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La candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton.
Hillary falló el penalti, según las encuestas

Hillary falló el penalti, según las encuestas

Los estudios demoscópicos daban como vencedora a la candidata demócrata, pero ganó Trump. ¿Por qué fallan las encuestas?

Álvaro Soto

Jueves, 10 de noviembre 2016, 00:48

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Los expertos demoscópicos se inventaron una metáfora para explicar a qué distancia estaba Hillary Clinton de ganar las elecciones. Si fuera baloncesto, Hillary tenía un tiro libre. Si fuera fútbol, iba a lanzar un penalti. En ambos casos, las posibilidades de éxito rondan el 75-80%, las que tenía Hillary de ser presidenta antes de la noche electoral. Pero Clinton falló el tiro libre, o el penalti, y la mirada se ha vuelto a las encuestas.

Todos los estudios de los últimos días colocaban a la candidata demócrata hasta cuatro puntos por delante de Donald Trump. Pero no es la primera vez que, en los últimos tiempos, se producen errores demoscópicos groseros antes de unos comicios o de algún referéndum. En Reino Unido, parecía que iba a ganar el 'no' a la salida de la UE, pero ganó el 'brexit'. En España, en las segundas elecciones, las encuestas preveían el sorpasso de Podemos al PSOE: quedaron por encima los socialistas. En Colombia, el 'sí' al acuerdo electoral aventajaba al 'no': salió 'no'. ¿Por qué están fallando?

Las encuestas sirven para predecir el pasado, pero no el futuro, afirma Alberto Penadés de la Cruz, profesor de Sociología de la Universidad de Salamanca, que pone el foco en que este instrumento no es científico. Tenemos prácticas artesanales y cuando el comportamiento de la gente es predecible, hay más posibilidades de acertar, pero cuando el sistema se vuelve multipartidista, como ha ocurrido en España, todo es más difícil, agrega Penadés de la Cruz.

El profesor relata que, como ocurre cada 40 años, los sistemas para realizar encuestas están en revisión, y en este punto coincide otro profesor, Pablo Simón, de la Universidad Carlos III. Hay que intentar refinar el modo de hacer encuestas. En el Reino Unido empezaron a hacerlo después de las últimas elecciones que ganó Cameron, cuando se predijo que los resultados iban a ser de otra forma, explica Simón, que cree que arrecian las críticas cuando se producen errores como el de Estados Unidos, pero nadie se acuerda de que las encuestas acertaron los resultados en Galicia y el País Vasco o incluso el del 'brexit', que estaba en el margen de error.

Algunos instrumentos que funcionaban en el pasado para afinar el resultado de las encuestas, como las series electorales, que en una encuesta se traducen en preguntas como '¿A quién voto usted en las pasadas elecciones?', han comenzado a fallar. Y otros factores se escapan, dice Simón, como la movilización que Donald Trump ha sido capaz de conseguir en los votantes 'white class'. Él los ha movilizado, y eso no se sabía, explica.

Además, el entorno es mucho más volátil, argumenta el profesor de la Carlos III. Con cuatro partidos, los errores tienden a ser mayores. Con un candidato nuevo y diferente como Trump, también lo son. Que la gente no conteste no es un problema si se sabe ubicar, dice Simón, pero en cualquier caso, la situación se vuelve mucho más difícil. Y ocurre que los errores generan un círculo vicioso: Si se extiende la idea de que las encuestas no aciertan, la gente contestará cada vez menos, y será más complicado hacerlas.

A veces pedimos a las encuestas que nos den algo que no pueden darnos. Es un instrumento imperfecto, pero por ahora, la mejor manera de hacerlas es preguntarle a la gente. Si a alguien se le ocurre algo mejor, que nos lo diga, pide Simón.

María Ramos, investigadora experta en encuestas, profundiza en esa senda: El verdadero problema es que la utilidad de las encuestas no consiste en acertar un pronóstico. Y esto lo sabemos bien quienes trabajamos con encuestas en el día a día en un ámbito académico. Quizá es a esto justamente a lo que se tiene que acostumbrar la gente cada vez más. Lo que ocurre es que hay muchos intereses periodísticos en torno al mercado de las encuestas. Por ejemplo, sólo en Estados Unidos para estas elecciones presidenciales se han realizado unas 3.000 encuestas diferentes en todo el país. Es un mercado que mueve mucho dinero. Pero esto por supuesto no invalida la utilidad de las encuestas como herramienta en la investigación social. Lo que sí debemos entender que para lo que mejor sirven es para otras cosas que no son la predicción electoral.

Jaime Miquel coincide con Penadés y Simón en que las técnicas están en revisión porque está cambiando el comportamiento electoral de las personas. Los análisis con las técnicas de siempre están fuera de la realidad, recalca este analista político, que aboga por la especialización de quienes trabajan con resultados demoscópicos y cita como ejemplo al investigador norteamericano Nate Silver, que gracias a su blog Fivethirtyeight se ha convertido en un referente en el estudio de datos electorales.

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