Víctor Gómez, un juez entre intelectuales
El magistrado de la 'operación Taula' es un apasionado de la lectura, la Historia y el cine
A. RALLO
Sábado, 30 de enero 2016, 22:56
Víctor Gómez (Valencia, 1961) es el juez de Instrucción 18. La identidad de magistrados y fiscales, más allá de los que ocupan un cargo institucional, se suele resguardar del foco mediático. Una excepción para quebrar parte de esa privacidad es que se tenga la suerte -buena o mala, eso queda a criterio del titular- de que en tu juzgado caiga lo que se augura como el mayor escándalo de corrupción de la Comunitat. Entonces, la figura del juez despierta cierta curiosidad. Y un día, en la redacción, surge la pregunta: «Oye, ¿y quién es ese juez?».
Si el lector se acercara al mostrador de su juzgado y le propusieran acertar quién es el máximo responsable, probablemente se equivocaría. Gómez no es de trajes y corbatas o chaquetas y pantalones de tela, prendas habituales en los despachos de la city. Lo más probable es que alguien terminara señalando antes al fiscal de su juzgado o a un funcionario. Lo habitual en el juez son vaqueros oscuros y camisa. Uniforme de calle. Este look y una buena dosis de desconocimiento acerca del personaje quizá preocupó sin motivo a alguno de los ahora investigados al pensar que les había tocado uno cercano a Podemos.
Nada más lejos de la realidad. Gómez es de sensibilidad progresista, afiliado a Jueces para la Democracia, pero sin militancia activa. Su asociacionismo es de perfil bajo, por no decir nulo. Eso sí, y en eso coinciden todas las fuentes, «sin fundamentalismos de ningún tipo». Se sitúa como uno de los jueces preferidos por los abogados. «Muy garantista», sueltan de inmediato un par de letrados al preguntarles acerca del titular. «No es de gatillo fácil a la hora de meter a alguien en prisión», coinciden. De entrada, el hecho de no ser «nada carcelero» ya suma simpatías entre los profesionales.
Ahora bien, al margen de lo anterior, reconocen su profesionalidad y admiten la «excelente» fundamentación de sus resoluciones. «No es fácil tumbarle algo». Algunos compañeros alejan su figura de cualquier protagonismo. «¿Juez estrella? Lo último». No hará «una instrucción espectacular y de cara a la galería». En el debe, algunos apuntan cierta falta de diligencia en su juzgado. Otras fuentes reconducen esta apreciación hacia la desorganización, pero no por falta de trabajo o dejadez. Algunos citan una frase muy castiza para resaltar su valentía. «Hará lo que considere. La presión no le afectará». De hecho, esta misma semana ya rechazó las cinco peticiones de cárcel que pedía la Fiscalía Anticorrupción.
Lleva en el mismo juzgado desde el año 2000. Ingresó en la carrera 1988 y tras un paso por Barcelona, se trasladó en 1992 a un Primera Instancia de Valencia y después al que ahora es su territorio. «Podría estar en la Audiencia, pero no parece interesarle».
La operación Taula -con el rosario de detenciones y Rus a la cabeza- le ha situado por primera vez en el mapa mediático. Un terreno, el de la prensa y las televisiones, que respeta pero que tampoco acoge con una irrefrenable alegría. «A Víctor no le va a gustar salir en ningún reportaje», adelantan algunos de los consultados durante la preparación de este texto.
Los adjetivos más utilizados en una primera aproximación son los de «singular y diferente». Su círculo más próximo añade «extremadamente inteligente». Ya apuntaba maneras de joven en los Maristas, en una de las zonas nobles de la ciudad. Allí, como uno de los más avanzados de clase se encargaba de tutorizar a sus compañeros más atrasados.
Un hombre «muy culto», aportan desde su entorno para demostrar su competencia en determinados asuntos. El nivel de su conversación es elevado. Complicado, en ocasiones, seguir el hilo sin necesitar algún segundo extra para descifrar el mensaje. Entre su círculo de amistades figuran los pintores José Saborit y Rosa Martínez Artero y autores valencianos como Carlos Marzal, Vicente Gallego y Antonio Cabrera. «Es alguien con grandes inquietudes culturales, con una vida muy intensa e interesante más allá de su despacho».
Le seduce todo lo relacionado con el arte. Es aficionado a cines de cultureta donde disfruta de las películas menos comerciales en versión original. La fotografía también se cuenta entre sus aficiones. En lo físico le gusta el submarinismo. Una actividad que quizá practique en uno de sus destinos preferidos: Formentera. Otra pasión en la que invierte una buena cantidad de horas es la lectura. Casi de cualquier género, aunque preferiblemente lo relacionado con la Historia. No tiene mala memoria. Domina el periodo de Felipe II o el Imperio Romano.
Ajeno a las modas -fenómeno que detesta-y las «esclavitudes» que estas imponen. De hecho, no ha tenido teléfono móvil hasta hace relativamente poco y tampoco usaba reloj, síntoma de rebeldía contra la tiranía de los horarios. No es una persona extrovertida o que destaque por su simpatía en un primer contacto. Tiene un punto de «tío duro», que se traduce incluso en cierto atractivo. Todo esto contrasta con la opinión de sus íntimos, que aprecian una «enorme empatía» y dedicación a su gente.
Gómez disfruta de las cosas «sencillas», como una charla entre amigos. Es de los que hace vida en la city; no se encierra en su despacho. Al final de cada jornada, suele acudir a una cafetería cercana donde se reúne con fiscales y abogados. Allí se toma una caña y disfruta de un par de cigarros. Estos días de estrés seguro que han sido más de dos. No era buen momento para quedarse sin tabaco.