche está destrozado. Hace poco que mi hermana se compró uno y me derrumbé pensando que yo también podría haber tenido uno igual».
Una lucha incansable
Las cartas no están a su favor, pero Daniela pelea con uñas y dientes para conseguir su dinero. «Me dijeron que no me gastara el dinero en abogados, que era un caso perdido», afirma la mujer de 43 años. Aun así, no piensa darse por vencida. Contrató a su abogado Salvador Pérez Alonso y le dijo que iba a llegar hasta el final y se gastaría todo lo que hiciera falta para conseguir sus 400.000 euros.
Ahora tiene que demostrar que el boleto efectivamente le pertenecía a ella y que era un regalo que le había hecho su madre. Lo compraba siempre del puesto de la ONCE más cercano al Mercado Central. A la lotera que se lo vendió, Nieves Ramos, también le tocó porque se quedó con uno de los boletos. «Hablé con ella y me dijo que declararía que se lo había vendido a mi madre, Susana. Se acordaba perfectamente. Pero ahora dice que no quiere saber nada del tema», cuenta Daniela. Por suerte, tiene la conversación grabada y afirma que puede probar que la lotera reconocía que el boleto no lo había comprado su marido. En la transcripción de la conversación, Nieves Ramos afirma: «Yo sé que se lo vendí perfectamente a ella (refiriéndose a la madre de Susana) e iré donde haga falta».
El abogado de la afectada solicitado las grabaciones del momento en el que el marido de Daniela fue a informarse de cómo cobrar el cupón premiado. «No le dejaron ni leer los formularios. Le atendieron por una ventanilla diminuta. No le explicaron cómo tenía que hacerlo», cuenta Salvador Pérez. Le dijeron que las cámaras no funcionaron y estaban averiadas, pero sospechan que es mentira por lo que han denunciado esto a la Agencia de Protección de Datos.
La versión de la ONCE
Desde la ONCE defienden que no pueden abonar un cupón a las personas que voluntariamente se han inscrito en el Registro General de Interdicciones del Acceso al Juego (RIAJ) por su política del juego responsable. Además, mantienen que el marido de Daniela se personó como único perceptor del premio y aportó una cuenta bancaria a su nombre.
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