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El último tiranosaurio del comunismo

El último tiranosaurio del comunismo

Miguel Salvatierra

Sábado, 26 de noviembre 2016, 08:38

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Con Fidel Castro desaparece el último tiranosaurio del comunismo que tuteló la extinta Unión Soviética. Más de 57 años han transcurrido desde que a la cabeza de sus barbudos guerrilleros entrara victorioso en La Habana el 8 de enero de 1959. Fue un momento de ilusión y esperanza en una revolución cubana que parecía destinada a impulsar la liberación de los pueblos americanos, sojuzgados por tiranías militares y oligárquicas. El espejismo duró poco y, sobre todo, tuvo consecuencias inesperadas, tanto para Cuba como para el resto del continente.

En la isla, si bien la educación y la sanidad gratuitas y de una calidad apreciable se han hecho prácticamente extensibles a toda la población, las condiciones de vida para la gran mayoría siempre han sido muy difíciles y con nulas expectativas de mejora. La cartilla de racionamiento es un elemento fundacional del sistema cubano, la escasez de viviendas ha provocado un gran hacinamiento, con la correspondiente falta de intimidad, y la juventud solo ve un futuro en una ardua emigración que el régimen maneja a su antojo.

El bloqueo estadounidense y el atrincheramiento castrista en un comunismo refractario a cualquier mínimo cambio han tenido como víctima a una población que ha hecho de la subsistencia un desafío cotidiano. La bloguera cubana Yoani Sánchez ha descrito así este callejón sin salida: Los problemas diarios que padecemos son muchos y muy irritantes, pero lo más angustioso no es el número ni la gravedad de las dificultades, sino la casi nula posibilidad de resolverlas.

En Latinoamérica, la revolución cubana hizo creer que derribar las tiranías y los sistemas autoritarios era posible a través de la lucha armada. Estados Unidos y su fábrica de militares sicarios de la Escuela de las Américas se encargaron de acabar con ese sueño y con las vidas de miles de latinoamericanos que perecieron víctimas también de una Guerra Fría que convirtió a los países subdesarrollados en su campo de batalla. El embargo económico decretado por Estados Unidos en 1963 asfixió la economía de la isla, pero sirvió también de coartada para la política de represión y hermetismo del régimen.

El estrepitoso fracaso en Bolivia en el que perdió la vida el Che Guevara demostró que la vía revolucionaria armada al estilo castrista no tenía ninguna opción. Más tarde también sucumbiría de forma violenta la vía pacífica y democrática hacia el socialismo a través de las urnas con el golpe de estado pinochetista contra Allende en Chile.

Tras la muerte de Castro, la gran incógnita es si la férrea dictadura que parece biológicamente vinculada a su figura agonizará y finalmente desaparecerá o, por el contrario y como en el caso de Corea del Norte, decidirá perpetuarse bajo el control de la casta dominante. En el caso cubano no ha sido el hijo del dictador, sino su hermano Raúl, el heredero familiar del poder. Por el camino se han ido quedando otros presuntos sucesores más jóvenes, como Roberto Robayna, que en su día pudieron suscitar una tímida esperanza de apertura reformista desde dentro del régimen.

El exilio de Miami siempre ha confiado en que, sin Fidel y con la presión de Estados Unidos, el régimen no durará mucho. Sin embargo, el relevo del comandante por su hermano como presidente de Cuba el 24 de febrero de 2008 no mostró debilidades o grandes fisuras del poder castrista. En cuanto a la oposición interna, nunca ha tenido otro camino que el paredón, la cárcel o el exilio.

El deshielo de las relaciones con Estados Unidos bajo la presidencia de Barack Obama, quien viajó a La Habana el pasado marzo, ha abierto de nuevo la esperanza de un cambio o al menos una evolución del régimen.

Cuba sigue viviendo la paradoja de tener unos indicadores económicos del tercer mundo junto a marcadores sociales propios de un país desarrollado: esperanza de vida de 79 años, mortalidad infantil de 4,2 por cada mil nacidos vivos, una tasa de analfabetismo prácticamente nula y la licenciatura de 50.000 universitarios al año. Una excelente base para que sin el lastre del castrismo los cubanos puedan acceder a unas mejores condiciones vida y a una normalización política y económica.

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