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García Márquez, Edwards, Vargas Llosa, Donoso y Muñoz Suay rodean a Carmen Balcells en 1974.
La matriarca de las letras

La matriarca de las letras

Carmen Balcells dio a conocer al mundo a los mejores escritores latinoamericanos. Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Neruda o Carlos Fuentes fueron representados por la agente literaria, fallecida ayer en Barcelona

DANIEL ROLDÁN

Martes, 22 de septiembre 2015, 02:16

Dos kilómetros y medio. Esa sería la longitud si todos los documentos de la vida profesional de Carmen Balcells se colocasen uno detrás de otro. Un trabajo de la agente literaria ilerdense que mutaba su piel de agente literario por el de confidente, consejera, paño de lágrimas, salvadora o lo que sus queridos escritores necesitaban. Hasta un sueldo, como le sucedió a Mario Vargas Llosa. Tan claro veía el potencial del escritor peruano que Balcells decidió darle un sustento económico mensual para que dejase el periodismo y dedicara sus energías a escribir libros con la tranquilidad de que sus necesidades estaban cubiertas. Pero a pesar de todos los cambios de piel para convertirse en lo que sus 'hijos' necesitaban, la Mamá Grande -como la bautizó en su momento Gabriel García Márquez- nunca intentó ser su amiga. Mantenía esa distancia afectiva con sus representados, aunque no dudaba en meterse de forma sibilina en todos los aspectos que les rodeaban. «Yo no tengo amigos, tengo intereses», era una de las irónicas frases que solía repetir a menudo.

A los escritores no les importaba que Balcells, fallecida ayer a los 85 años en la ciudad condal, no mezclara la amistad y la profesionalidad en sus relaciones. Esta implacable negociadora de Santa Fe de Dalt (9 de agosto de 1930) hizo algo mucho más importante por ellos. Dignificarlos. Cambió las leoninas relaciones que mantenían los escritores con sus editores por unos contratos más dinámicos y beneficiosos para los creadores. «Gracias a ella puedo ir todos los días al mercado», explicó en su momento de forma más que gráfica el uruguayo Juan Carlos Onetti.

Balcells comenzó a tener los primeros contactos con el mundo literario en 1955. Su paisano Jaume Ferran le presentó a Josep Maria Castellet, Juan Goytisolo, Jaime Gil de Biedma o Gabriel Ferrater. Ella trabaja de secretaria en una oficina barcelonesa, después de haber estudiado Comercio. Pronto decidió cambiar de aires y desenvolverse en el mundo de las letras de la mano de Vintila Horia, un escritor rumano exiliado que editaba a escritores exiliados españoles a través de su agencia literaria ACER. Pero en 1960, todo cambió. A Horia le conceden el premio Goncourt -al que luego tuvo que renunciar acusado de ser filofascista- y decide trasladar su oficina a Francia. La joven catalana no le sigue. Se queda con los representados de su exjefe y decide fundar la Agencia Literaria Carmen Balcells. Su primer cliente nuevo sería Juan Goytisolo, futuro premio Cervantes, y las cosas comenzaron a cambiar. Balcells colocó a los escritores y negoció derechos con la misma furia que una leona defendiendo a sus cachorros. Adiós a la cesión de por vida y en todo el planeta de los derechos de sus obras. Hola al parcelamiento de los mismos según país, traducción o tiempo de publicación y a una férrea defensa de los suyos ante los editores.

Nuevos valores

Pero Balcells también supo ver pronto el filón literario de América Latina. Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Jorge Edwards, José Donoso, Carlos Fuentes, Pablo Neruda u Onetti -o los más actuales Isabel Allende y Bryce Echenique- lograron romper fronteras -y comer, como indicaban el poeta uruguayo- gracias a la implacable Balcells, que también se acercó a algunos escritores de habla portuguesa y a autores nacionales. Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Javier Cercas, Carme Riera, José Luis Sampedro, Manuel Vázquez Montalbán o Max Aub -estos últimos incorporaron a la superagente como personaje en sendas obras- también fueron representados por la agencia literaria, que Balcells dirigió hasta 2000, cuando cumplió las siete décadas de vida.

Nunca se fue del todo. Ocho años después decidió regresar a su agencia-domicilio tras perder fuelle competitivo y algunos clientes. Dejaba hacer a sus colaboradores para tomar partido solo en las grandes decisiones. Su mermada condición física -se movía en una silla de ruedas- no le impedía gestionar su valiosa cartera. En 2014, volvió a sorprender al mundo editorial. Nombró a Guillem d'Efak, un gestor cultural, como su sucesor al frente de su agencia que ha elaborado más de 50.000 contratos y defiende los intereses de unos 300 autores, entre ellos seis Nobel.

Además, anunció a bombo y platillo su unión con Andrew 'El chacal' Wylie parar crear una de las agencias más importantes del mundo, uniendo al representante literario más importante del mundo anglosajón con la más importante del mundo hispano. Sin embargo, la alianza no cuajó y Wyle anunció que montaba su propia oficina en Madrid el pasado mes de agosto. Balcells no se pronunció sobre la ruptura de estas negociaciones, siguiendo la máxima de que valía más por lo que callaba que por lo que contaba. Tampoco es que contara mucho: apenas dio una decena de entrevistas. Como tampoco desveló si el inédito diario de Gil de Biedma que se negó a publicar estaba entre los dos kilómetros y medio de documentos que vendió al Estado.

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