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El pueblo medieval de Besalú es uno de los atractivos turísticos de Girona.
Girona, el fortín del independentismo

Girona, el fortín del independentismo

En la tierra del nuevo president los empresarios apoyan por unanimidad la consulta, incluso el obispo reza por ella

zuriñe ortiz de latierro

Martes, 26 de enero 2016, 20:34

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A Girona puedes llegar volando de Breslavia, Marrakech, Alghero, Baden-Baden, Rabat, Florencia... pero es imposible hacerlo desde cualquier aeropuerto español, así que toca coger el tren. En el regional que sale de Barcelona, una universitaria atrapada en unos pitillos grises, la piel nacarada y más eyeliner que Adele mira de reojo al octogenario corpulento que acaba de subir en Sils. Tiene ganas de charla, uñas largas y negras, gorra calzada hasta las cejas, las zapatillas de casa. Con el rostro cruzado de arrugas, tostado por este invierno primaveral que florece en algunos frutales de la selva gironí, se anima en un catalán tan cerrado que parece portugués. Erguido en su asiento, conversa con el vacío, ajeno al paisaje que hay al otro lado de la ventanilla: una estelada gigante entre decenas de pinos bajo una luz blanca, mesiánica. El viaje se complica con el revisor, menudo y enfurruñado, que habla más difícil que el payés cuando se le pregunta en castellano por la siguiente parada. ¿A dónde lleva este tren?

Las urnas han vuelto a confirmar que es la provincia más independentista de Cataluña: Lluís Llach, cabeza de lista de Junts pel Sí en las elecciones autonómicas de septiembre, arrasó con un 56% de los votos y la CUP sumó al procés otro 8,6%. Los indicadores económicos hablan de la región catalana con los mejores índices de recuperación industrial. Las exportaciones van como una moto: se duplicaron en 2014 y el saldo exterior por habitante es de 3.000 euros -en Barcelona y Tarragona palman-, aunque por su tejido industrial necesitan importar muchos más componentes que la industria gironí, con predominio del sector cárnico.

Tras un primer paseo por la capital, donde las banderas independentistas cuelgan en todas las calles, históricas y modernas, sorprende un poco menos que la Cámara de Comercio, con 52.000 asociados, haya votado por unanimidad a favor del derecho a decidir. Su presidente, Domènec Espadalé i Vergés, los 70 cumplidos hace tiempo, un vendaval de actividad que trae de cabeza a sus secretarias, trata de explicar el enorme riesgo que está dispuesto a asumir el empresariado, familiar y mayoritariamente nacionalista.

- No es normal esta unanimidad, cierto, pero es que Girona es distinta. Aquí no hay grandes multinacionales, hay mucho empresario local para el que el derecho a decidir es un derecho democrático.

- ¿No temen el boicot?

- No, no. Tenemos buen producto y buen precio. Además, si el mercado español baja, exportamos. Aquí somos más abiertos, hablamos francés e inglés. Y somos pragmáticos, el estilo gironí del que habla el president Puigdemont. Estamos acostumbrados a pactar. Los empresarios queremos que no haya problemas, que haya un referéndum y que salga lo que Dios quiera.

Irse de España "sería la peor solución" para Manuel Xifra, presidente de Comexi Group, fabricante de maquinaria para envases flexibles con 500 empleados y 120 millones de facturación. "Pero seguir como estamos no puede ser. Hay que arreglarlo. Si desde España se hiciera un nuevo encaje, que pasaría por el referéndum, sería la mejor solución. Desde la sentencia del Estatut se frenó el camino hacia un estado plurinacional. El principal activista independentista ha sido el Gobierno del PP porque realmente ha dado argumentos". La lista de agravios es larga: el freno del corredor del Mediterráneo, las zancadillas para que el aeropuerto del Prat pegue el gran salto intercontinental... Pero Xifra lo explica con mesura, alejado de las proclamas políticas de Barcelona, la capital a la que Girona siente y mira desde la distancia. Francia les pilla más a mano. "Dentro y fuera de Cataluña tenemos fama de poblado de Astérix, pero no es así. Esta provincia es más independentista porque no tiene el cosmopolitismo de Barcelona y porque la clase empresarial ha sido siempre nacionalista. Siempre hemos hablado catalán, incluso en el franquismo".

No echan a los romanos a patadas, pero en Olot ha cerrado el único McDonalds abierto en la provincia. La multinacional de las hamburguesas prueba ahora a las afueras de Girona. La competencia es muy dura. La cadena local König, salchichas y bocadillos rebosantes de colesterol como los de cualquier ciudad del mundo, causa furor. Los fines de semana hay colas. "Es comida de franquicia, pero de aquí. Los bocadillos del König están en el gen gironí. La gente come ahí, no va a otras cadenas", ilustra Josep Roca, el sumiller del mejor restaurante del mundo. El Celler de Can Roca sigue en un barrio modesto de la ciudad, con los precios contenidos para no perder la clientela local y el firme propósito de no emigrar.

- Estamos y seguiremos en Girona. Es cierto que a casa viene gente de fuera, pero tenemos clientes de aquí desde hace treinta años. Nosotros no nos movemos.

- ¿Tampoco si avanza el independentismo?

- Entendemos que la gastronomía es un espacio neutro, limpio, donde se cruzan gentes de etnias y religiones diferentes, donde priman las vivencias, los sabores.

- Pero les apretarán...

- Ni es fácil, ni lo será en un futuro, porque sí, te aprietan de todas partes, de todas. Pero intentamos mantener el espíritu diáfano, blanco. Esto es gastronomía.

En el Café Le Bistrot, menú generoso a 15 euros en un mobiliario modernista y vistas a la Pujada de Sant Domènec, no se lo piensan tanto. Una estelada saluda al visitante en esta calle escalonada en piedra, deslumbrante con sus palacios renacentistas y góticos. "Somos catalans, catalans. La pusimos el 11 de septiembre de hace tres años y se ha quedado", explica uno de sus socios, treintañero de barba descuidada, aro en la oreja y modales suaves, como los de los comensales, gente de la ciudad salvo un par de franceses. En Girona no gritan. Ellos dicen que las voces las dan los políticos. En cualquier tienda, bar o plaza explican su sueño secesionista o la reivindicación del referéndum con naturalidad, como algo que viene dado si eres gironí. Nacen y mueren entre banderas, como el pintor Isidre Vicens, enterrado el martes pasado con la estelada y una rosa.

En uno de los escasos chinos del centro las venden a 1,10 y 3,50 euros y están colocadas junto al material escolar. En la librería Les Voltes -solo ejemplares en catalán-, detrás de la máquina registradora, bien visibles. En el bazar Moda Ángeles, copan los escaparates.

Girona vive la fiebre por las zapaterías de otras ciudades españolas, pero perduran ultramarinos del siglo pasado y alguna confitería como J. Marqués, con olor a buñuelos y anís. No es frecuente encontrar una franquicia en las relucientes calles peatonales del centro histórico. El imperio Inditex no ha podido colonizarlas, se ha quedado a las puertas del casco turístico donde uno no sabe muy bien en qué país está.

El español no existe en los ambulatorios, ni en las cartas de los restaurantes, ni en las señales viarias, ni en las indicaciones de las instituciones, ni en los rótulos de los comercios, hasta los tres mendigos estratégicamente repartidos en los puentes del río Onyar piden en catalán aunque su piel sea negra. Te ahorras tiempo y alguna mirada de mala leche con el inglés o el francés. Los dominicos de la calle Albareda dan la única misa en castellano de la ciudad y porque se llena de inmigrantes latinoamericanos.

Elda Mata, 63 años, gerente de un campo de golf en la Costa Brava, se plantó ante el mismísimo obispo con la cuestión, pero no ha logrado nada. Monseñor Pardo i Artigas ha defendido en varias ocasiones la consulta: "Conocer qué desean los ciudadanos es fundamental para asumir decisiones, sean las que sean, y para configurar el presente y el futuro. Siempre es necesario el discernimiento, el razonamiento y la posibilidad de decidir", ha escrito en la hoja parroquial. Elda sigue sin su misa, pero ha plantado en su casa del pueblito de Ullá una bandera española junto a la catalana "para ue el que piense como yo no se sienta solo".

- ¿Cómo se siente usted?

- Acoquinada, absolutamente huérfana. Cataluña ha perdido la pluralidad, la normalidad de comunicarse en catalán y castellano. Antes nos aguantábamos, ahora estamos señalados. El eslogan España nos roba es lo que más daño ha hecho. El adoctrinamiento que hemos sufrido es de Goebbels (artífice de la propaganda nazi).

Educada en una exquisita familia barcelonesa, ni siquiera alza la voz para contar las pintadas que les hicieron en casa, para explicar lo que sintió cuando sus hijos, treintañeros, le pidieron a ella y a su marido que no les hablaran en español. El pasado lunes se reunía en el chalé de unos amigos, una enfermera y un magistrado que prefieren ser discretos con su identidad, para conversar tranquilos. El juez se suelta: "En Girona siempre ha habido nacionalismo, pero no independentismo. No nos habíamos planteado separarnos y se podía convivir con eso. Pero ahora tengo amigos y compañeros de trabajo que defienden el independentismo. Lo que ha ocurrido es una manipulación perversa de los sentimientos, muy bien planificada".

El pasmo por la investidura de Carles Puigdemont ha sido mayúsculo en la ciudad que ha gobernado los últimos cinco años con bastante cintura, obligado por su ajustada minoría. "Nos ha sorprendido a todos. Es un independentista de toda la vida. Habla muy bien, es cosmopolita porque se ha movido y está muy conectado con el pueblo. Ahora tiene un marrón", opina Salvador Sunyer, director del festival internacional de teatro Temporada Alta.

Es difícil enfocar una vista de esta localidad de 100.000 habitantes sin la perspectiva del independentismo. A escasos metros, en la facultad de Letras, la más cañera de Girona, dan por hecho el referéndum. Almodis Nogués, estudiante de Historia del Arte, militante de la CUP y colega de los activistas a los que acaba de perdonar la Generalitat por su participación en "una manifestación que se nos fue un poco de las manos", recuerda que los universitarios gironís votaron ya hace más de dos años. "¿Por qué le dan tantas vueltas? Está claro lo que queremos".

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