Paula sufrió maltrato con 15 años: «Dijo que me rompería la cabeza contra la acera»
Pese al miedo y las secuelas, se ha rehecho y hoy ayuda como psicóloga a otras mujeres en riesgo
Save The Children alertaba ayer de una cifra para la reflexión: más de un millar de niñas y adolescentes víctimas de la violencia de género en la Comunitat ... en la última década. Paula Mafé fue una de ellas. Ya ha superado el miedo y por eso da la cara. «Ya no me considero una víctima, sino más bien una superviviente». Con 24 años, la valenciana ha hecho de su sufrimiento experiencia. Hoy, como psicóloga, ayuda a otras mujeres a superar la violencia de género.
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Apenas era una niña cuando se tropezó con la lacra. Fue con su primer novio. Tenía 15 años. Pero por aquel entonces, confiesa, le faltaron herramientas educativas y madurez para darse cuenta de que lo que soportó tres años era, sencillamente, intolerable. «Él tenía 17 años y me pareció muy gracioso, con buen humor. Me hacía reír, parecía enamorado...».
La risa cambió por miedo y llanto a los seis meses. «Ya empezó a levantarme la voz en público. Me insultaba delante de amigos y familiares...», recuerda. Cinco de los puñales verbales los tiene bien grabados: «Puta, niñata, egoísta, llorona y malcriada». Llegó en esa época otro de los habituales mecanismos machistas: aislamiento a base de atacar y desacreditar a amigos o familiares. «Acabé convencida de que tenía que luchar contra todo el mundo para estar con él. Hacía que me enfrentara a mi entorno. Él decía que no le entendían, que todos querían separarnos», describe.
«A tus hermanos les haré la vida imposible» y «a tu madre le provocaré un accidente de coche», entre las amenazas
Empujones y control
Después apareció la violencia pura y dura. «Primero fueron empujones. Destrozaba cosas porque se enfadaba conmigo». Aquel chico divertido y risueño comenzaba a revelarse como un celoso, «capaz de romperme el teléfono móvil porque le había dado 'me gusta' al comentario o publicación de otro chico en Facebook». Otro síntoma: el control de las redes sociales. «En otra ocasión me empujó contra una estantería. Jugaba con el ordenador y yo le pedí un favor. No estaba de acuerdo, le levanté la voz y me dio un trompazo».
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Según Paula, los celos de su expareja reaparecieron con una infame encerrona en el coche. «También por celos. Me acusaba de que me quedase callada ante sus amenazas y desprecios. Y estalló. Me destrozó el móvil a golpes contra el salpicadero, me tiró una pizza encima y me tuvo media hora larga sin dejarme salir».
Al final llegaron los primeros intentos de Paula por desvincularse de su maltratador. Y se topó con el chantaje emocional. «Me decía que se iba a suicidar. Eso me generaba muchísima angustia y volvíamos».
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Pero hubo un punto final. «En una de las rupturas me pidió un regalo que me había hecho. Quedé con él y me lo tiró al suelo. Me empujó, corrí y me persiguió por la calle», relata. Paula se refugió en casa de una amiga. Y estos son algunos de los mensajes que recibió en el móvil: «No voy a terminar hasta que estés muerta», «te romperé la cabeza contra el bordillo de la acera», «a tus hermanos les haré la vida imposible y a tu madre le provocaré un accidente de coche». Estuvo, dice la joven, «varias horas escribiendo amenazas y llamando al timbre para que saliera».
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Por fin dio el paso y denunció ante la Guardia Civil. «Hubo un juicio rápido y le impusieron una orden de alejamiento que quebrantó tres meses después. Estaba con una amiga, se acercó y dijo que tenía que seguir escondiéndome», asegura. Paula temía los encuentros en la calle. Tal ha sido su miedo que con el confinamiento «llegué a sentirme segura y en paz en casa. Suponía que él estaba en la suya y no podía salir».
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¿Secuelas? Paula achaca al miedo y la tensión algunos problemas físicos como «problemas renales o pérdidas de orina». También «se me hundió la autoestima y tuve que volver a empezar de cero en relaciones personales, pues me hizo perder amigos y amigas».
La salida psicológica
La psicología, carrera que cursó con éxito, «me ha servido de apoyo, creo que elegí este camino para superar lo que estaba pasando», detalla. «Ahora me dedico profesionalmente a ayudar a otras en una vivienda tutelada para mujeres víctimas de malos tratos».
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Entre sesiones individuales y talleres de autoestima, conoce y apoya otras a muchas que están pasando lo mismo que ella sufrió en la adolescencia. Y Paula no alberga duda: «Se puede salir, claro que sí, y deben confiar. Yo no me considero una víctima, sino más bien una superviviente». La joven también ofrece su testimonio en colegios para que su voz salve a otras. Y hoy, zanja, «ya no tengo ningún miedo«.
Y tiene un convencimiento: «Hace falta que nos concienciamos desde pequeños. Hay que acabar con el mito de los celos como amor. A lo mejor, si todas estas cosas me las hubieran explicado mejor desde niña en el colegio no hubiera pasado tanto tiempo sufriendo».
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