Titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 6 de Valencia
Jesús Villegas: «Estamos jugando con fuego con los fallos de las pulseras contra maltratadores»El magistrado especializado alerta del riesgo de que muchos quebrantamientos queden impunes y subraya el peligro de asumir los delito sexuales los juzgados especializados: «Afrontamos una sobrecarga de trabajo descomunal»
Es uno de los seis jueces especializados en luchar contra la Violencia sobre la Mujer que hay en la ciudad de Valencia. Jesús Villegas (Córdoba, ... 1969) mira con «preocupación» desde el otro lado del estrado la imparable sucesión de fallos y disfunciones de las pulseras de maltratadores: «Estamos jugando con fuego».
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-¿Cómo está viviendo la oleada de fallos de las pulseras?
Con preocupación. No sólo yo, si no todos los compañeros. Porque llueve sobre mojado. Creíamos que ya se habían tomado las medidas para que no se repitiesen estos hechos. Nos preocupa mucho.
-Además de la desprotección de la víctima, la ley queda en papel mojado...
El peligro es múltiple. Está el obvio que es la desprotección de la víctima, porque si no se percibe de que se acerca una persona que le puede hacer daño, obviamente queda expuesta. Después hay otras consecuencias de naturaleza jurídica, de carácter probatorio. Si se produce un quebrantamiento de una orden, como no queda constancia, entonces nadie lo sabe y pueden quedar delitos impunes. Imagínese que hay una señora que tiene una pulsera. Si se le acerca un maltratador, le pega y el dispositivo no suena, obviamente su integridad física está comprometida. Pero imagínense que lo que ocurre es que ese señor la está vigilando, espiando, siguiendo durante un tiempo, cuando está en el supermercado o lo que fuera, y ella no se da cuenta. Como la pulsera no salta, eso es un delito, porque ha quebrantado la orden de alejamiento, ha cometido un delito que queda sin castigar, impune.
-Eso ya está pasando, con acosadores absueltos, como desveló este viernes LAS PROVINCIAS...
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-Sí, lo he visto en prensa, pero para pronunciarse de una manera definitiva habría que conocer el caso, ver los papeles y estar al tanto de los datos. Pero claro que puede ocurrir, sí.
-Algunas víctimas lamentan que cuando tienen alertas llaman al centro Cometa y no les atienden. ¿Falta personal en este servicio?
-Lo desconozco.
-¿Le llaman víctimas, o a sus compañeros, para pedirles que hagan algo para resolver esto?
-Nosotros tenemos nuestro trabajo cotidiano e imponemos con mucha habitualidad los dispositivos temáticos. Sí que estamos al tanto yo y otros compañeros de cómo se ha resuelto esta crisis. Está el Centro Cometa, la central de seguimiento de estas pulseras y que recoge los datos que recaban. Cuando se produce algún alarma o avería, se informa. En este caso, desde Cometa informaron a la Delegación de Gobierno, que impartió órdenes directamente a las fuerzas policiales para que estuvieran al tanto de lo ocurrido. Pusimos al policía de carne y hueso en lugar del dispositivo.
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«Si tenemos que lidiar con los delitos sexuales y encima empiezan a proliferar los errores técnicos, pues la situación es verdaderamente caótica»
-Tienen ustedes otra crisis: la avalancha de delitos sexuales cuya instrucción deben asumir...
-Estamos jugando con fuego. Somos unos juzgados muy delicados y que ahora mismo nos enfrentamos a una sobrecarga de trabajo descomunal con el conocimiento de los delitos sexuales. Yo no se lo puedo calcular de una manera científica, pero por lo que he hablado con mis compañeros y lo que vemos en las juntas de jueces, eso puede suponer de un incremento de hasta el 30% de trabajo. Si tenemos que lidiar con los delitos sexuales y encima empiezan a proliferar los errores técnicos, pues la situación es verdaderamente caótica.
-¿Hay mucho riesgo de esa sobrecarga?
Claro. No solamente es una cuestión práctica y material de que estos juzgados se pueden ver sobrecargados, sino también una cuestión de planteamiento. Se supone que lo que se buscaba aquí era una especialización del juez en materia de violencia de género. Ahora tenemos que tratar delitos contra la libertad sexual, que no son de relaciones de pareja. Ya estamos viendo otra cosa, y nuestra especialidad se ve resentida. Cuando yo he estado en un juzgado de instrucción ordinario, no especialista en violencia de género, he tenido casos parecidos. Y son unos asuntos muy complicados que se asemejan a la lucha contra el crimen organizado. Y esto implica pinchazos telefónicos, registros domiciliarios, órdenes internacionales... ¿Eso no nos está alejando de nuestra especialidad? Que es la violencia de género, las relaciones domésticas, el problema del maltrato a la mujer. Ahora estamos convirtiéndonos en instructores generales, tarea muy bonita y que a mí me encanta, pero que no es el objeto de estos juzgados.
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-¿Se corre el riesgo de no atender bien dos delitos tan sensibles como el de malos tratos y los sexuales?
-Claro. Es que insisto que jugamos con fuego. Si no haces bien ni una cosa ni otra, pues al final la casa sin barrer.
-Volviendo a los fallos de las pulseras. ¿Qué solución le ve?
-Una reacción rápida para avisar inmediatamente de los fallos a las Fuerzas de Seguridad. Eso es lo correcto. Si eso se ha hecho así, me parece estupendo. No se trata de criticar por criticar. Lo que pasa es que esto es el síntoma de una enfermedad de fondo. El tratamiento de los síntomas está muy bien. Alivia los dolores y las molestias. Pero si la causa de la enfermedad sigue ahí, se puede volver a reproducir. Lo que hay que hacer no es reparar el problema cuando se produce, aunque obviamente también. Lo que hay que hacer es dotarnos de unos sistemas más robustos, unos sistemas electrónicos más fiables, y perdone que vuelva a lo de antes, trabajar con menos sobrecarga. Cuando haya más juzgados y tengamos menos asuntos, se le puede dedicar una atención más personalizada y el riesgo de daños colaterales decrecerá. Hay que ir a las causas estructurales y poner los medios para que esto no se repita en el futuro.
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«Se está transmitiendo inquietud e intranquilidad a las mujeres protegidas con pulseras, y eso es muy grave»
-¿Teme que estos fallos echen a muchas víctimas atrás a la hora de denunciar?
-No sé si hay riesgo de que las mujeres no se atrevan a ir a los juzgados porque temen que la respuesta judicial no sea efectiva. Pero sí se está transmitiendo inquietud e intranquilidad a las mujeres que ahora mismo están protegidas por sus respectivas pulseras. Y eso es muy grave. Porque nosotros no solamente pretendemos evitar que se cometa el delito, pretendemos que la calidad de vida de esta persona mejore, que su temor decrezca, que su estrés disminuya, que en la medida de lo posible pueda llevar una cotidianidad dentro de los límites de la normalidad. Si resulta que la señora está pensando si eso va a funcionar o no, se produce una perturbación anímica que a mí me preocupa mucho.
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