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Una familia que oía ruidos en un nicho del cementerio de Torrent moviliza al 112 y la Policía Local

Una de las personas que escuchó los golpes echó a correr y el enterrador confirmó que en ese hueco había depositado a un difunto poco antes

JAVIER MARTÍNEZ

Miércoles, 11 de enero 2017, 21:15

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Los operadores del 112 están acostumbrados a atender todo tipo de llamadas, pero muy pocas veces la incidencia está relacionada con sonidos de ultratumba. El reloj marcaba las 13.30 horas del martes cuando Nieves J., de 34 años, llamó al teléfono de emergencias para alertar de unos ruidos extraños procedentes de un ataúd. Los misteriosos hechos ocurrieron en el cementerio de Torrent. La mujer y otros cinco familiares, entre ellos un niño de 13 años, se asustaron al oír unos golpes junto a un nicho y buscaron al enterrador para contarle lo que había pasado.

«No nos hizo caso. Se rió de nosotros y nos dijo que nos fuéramos porque tenía que cerrar el cementerio», afirmó Mari Ángeles B., otra de las personas que asegura haber escuchado los ruidos procedentes del ataúd. «Mi suegra echó a correr del miedo que tenía y mi hijo sigue asustadísimo», manifestó la mujer.

«Cuando oímos los golpes gritamos si había alguien ahí y entonces escuchamos otros dos golpes más fuertes», añadió Mari Ángeles, que había acudido con otros familiares al camposanto para visitar la tumba de la abuela de su esposo. Ante la incredulidad del trabajador del cementerio, Nieves J. decidió llamar al teléfono de emergencias 112 para alertar de los extraños ruidos.

Mientras tanto, su cuñada tranquilizaba a su hijo y a su suegra, los dos miembros de la familia que más se asustaron. «Mi marido buscó una escalera para subir hasta la tercera fila de nichos, donde estaba el ataúd, pero sonó la sirena que avisa del cierre del cementerio y tuvimos que salir», explicó Mari Ángeles. Tras recibir la llamada de Nieves, el operador del 112 informó de la incidencia a la Policía Local de Torrent, que envió una patrulla al cementerio.

El peculiar servicio despertó la curiosidad de otros cuatro policías locales en el cambio de turno. Los seis agentes acudieron a la puerta del camposanto, donde les esperaban las dos cuñadas y el marido de una de ellas. Las tres personas insistieron en que habían escuchado ruidos procedentes de un ataúd que esa misma mañana habían introducido dentro de un nicho.

Los policías ordenaron entonces al enterrador que abriera el cementerio para acudir todos, como si fuera una comitiva judicial, al lugar donde los vecinos aseguraban haber oído los golpes. Cuando llegaron al nicho que señalaron los tres miembros de la familia, el empleado municipal confirmó que había metido esa misma mañana un féretro con el cadáver de un hombre fallecido tres días antes. Sin embargo, el trabajador del camposanto restó credibilidad a las palabras de las dos cuñadas y afirmó que era imposible que los ruidos procedieran del interior del ataúd.

Ante la insistencia de las dos mujeres, un agente arrimó una escalera y subió hasta la tercera fila de nichos para inspeccionar y golpear con el puño varias veces el último hueco que había tapado el enterrador. «Preguntó si había alguien dentro y no escuchamos nada», aseguró Nieves. «Los policías se rieron luego de nosotras. Creo que no nos tomaron en serio pero costaba poco romper el nicho y mirar dentro, y no entiendo por qué no lo hicieron», agregó la mujer con indignación.

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