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Keith Moon, batería del grupo de rock 'The Who'.
Un destrozo magistral

Un destrozo magistral

Keith Moon, batería del grupo de rock The Who, era un portento en el exigente arte de devastar habitaciones. El momento cumbre de esa ‘carrera paralela’ llegó el día de su 21 cumpleaños

carlos benito

Miércoles, 29 de julio 2015, 21:03

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Hubo un tiempo en el que los músicos de rock eran el terror del gremio hotelero. Todavía hoy se revelan a veces como huéspedes incómodos, propensos al escándalo y a la exigencia absurda, pero ya no tienen nada que ver con la era dorada del rock and roll way of life, aquel periodo entre lo histórico y lo legendario que ha dejado episodios inolvidables: Keith Richards arrojando un televisor desde su habitación del décimo piso, Led Zeppelin echando carreras de motos por los pasillos o Aerosmith llevándose de gira una motosierra para pulverizar con más comodidad el mobiliario. Algunos de estos relatos serán mentira, otros tal vez se queden cortos, pero a Richards lanzando la tele lo pueden ver cuando quieran en YouTube.

Ninguno de estos músicos traviesillos merece el título de rey de la destrucción hotelera. Ese le corresponde de manera indiscutible a Keith Moon, el batería de los británicos The Who, un tipo encantador y excesivo que podía transformarse en un agente diabólico de devastación. Cada vez que se alojaba en un hotel, el hombre al que apodaban Moon The Loon -algo así como Moon el Majara- sufría una mutación incontrolable que le llevaba a sembrar el caos. "Era un artista del destrozo de habitaciones", le ha descrito con admiración su compañero de grupo Pete Townshend.

Fan del Superglue

  • En Flint, Moon no tuvo ocasión de usar Superglue, el adhesivo ultrafuerte con el que saboteaba hoteles pegaba los asientos de váter a la taza, las toallas a la pared, el auricular del teléfono al aparato o incluso un vaso lleno de orina al techo. Una vez logró colocar en el techo todo el mobiliario de una habitación, pero algunos sostienen que ahí empleó clavos.

Lo que más le gustaba a Keith era colocar explosivos en los retretes, pero a lo largo de su carrera demostró una creatividad extraordinaria en el campo de los daños y perjuicios: entre sus proezas se cuenta la de abrir un boquete en un tabique para alcanzar un radiocasete que estaba al otro lado, o la de meter en un ascensor un colchón de agua que acabó reventando, aunque él siempre recordaba con emoción aquel hotel de Saskatoon (Canadá) donde redujo a astillas una habitación completa, incluida la puerta. "Me suelo aburrir", se justificaba.

El punto central de la mitología Moon está en Flint, la ciudad de Michigan (Estados Unidos) donde nació la General Motors. Allí llegaron los Who en su primera gira americana, como teloneros de los Hermans Hermits: tocaron el 23 de agosto de 1967, el día que Keith Moon hacía 21 años, y después de la matiné les esperaba la gran fiesta de cumpleaños del batería. Se celebraba en el mejor salón del Holiday Inn, al lado del aeropuerto, y sus dos ingredientes esenciales eran una colosal tarta de varios pisos -de la que emergió una joven más desnuda que vestida- y una provisión inagotable de botellas de champán.

Los Who habían terminado su actuación como solían hacerlo, prendiendo fuego a instrumentos y arrasando el escenario, y a continuación, disciplinados que eran, también se habían cargado a conciencia el camerino. Con un Keith Moon que llevaba bebiendo desde las diez de la mañana, la velada en el hotel iba a seguir el mismo camino. Los relatos de lo que ocurrió en aquel establecimiento son asombrosamente divergentes, quizá porque ninguno de los asistentes estaba en condiciones de memorizar nada, pero se puede trazar un esquema general de los hechos que incluye una batalla campal de pedazos de pastel, un piano de cola convertido en serrín, lámparas rotas, váteres reventados, extintores vaciados sobre los lujosos coches del parking, un montón de gente en paños menores y un Keith Moon sin ningún paño a la vista.

"Y estaba furioso"

El momento cumbre, uno de los más recordados y discutidos del anecdotario roquero, llegó cuando Keith Moon se las arregló para hundir un coche en la piscina del hotel. Unos dicen que se trataba de un Rolls-Royce, otros lo identifican como un Cadillac y también los hay que sostienen que esa apoteosis gamberra nunca ocurrió, pero el propio Moon se mostraba seguro de que era un Lincoln Continental nuevecito. Él iba al volante, claro, y años después relató a Rolling Stone cómo tuvo que esperar a que el coche se llenase de agua para poder abrir la puerta: "Subí a la superficie. Me imaginaba que habría un montón de gente reunida. Después de todo, había pasado bastante tiempo bajo el agua. Me figuré que se alegrarían tanto de verme vivo que se olvidarían del Lincoln. Pero no: solo había una persona allí. Era el limpiador de la piscina y estaba furioso". Después fue cuando se topó de bruces con el sheriff, echó a correr, se resbaló sobre los restos de tarta que pringaban el suelo y se partió la paleta izquierda.

Dicen que estaba tan borracho que el dentista no usó anestesia para retirarle los restos del incisivo roto. Después, pasó la noche en el calabozo. A los miembros de The Who se les prohibió la entrada en cualquier Holiday Inn del planeta, una medida que no se levantó hasta 1999, y que se sumó a vetos similares en los Sheraton y los Hilton. La cuenta de aquella jornada loca en Flint se elevó a 24.000 dólares, el equivalente a unos 170.000 dólares de hoy.

La vida sabe cómo ser graciosa, y Keith Moon -que acabaría falleciendo en 1978, con 32 años- formó parte durante un tiempo del gremio hotelero, en calidad de dueño de una antigua posada del siglo XV en Chipping Norton, en el condado inglés de Oxfordshire. El Holiday Inn de Flint lo han demolido, pero ese hotelito que perteneció a Keith Moon sigue abierto: se llama Crown & Cushion y tiene una pinta estupenda, con unas moquetas, unos muebles de estilo clásico y una piscina que harían las delicias de un buen artista del destrozo.

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