Blindaje antibotellón: plazas valladas y presencia policial toda la noche en la zona universitaria
El Consistorio mantendrá algunas de las medidas puestas en marcha por la anterior corporación pero redoblará la vigilancia en las discotecas de la calle San Vicente
Vuelve septiembre, empieza un nuevo curso y el otoño ya asoma la patita. Se llenan los pisos de estudiantes, se hacen turnos para limpiar los ... baños, se llenan las mochilas de bolis y los ordenadores de carpetas con el nombre «Primero de Psicología». También vuelve el botellón, un fenómeno tan indeseable como inevitable, que ningún Ayuntamiento ha conseguido eliminar y que, presumiblemente, no se podrá borrar de la faz de Honduras y el Cedro. Pero el nuevo equipo de gobierno quiere combatir a brazo partido estas reuniones ilegales para beber en la calle. Y lo quiere hacer con algunas de las medidas que se han puesto en marcha en el pasado porque, a diferencia de lo que marca el manual político, el concejal de Seguridad, Jesús Carbonell, cree firmemente en la máxima de no cambiar lo que funciona.
Habría que preguntar a los vecinos de la zona universitaria si las medidas puestas en marcha por el PSPV funcionaron. A tenor de lo visto este verano, cuando han llevado la cuestión a los tribunales, donde se les ha concedido la Zona Acústicamente Saturada, parece que no. Pero cierto es que los residentes reconocen mejora en la convivencia cuando la Policía Local valla las plazas de Honduras. También cuando se redujeron terrazas. Todo eso lo hará el nuevo Consistorio. El vallado de plazas es una medida que tiene un coste bajísimo para la Policía Local y los operarios municipales: con extender la muralla de vallas de obra cuando cierren las terrazas de los locales de ocio, arreglado. Y tiene un efecto casi inmediato: los jóvenes buscan otros espacios.
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Ese espacio es, en muchas ocasiones, el bulevar central de Blasco Ibáñez, que se convierte en una avenida con decenas de microbotellones. ¿Es la mejor de las soluciones? Por supuesto que no, que se lo digan a aquellos cuyas habitaciones dan al bulevar central de la avenida. Pero, al menos, es una solución, porque la distancia con los edificios es superior. Sin embargo, el Ayuntamiento tampoco quiere que se cronifique.
Ahí llega la segunda medida que se plantean poner en marcha este otoño. Ya se hizo en el pasado: el PSPV colocó, durante meses, una patrulla de la Policía Local en la plaza de Benimaclet. Ahora, un par de agentes recorren el barrio y esa zona en concreto, donde hay un pub, para evitar reuniones ilegales. La presencia policial disuade a los jóvenes de beber en la calle, así que el nuevo gobierno municipal estudia hacer lo mismo en las plazas del Cedro y de Honduras. «Para esto sí tenemos personal suficiente», indican fuentes de Seguridad Ciudadana.
En general, la promesa del equipo de gobierno es redoblar la presencia policial en las zonas de ocio y así evitar problemas. Lo quieren hacer también en el Carmen, donde la situación ha llegado a provocar que decenas de vecinos ya tengan que buscar alternativas habitacionales en los meses más cálidos del año, donde el ocio en la calle complica y mucho el día a día (y la noche a noche) de los residentes. Al PP le preocupa, y mucho, lo que ocurre en torno a conocidas discotecas de la ciudad.
Es el caso de dos salas situadas en la calle San Vicente Mártir, una de ellas junto a plaza de España y la otra junto a la Cre Coberta. Esta última, de hecho, fue noticia hace dos semanas por una pelea multitudinaria que se dio al cierre de la misma, en la mañana del domingo 27 de agosto. La primera también ha salido en los papeles por el mismo motivo en varias ocasiones y los vecinos de La Roqueta están tan hartos que han colgado un enorme cartel sobre la discoteca, que también ha sido protagonista de hechos mucho más lamentables como violaciones en grupo. El Consistorio también quiere una presencia policial muy marcada en estas zonas, porque en el caso de la discoteca situada en el tramo inicial de San Vicente, el botellón se da en el jardín central de la gran vía Ramón y Cajal, en una zona situada junto a la pirámide de la estación de metro de Plaza de España y escondida de miradas indiscretas gracias a la tupida vegetación.
Desde el Consistorio apuntan, de cualquier manera, dos cuestiones claves. La primera es que la famosa ordenanza de convivencia, que presentó en 2017 la exconcejala de Protección Ciudadana Anaïs Menguzzato y que su sucesor Aarón Cano no pudo llevar a pleno, está paralizada, por lo que el Consistorio quiere retomarla y aprobarla, ahora sí, cuanto antes. Ese documento es el Santo Grial para los policías porque presuntamente les dará más herramientas para combatir el botellón en las calles al no ser necesario un análisis de la bebida para multar a los jóvenes, a los que se les podrá sancionar por molestias y no tanto por beber alcohol en la calle.
La segunda es la más que necesaria colaboración con la Policía Nacional. A nadie se le escapa que en el Palacio del Temple y en la Casa Gran gobiernan ahora partidos distintos, pero el PP ha apuntado en varias ocasiones a lo largo del verano a la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, para pedir a Delegación más colaboración con el Cuerpo municipal. Lo han hecho con la situación en la Malvarrosa y lo han hecho también con el ocio nocturno. De que se entiendan Bernabé y Catalá, parece, depende mucho de la seguridad de la ciudad.
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