Ucrania-Valencia, el viaje de la esperanza
Crónica visual de la expedición formada por un grupo de comunidades cristianas, bajo el nombre Emaús abraza Ucrania, que ha logrado traer y dar hogar en Valencia a 67 mujeres y niños
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T. RODRÍGUEZ El viaje comienza el día 17. Llueve en Valencia y las fallas quedan atrás. Salen de la ciudad cuatro de las cinco furgonetas y un autobús que, en total, transportan 5.000 kilogramos de medicamentos y comida. La idea inicial es llegar hasta la ciudad polaca de Lublin (atravesando Alemania y Francia) cerca de la frontera con Ucrania y recoger al mayor número posible de refugiados. La otra furgoneta sale el día 18 en una ruta distinta, por Génova, Viena y Brno.
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T. RODRÍGUEZ Alfredo, uno de los conductores de las furgonetas, improvisa sobre la marcha para sujetar una pieza que se ha soltado a causa de los baches de las autovías polacas. Hace mucho frío y la suerte acompaña porque el conductor de un camión lleva unas bridas que permiten solucionar el problema y seguir el camino previsto.
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T. RODRÍGUEZ Llegados a Częstochowa, el epicentro del recio catolicismo polaco, parte de la expedición es acogida por la fraternidad de los Hermanitos del Cordero, que se dedican a la oración y a la vida mendicante por las calles, siempre en contacto con las más pobres.
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T. RODRÍGUEZ Son las seis de la mañana del día 19 de marzo. Amanece en el humilde monasterio y en la casa contigua unas lunas dibujan los colores de la bandera de Ucrania.
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T. RODRÍGUEZ Carlos, que ha venido acompañado de sus hijos, es el encargado de llevar el autobús. Entre los tres se turnan en el largo recorrido y forman parte, como el resto de miembros de la expedición, de un equipo que afronta cada dificultad con sentido del humor. Un rayo de sol, a unos doscientos kilómetros de Lublin, invita a parar para el almuerzo.
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T. RODRÍGUEZ Boris, un soviético que fue jugador de voley en el CSKA de Moscú, se sienta al fondo del autobús abarrotado de cajas. Necesita estirar la pierna derecha tras una operación a la que fue sometido hace tiempo pero que todavía le causa molestias. Junto a Oksana, una ucraniana que vive en Valencia desde hace seis años, se encarga de traducir las conversaciones.
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T. RODRÍGUEZ Asun y Joaquín acaban de ser abuelos y, abrazados, hablan con su hija, que les muestra a su nieta y les cuenta emocionada cómo ha ido el parto.
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T. RODRÍGUEZ A media mañana del día 20, el vehículo llega a Lublin y comienza la descarga de todo el material. Se guarda en un almacén de una empresa que fabrica placas solares, a las afueras de la ciudad. De ahí será enviado a la zona de guerra por medio de la Fundación Godne Zycie.
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T. RODRÍGUEZ Una casa enorme es también la sede del Camino Neocatecumenal en Lublin. La familia, con quince hijos, también se ha encargado de reunir a muchos de los refugiados que se subirán al autobús con rumbo a Valencia. Eso será más tarde, ahora hay que reponer fuerzas en una de las mesas del enorme salón de la casa.
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T. RODRÍGUEZ El padre Dominik Szymanski celebra una misa con la que la comunidad de Lublin da la bienvenida a la expedición valenciana. El párroco habla español porque trabajó durante tres años en varias parroquias de Vizcaya (incluso hace alguna broma sobre lo que echa de menos los chuletones). Después acompaña a los visitantes a un breve paseo por el centro de la ciudad.
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T. RODRÍGUEZ Llegar a elaborar una lista exacta de nombres de quienes se van a subir al vehículo resulta ser uno de los trabajos más complejos de la misión, siempre sujeta a cambios imprevistos por las circunstancias en las que viven y se mueven los refugiados. Muchos van y vienen sin rumbo fijo o cambian de opinión o de medio de transporte y destino sin previo aviso. Sonsoles repasa junto a Oksana y Ester las identidades de las primeras familias que se presentan en la sede de la fundación.
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T. RODRÍGUEZ Lubov, que en ucraniano significa «amor», sonríe junto a su nieta Verónica. Subir al vehículo les da tranquilidad tras muchos días de incertidumbre. En Valencia les espera un familiar. La niña no tarda en quedarse dormida.
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T. RODRÍGUEZ Cada día llegan a Lublin decenas de autobuses y trenes son refugiados. Los que parten hacia Valencia proceden de lugares muy variados de Ucrania, familias enteras que llevan todo lo que tienen en unas cuantas bolsas.
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T. RODRÍGUEZ La pequeña Slata, en brazos de su madre, Zhanna, y acompañada de su abuela, Yuliia, abandona el centro para refugiados de Lublin con destino a Valencia. La niña tiene parálisis cerebral y necesita terapia.
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T. RODRÍGUEZ Halina tiene a su hija y sus dos nietos en Alicante. Dejaron Kiev antes de que empezara la guerra porque un brote de Covid obligó a cerrar el colegio y ahora su hija ha decidido quedarse en España y buscar un trabajo.
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T. RODRÍGUEZ El viaje resulta agotador, el trayecto son unas cuarenta horas sin salir del autobús más que para las necesidades básicas. Cualquier hueco, incluso el suelo, es bueno para poder estirar las piernas y descansar un poco.
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T. RODRÍGUEZ Valeria, de 21 años, con gafas, trabajaba como periodista en prácticas en la televisión regional de Dnipró, la ciudad más poblada del país.
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T. RODRÍGUEZ La intendencia en un viaje de estas características es tan importante como compleja. Lo mismo hay que preparar biberones que bocadillos, improvisando sobre el difícil espacio de un autobús en movimiento abarrotado de trastos. En la imagen Marta reparte la merienda a algunas de las pasajeras en una de tantas paradas.
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T. RODRÍGUEZ La vida transcurre entre camiones, gasolineras y descampados de un gran número de áreas de servicio españolas, francesas, alemanas y polacas. Los niños, el grupo más abundante de la expedición, marcan el ritmo y en ocasiones expresan su cansancio. Kira, de espaldas, a veces lo pasa mal con sus tres hijos. Su marido es militar.
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T. RODRÍGUEZ Un sueño cumplido. Svitlana se emociona al saber que tiene una casa de acogida, en la playa de Almenara, en la que quedarse con sus dos hijas. Estuvo a punto de perder a la pequeña en uno de los tumultos que se formaron en las estaciones durante los primeros días de la huída de Ucrania.
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T. RODRÍGUEZ La mayoría de los ocupantes del autobús de 'Emaús abraza Ucrania' posa a su llegada a Valencia, donde fueron acogidos en el colegio La Salle de Lliria. Allí se les ha ofrecido refugio y alimento durante los primeros días mientras partían a encontrarse con sus familiares o hacia los diferentes hogares que les han ofrecido acogida.
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