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«Vinival es una gran oportunidad de hacer algo único para Valencia. Y todo lo que es único ayuda a crear vínculos»
El prestigioso arquitecto, autor del proyecto en La Patacona en el solar que ocupan las antiguas bodegas, defiende una idea de una arquitectura de espíritu mediterráneo «y anclaje local muy poderoso»
Juan Herreros (Madrid, 1958) detiene el coche en el trayecto entre Santander y Palencia («Con pe», aclara con una sonrisa) para atender a LAS PROVINCIAS ... y reflexionar sobre su primer proyecto en Valencia, la urbanización del sector de las bodegas Vinival en La Patacona, que algo tiene de rareza: siendo uno de los arquitectos españoles de mayor prestigio, nunca había trabajado para clientes valencianos. «Es la primera vez», confiesa. «Es la que más cuesta, la primera. Cuando haces una, es más fácil que hagas más». Autor de una serie de edificios de enorme impacto en todo el mundo (el más famoso, su Museo Munch de Oslo), medita sobre la peculiaridad de este encargo para Valencia, un proyecto de Metrovacesa que se desencalló recientemente tras largo tiempo sin avances.
- El proyecto en La Patacona presenta singularidades muy específicas. Una intervención alrededor de una arquitectura tan potente como las Bodegas Vinival, ¿obligaba a una reflexión adicional a todo el proyecto?
- El reto más importante desde el punto de vista de la disciplina del urbanismo y de la arquitectura era cómo hacer que este proyecto sirva para equilibrar su propio entorno, no solo a sí mismo: entendimos desde el principio que no podíamos pensar solo en lo que iba a ocurrir dentro de este solar, sino que había que pensar en cómo iba a afectar a todo lo que le rodeaba, todos los equipamientos que no tiene La Patacona, la falta de un centro de gravedad psicosocial, de un espacio de encuentro y de actividades... Que las viviendas del proyecto no fueran solo apartamentos, digamos normales o sin más equipamientos. Pero mirando ya el sitio en concreto, hay que recordar que esta pieza de las bodegas no estaba protegida cuando empezamos el proyecto sino que sale de un empeño de los propietarios y nosotros mismos de proteger ese edificio para convertirlo en el referente de una memoria que estaba latente, que la gente tenía muy inscrita en su cabeza, aunque casi nadie había entrado.
- ¿Ahí residía el factor más complicado del encargo?
- Esa parte era difícil, pero también diría que la presencia de las bodegas forma parte del carácter y de la personalidad del sitio, entre el mar y la huerta. Era casi como un eje perfecto para definir el proyecto desde un sentimiento mediterráneo hasta un anclaje local muy poderoso. Y desde ahí, desde ese objeto trabajamos.
- ¿Le gustan las bodegas? Se lo pregunto porque es una tipología que ha recibido a menudo algún tipo de contestación.
- Vinival me parece fascinante. No hay muchos vestigios de arquitectura industrial en Valencia y además el patrimonio industrial ha sido muy castigado en todo el país. Su valor es que disponemos de un edificio en una condición de conservación tan buena y casi con sus particularidades intactas, pero que al mismo tiempo son susceptibles de ser reutilizadas sin alterar demasiado el proyecto con nuestras casas. Es una gran oportunidad para crear algo que es único. Y en cierto modo, todo lo que es único ayuda a crear vínculos.
- Esa es por cierto una cuestión pendiente: qué hacer con las bodegas, qué destino deberían tener. ¿Qué haría usted al respecto si estuviera en su mano? Los promotores hablan de un centro cívico, equipamientos culturales...
- Todo lo que lleva el apellido cívico ya tiene un cierto marchamo de valor social incontestable, pero pensamos que es un sitio para que alguien le ponga algo más . Yo creo que sería ideal algo girando alrededor del concepto de la gastronomía, o del concepto del ejercicio físico o el concepto de la investigación. Algo que dijera que este sitio es único, no un centro cívico más que aprovechó que había un edificio existente y se colocó lo de siempre, que es muy necesario, cierto. Pero yo me imagino un buen mercado, que tendría también usos cívicos, o un buen centro deportivo que cuide por la salud y el aprecio por el cuerpo que últimamente es tan importante en nuestra sociedad. Algo así. Yo creo que es muy importante que sea algo que tenga carácter.
- Hablaba de esa privilegiada situación del solar como su gran fortaleza. Cerca del mar y de la huerta, pero también cerca de la ciudad. ¿A eso se refiere cuando habla de oportunidad única?
- Sí, porque hay una serie de lugares que tienen un carácter periférico, que parece que están al margen de todo, pero que cuando los analizas descubres que son el centro de gravedad y otras muchas cosas. Por ejemplo, poder ir a la universidad en bici desde desde Vinival o poder ir en bici al centro de Alboraya a tomarte una horchata o hacer unas compras es algo que habla de una calidad de vida impagable. Tienes al lado el mar y tienes una huerta que es un prodigio, digamos, antropológico. Creo que esas oportunidades son con las que nosotros tenemos que trabajar y a partir de las cuales podemos tener ambiciones extraordinarias: hacer un barrio sin coches, un barrio que tiene una única calle que lo atraviesa, un único vial y todo lo demás es peatonal. Ese espacio publico permite un urbanismo con perspectiva de género, algo muy novedoso si realmente sale adelante tal y como está dibujado. Tenemos muchas esperanzas de que así sea.
- Cuando cita este proyecto, usted habla de un concepto que me llama la atención: la idea de barrio avanzado. ¿En qué consiste?
- En que como arquitecto siempre tienes que partir de unos valores, apoyar la arquitectura. Al final somos diseñadores, no sólo planificadores. Pero creo que en este caso, esa geometría de los bloques, las siluetas de los edificios, la presencia de la naturaleza y del verde, va a ser algo muy, muy atractivo, que ayudaría a que se inscribiera en esa corriente europea del barrio avanzado, que pensamos como si fuera un fragmento de ciudad: es decir, un barrio que lo tiene todo para él y para los que le rodean. No es un barrio especializado sino que hay vivienda social y hay vivienda de mercado, hay equipamientos de todo tipo, hay un sentido ecológico de la vida, hay una atención a la calidad del aire y del entorno. Tiene ciertos compromisos con la gestión del manejo del agua y de los residuos y es por lo tanto una especie de expresión de confianza en el futuro, con inquietudes que nos preocupan a todos, Haciendo fragmentos de ciudad se demuestra que es posible vivir en contacto con la naturaleza, recuperar un suelo fértil donde hace poco solo había tráfico pesado y polución. Crear comunidades de personas que sienten que pertenecen a algo. Eso es para mí un barrio avanzado.
- Mientras veía las recreaciones que ha dibujado de su proyecto, me preguntaba de dónde nace la inspiración. Entiendo que de esa reflexión sobre el entorno privilegiado que menciona.
- Nosotros somos como forasteros que llegamos a los sitios y miramos sus expresiones de una manera diferente de la que hacen los locales, pero que intentamos siempre que las consideren como propias. Nuestra inspiración por lo general viene más de una red de proyectos en los cuales se ha buscado una disolución de la arquitectura en la naturaleza y viceversa. Viene más de la invención de conceptos que en realidad se apoyan en cosas que existen pero que tratan de tener una dimensión nueva. Nosotros siempre decimos que está muy bien ser ecologista, pero que eso hay que traducirlo. Que está muy bien hablar de la perspectiva de género, pero hay que entender qué quiere decir eso cuando estamos haciendo arquitectura. Y cuando llegamos a Valencia veníamos más con las ideas de lo que se estaba haciendo en Países Bajos o en otros lugares y por eso no nos fijamos tanto en en proyectos como en naturalezas reales.
- La huerta, de nuevo.
- Es que para nosotros el verdadero inspirador fue la huerta, un sitio que no tiene una geometría ortogonal, sino que tiene la geometría de la huerta, de las líneas casuales, las de las acequias. No tiene los colores típicos de la ciudad, sino que tiene los colores de los frutales y de las hojas y de los suelos de la huerta. No tiene la idea de una extremada artificialidad, es una construcción de las personas. Incluso pensamos que en la huerta es todo naturaleza, pero no es cierto. En la huerta hay un montón de de chapa galvanizada, uralita, y tiene algo como entrañable, de una modestia sofisticada: eso de que haces un chamizo para ponerte una parra y debajo te comes una paella con tus amigos. Eso puede ser la máxima felicidad. Y no se puede hacer con envidia de la ciudad. La ciudad es el ensanche, es rectangular y está dictada por el coche, pero la huerta, no. Y eso nos ha parecido más inspirador que buscar arquitecturas similares preexistentes.
«El verdadero inspirador del proyecto fue la huerta, más que buscar arquitecturas similares preexistentes»
Juan Herreros
Arquitecto
- A propósito de la ciudad, se suele recurrir mucho a esa idea según la cual la arquitectura hace el urbanismo, pero me pregunto si no sucede también al revés. Por ejemplo, en este caso de Vinival.
- Tiene muchísima razón, porque lo que tiene de interesante es que la arquitectura no rellena lo que ha dibujado el urbanismo. Es decir, en Vinival todo es un único gran proyecto de arquitectura y urbanismo, así, todo seguido, donde no hay diferencia en la forma en que se piensan los edificios de la forma en la que se piensa el espacio público. Hay un urbanismo sobre el que gravita literalmente una arquitectura y hay una arquitectura que organiza ese urbanismo. Y me parece que esa fusión entre las dos disciplinas es algo que no solo tendría valor aquí, sino que es casi como un manifiesto: decir que quizá nos hemos equivocado trazando barrios con geometrías muy claras, muy rotundas, que parece que tienen la impronta de la ciudad, pero luego resulta que son estériles porque se rellenan con edificios que aparecen como piezas que caen del cielo. En Vinival, al revés, los edificios tendrán que jugar con la geometría que les dicta el suelo y viceversa.
- La belleza del caos.
- Algo parecido. Un caos controlado.
- Volviendo a su encargo para La Patacona. Me pregunto con qué se puede comparar porque no encuentro analogías en otras ciudades de España. Un sector tan amplio, en una posición tan estratégica y tan privilegiada...
- Encontrar este tipo de proyectos, estas oportunidades, es muy difícil. España tiene ahora mismo una serie de bolsas de suelo grandes, con potencialidades edificatorias que pueden aportar una cantidad suficiente de gente nueva como para poner en marcha modos de vida y de utilizar la ciudad diferentes que lamentablemente se suelen resolver de una manera más convencional y que pasan desapercibidos porque cuando están construidos y terminados, pues son más de lo mismo.
- Anodinos.
- Anodinos, sí. Absolutamente. Pero en Vinival ha habido una conjunción entre la voluntad de unos propietarios de suelo capaces de esperar años para conseguir lo que quería, la voluntad de unos políticos que han planteado sus sus preocupaciones y se ha llegado a un consenso, porque este proyecto se ha aprobado con la votación de todas las fuerzas políticas del Ayuntamiento, y la voluntad de unos vecinos que a través de procesos participativos han expresado también sus necesidades y sus deseos. Es una demostración de que hay una forma de hacer las cosas que es laboriosa porque lleva años pero al final resulta que todo el mundo puede estar contento con algo que no había imaginado antes. Y esa es la gran satisfacción. Es milagroso en cierto modo, pero lamentablemente milagroso, porque…
- Porque los milagros deberían ser más habituales.
- Lo deberían ser. Pero en el futuro, cuando esto se haga en La Patacona, la gente dirá que hay tal barrio de La Haya, tal barrio de Berlín, tal barrio de Lyon y también tal barrio en Valencia. Y que serán los barrios construidos en Europa en los últimos años donde se vivirá en el futuro.
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