Borrar
Urgente Los valencianos acuden en masa a ver a la Virgen en el último día de Fallas
Montaje con dos fotografías de los rostros de Miguel Ricart que fueron realizadas entre 1997 y 2013 cuando fue juzgado y salió de la prisión de Herrera de la Mancha.
Miguel Ricart, dos años en el anonimato

Miguel Ricart, dos años en el anonimato

El exconvicto no se ha puesto en contacto con ningún familiar desde su excarcelación

Javier Martínez

Jueves, 10 de diciembre 2015, 20:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El único condenado por el triple crimen de Alcàsser, Miguel Ricart Tárrega, continúa en paradero desconocido tras mantener su nueva vida en el anonimato durante los dos años que lleva en libertad. Desde que salió de la cárcel de Herrera de la Mancha, el expresidiario fue sometido a un discreto control por parte de las fuerzas de seguridad. Así lo confirmó en su día el fiscal general del Estado, aunque la medida estaba más encaminada a proteger a las familias de sus víctimas que a vigilar los movimientos del exconvicto, tal y como señalaron en su día fuentes jurídicas.

El revuelo mediático que causó su excarcelación el 29 de noviembre de 2013 obligó a Ricart a abandonar España. En el propio tren que cogió en Manzanares (Ciudad Real) para desplazarse a Jaén nada más salir de prisión, viajaban varios periodistas y dos policías de paisano que siguieron al recién liberado con la intención de averiguar dónde iba a dar con sus huesos.

Pero Ricart cambió su itinerario de huida y se apeó en Linares, donde hizo sus primeras declaraciones en libertad a un periodista del programa Espejo Público de Antena 3. "Mantengo lo que dije en su día. Soy una puta cabeza de turco. Tengo que demostrar que yo no fui", dijo con su rostro oculto con un pasamontañas. "Lo que hicieron con esas chicas no tiene perdón de Dios", añadió mientras caminaba por una calle cercana a la estación de Linares. Las palabras del expresidiario se difundieron como avance de una entrevista en exclusiva.

En los 50 minutos de conversación que mantuvo con el periodista Sergi Ferré, Ricart también habló de su pasado delictivo: "He infringido la ley, he cometido errores, he robado un banco, he robado mucho. Gilipollas... Pero de ahí a lo otro..." Todo parecía indicar que la infundada teoría de la conspiración criminal en el caso Alcàsser sembraría otra vez dudas y sospechas por toda España.

Sin embargo, la entrevista no se emitió y el altavoz televisivo sólo estuvo al servicio del exconvicto durante unos segundos. El rastro de Ricart se recuperó en un hotel de Madrid, donde fue trasladado por dos reporteras de una productora. La polémica se trasladó entonces a Telecinco tras los rumores de que El programa de Ana Rosa estaba detrás de la exclusiva. Horas después, Mediaset afirmó que no daría "minutos de gloria televisivos a un asesino temido y repudiado por una sociedad muy dolida por estas excarcelaciones". El grupo de comunicación se refería a los presos que se beneficiaron de la derogación de la doctrina Parot.

Paso fugaz por Valencia

Tras pasar por Córdoba, el expresidiario llegó a Valencia, donde estuvo una hora aproximadamente en la estación de autobuses, el expresidiario viajó luego a Girona. Allí volvió a pisar unas dependencias policiales para renovar su DNI, pero no pudo hacerlo porque no había pedido cita y le faltaba un documento. La noche del 12 de diciembre de 2013, el exconvicto cogió un autobús con destino a Francia, donde se perdió su pista, aunque pudo regresar a España días después. Así lo indica un billete de autobús que presuntamente compró para realizar el trayecto París-Girona, según publicó el periódico El Punt Avui, tras alterar el orden de sus apellidos.

¿Ricart se esconde en algún lugar de España? ¿Continúa en Francia? Son preguntas cuyas respuestas están en el informe que realizaron los agentes que lo siguieron durante sus primeros días en libertad. Sin arraigo familiar ni social, el exrecluso tiene muy poca gente que se apiade de él. Tras pasar 21 años entre rejas, de una condena de 170, El Rubio, apodo de Ricart en su juventud, vivió ese tiempo completamente encerrado en su mundo. Su vida en la cárcel era tan mortecina como cómoda. Sólo la cuenta atrás de su libertad, cuando el Tribunal de Estrasburgo tumbó la doctrina Parot, devolvió cierta complacencia a su rostro.

Cinco familiares (su hija, una hermana y tres sobrinos) son las únicas personas allegadas que podrían compadecerse aún del expresidiario, que no se ha puesto en contacto con ningún familiar desde que salió de la cárcel. Su expareja no quiere saber nada de él, pero su hija, que ya tiene 25 años, mantiene el apellido Ricart y no descarta reunirse algún día con su padre "para escuchar las explicaciones que le pueda dar", asegura el compañero sentimental de la joven. Su madre y sus tías le aconsejan que nunca dé ese paso. Siguen sin fiarse de El Rubio, aunque en 1993 aseguró a un psicólogo en la cárcel que su hija es "lo más importante de su vida". Esta afirmación la realizó durante una entrevista clínica en el centro penitenciario de Picassent.

Una dura niñez

La madre de Ricart murió cuando él tenía cuatro años, y las relaciones con su padre se fueron deteriorando por los castigos físicos a los que le sometía. Compartió pupitre con los niños huérfanos del colegio San Juan Bautista de Valencia, donde tuvo un buen comportamiento con sus compañeros y las religiosas, hasta que consiguió una beca para estudiar en la Universidad Laboral de Cheste. Tras ser expulsado de este centro, Ricart fue también alumno del instituto de Catarroja.

A los 16 años abandonó los estudios y se puso a trabajar en tareas agrícolas. En esta época comenzó también a coquetear con las drogas, que moldearon su conducta junto con las malas compañías. Con su mayoría de edad recién estrenada, se marchó de casa para vivir con su pareja y sus dos cuñadas. Las tres hermanas compartían vivienda con un joven de 18 años que apenas aportaba dinero para los gastos domésticos.

Trabajó de barrendero en Catarroja, un concesionario de automóviles y la fábrica de hielo de Mercavalencia. A los 20 años se enroló en la Legión y fue destinado a Málaga. Poco después su novia se quedó embarazada y dio a la luz a la hija de ambos. Durante una entrevista clínica con un forense, el preso dijo que su hija era lo más importante de su vida, negó haber mantenido relaciones homosexuales en su juventud y rechazó las conductas de tipo sádico.

Tras su paso por el Ejército, Ricart volvió con su pareja, pero la relación se rompió debido a discusiones por su holgazanería y a problemas de convivencia. Entonces se fue a vivir a la casa de Antonio Anglés, su habitual proveedor de droga, y entró en un círculo de delincuencia y drogas con participación en atracos, robo de vehículos y un ingreso en el centro penitenciario de Picassent, concretamente el 19 de agosto de 1992. Tres meses después, Anglés y Ricart violaron y asesinaron a las niñas de Alcàsser tras ofrecerse a llevarlas en el coche de este último a la discoteca Coolor, que fue derribada en enero del año pasado.

Según los hechos probados en la sentencia que condenó a Ricart a 170 años de prisión, los dos asesinos pudieron actuar en compañía, "posiblemente de alguna otra persona más", cuando invitaron a las tres jóvenes a subir al vehículo. Pero nunca se pudo demostrar la implicación de un tercer individuo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios