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La presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco
Un carácter fuerte e indomable

Un carácter fuerte e indomable

Isabel Carrasco ha sido asesinada cuando se dirigía desde su casa a la sede del PP en León

E. DE LA PISA

Lunes, 12 de mayo 2014, 18:58

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Isabel Carrasco, inspectora de Hacienda, ex delegada territorial de la Junta, exconsejera de Hacienda del Ejecutivo autonómico, presidenta de la Diputación, presidenta provincial del PP y mujer clave en la reciente historia de la derecha en la capital del viejo reino, nació en Campo y Santibáñez en 1955.

Mujer de fuerte carácter, de lengua dura e implacable, empezó a convertirse en pieza indiscutible de la derecha leonesa a la sombra de Miguel Pérez Villar. El que fuera consejero de Economía en el primer gobierno de José María Aznar en Castilla y León alimentó sus ambiciones políticas, consciente de que aquella mujer de escasa estatura y de aguda inteligencia, era el ariete que necesitaba para contrarrestar el impulso del incipiente leonesismo que a finales de la década de 1980 tomaba fuerza en León.

Y Carrasco hizo su papel con su habitual energía y eficacia. Tanta que acabó por entender que Pérez Villar y sus problemas con las ayudas de la minería eran un lastre para su futuro. Y decidió apartarse de su sombra y empezar a navegar siguiendo su propio criterio.

Cuando Carrasco tomó esa decisión ya se había separado de su marido, un profesor de instituto con el que tenía una hija en común. Algunos de sus compañeros en la Delegación de Hacienda de León no se sorprendieron. "Ella estaba muy por encima de él", señalaban. La pareja nunca mantuvo desde entonces un buena relación.

Hasta lo más alto de la cúspide política

Calculadora y metódica, Carrasco empezó a dar los pasos que se había trazado en busca de llegar a lo más alto de la cúspide política. Y no tardó mucho. Juan José Lucas la nombró pronto consejera de Economía y Hacienda y la puso al frente de la Comisión Mixta de Transferencias. Era el momento de negociar asuntos como la educación y la sanidad, y la personalidad beligerante, fuerte, belicosa y acerada de Carrasco era la garantía perfecta que necesitaba Lucas para salir airoso del trance. Y no le defraudó Isabel Carrasco. Porque rara vez defraudaba a los que estaban de su lado o a quienes ella consideraba que había que apoyar.

Carrasco no se casaba con nadie. De hecho, su llegada a la Consejería de Economía y Hacienda para sustituir a Fernando Bécker supuso la salida del que hasta ese momento había sido el secretario general, un joven y prometedor político burgalés: Juan Vicente Herrera. Años después, cuando Herrera ganó las elecciones, la relevó. Carrasco se lo tomó con deportividad y naturalidad. Sabía que había llegado al punto más alto de su carrera política, y se retiró a su tierra leonesa para seguir gobernando con mano firme el rebaño popular.

Pero ese carácter que le aportaba tanto a la hora de la negociación -ya fuera en la mesa del Consejo de Gobierno, ya fuera en la de los escaños de las Cortes-, le fue granjeando muchos enemigos. Muchos y en muchos ámbitos. Carrasco era de los que no hacían prisioneros. Pensaba que el adversario que se quedaba sin opciones de reaccionar era el mejor adversario. Y esa filosofía le trajo muchos problemas, que ella asumió cion aparente normalidad. Ni siquiera le tembló el pulso a la hora de subirse el sueldo un 13% en plena crisis económica. Hasta el PSOE le apoyó.

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