El alcoholismo en la edad madura: una enfermedad casi invisible
Solo en un tercio de los mayores de 80 años ingresados en hospitales se recoge en su historia clínica si consumen alcohol
Raúl, de 68 años, mira hacia atrás con una mezcla de alivio y tristeza. «Me costó mucho tiempo admitirlo. Durante años me decía a mí ... mismo que podía controlarlo, que solo bebía porque quería, no porque lo necesitara. Pero la verdad es que mi vida giraba en torno al alcohol.» Sus palabras, pronunciadas con voz serena pero firme, resuenan como un eco de tantas vidas marcadas por la dependencia. Recuerda el punto de quiebre con una claridad dolorosa: «Llegó cuando mi salud empezó a deteriorarse seriamente: problemas en el hígado, presión alta, y una caída que me dejó en el hospital. Ahí fue cuando me di cuenta de que, si seguía así, no iba a vivir mucho más».
El alcohol, que comenzó como un compañero de celebraciones y reuniones, se transformó en un refugio oscuro. «Al principio, era solo por diversión, por socializar. Luego, se convirtió en un escape. Bebía para relajarme después del trabajo, para no pensar en mis problemas, para sobrellevar la ansiedad y la soledad. Con el tiempo, ya no era una opción: se convirtió en una necesidad», explica Raúl (nombre inventado para preservar su identidad). El precio fue alto. «Perdí muchas cosas por culpa del alcohol: trabajos, relaciones, momentos importantes. Me alejé de mi familia sin darme cuenta, y lastimé a personas que me querían. La salud fue otra víctima: tenía constantes problemas digestivos, cansancio, y mi mente no funcionaba bien. A veces no recuerdo cosas que pasaron en esos años«.
Raúl confiesa que hubo muchas ocasiones en las que pensó en dejarlo, pero la fuerza de la adicción era mayor. «Sí, muchas veces. Pero hubo un momento en el que toqué fondo: estaba solo en mi casa, llevaba días sin hablar con nadie, sin comer bien, solo bebiendo. Me miré al espejo y no me reconocí. Me di cuenta de que si seguía así, me iba a morir, y a nadie le iba a importar, porque yo mismo había alejado a todos.» La caída que lo llevó al hospital fue el detonante, pero también las palabras de sus hijos. «Me dijeron que no querían verme destruirme más. Me dolió escucharlo, pero fue lo que necesitaba para tomar la decisión de buscar ayuda». El camino hacia la recuperación no fue fácil. «La terapia grupal ha sido fundamental para mí. Escuchar a otros que pasaron por lo mismo me ayudó a no sentirme solo en esto. También la terapia individual, donde aprendí a manejar mis emociones sin recurrir al alcohol. La desintoxicación fue dura, con ansiedad, insomnio, sudores... pero cada día que pasaba sin beber era una pequeña victoria«.
«Me costó mucho tiempo admitirlo, pero el alcohol lo controlaba todo en mi vida y no podía salir solo de ese pozo»
La tentación, admite, nunca desaparece del todo. «La tentación siempre está ahí, sobre todo al principio. Momentos de estrés, de tristeza, de nostalgia por la vida que llevaba. Pero aprendí a identificar esos momentos y a usar herramientas para no recaer: llamar a alguien, salir a caminar, escribir lo que siento. Lo más difícil fue aceptar que ya no podía volver a beber 'solo un poco'«. Hoy, Raúl lleva varios años sin beber. «Mi vida ha cambiado completamente. Recuperé la relación con mis hijos, volví a disfrutar de cosas simples como leer, pasear, escuchar música. Ahora sé que el alcohol no es una opción para mí. No puedo controlar el consumo, así que es mejor mantenerme lejos. He aprendido que soy más fuerte de lo que pensaba. Que no necesito el alcohol para enfrentar la vida, que puedo manejar el estrés y la tristeza sin anestesiarme. También aprendí a valorar más a las personas que me rodean y a pedir ayuda cuando la necesito. Que nunca es tarde para cambiar. Da miedo, sí, pero vale la pena. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Y que no están solos: hay muchas personas que han pasado por lo mismo y que pueden ayudar. Solo hay que dar el primer paso».
Una realidad silenciada
El testimonio de Raúl es el reflejo de una realidad que, aunque a menudo permanece oculta, afecta a miles de personas mayores en la Comunitat Valenciana. Según los datos más recientes de la Conselleria de Sanidad, el alcohol sigue siendo la sustancia más notificada por las Unidades de Conductas Adictivas en el Indicador de Tratamiento de Drogas durante la última década. Es, de hecho, la sustancia psicoactiva de mayor consumo en la sociedad valenciana. En 2024, se notificaron 3.705 casos de personas en tratamiento por consumo de alcohol en la red pública sanitaria de atención a las adicciones de la Comunitat. En 2023, la cifra fue de 3.788, lo que supone un retorno a los niveles previos a la pandemia de covid, cuando las notificaciones rondaban las 3.700 anuales.
Estas cifras, lejos de ser meros números, representan historias de sufrimiento, pérdida y, en algunos casos, de esperanza y recuperación. El 30% de las notificaciones de las Unidades de Conductas Adictivas corresponde a atenciones por consumo abusivo de alcohol. El Indicador de Tratamiento no solo cuantifica los casos, sino que también permite trazar un perfil sociodemográfico de las personas afectadas. La edad media de quienes acuden a tratamiento es de 47 años, tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, el alcoholismo en la tercera edad es una problemática creciente y, en muchos casos, invisibilizada.
En 2014, el 23% de las personas atendidas por alcoholismo eran mujeres; en 2024, este porcentaje ha ascendido al 28%, lo que indica un aumento significativo de la presencia femenina en los tratamientos por abuso de alcohol. Las mujeres tienden a buscar ayuda a partir de los 46 años, mientras que los hombres lo hacen con mayor frecuencia entre los 36 y 45 años. Los menores de 18 años apenas representan el 0,5% de las notificaciones, lo que pone de manifiesto que el problema del alcoholismo no es exclusivo de la juventud, sino que afecta de manera significativa a la población adulta y, especialmente, a los mayores.
En cuanto a la situación laboral y educativa, el 47% de los pacientes notificados por alcoholismo tiene o depende de su actividad laboral, el 9% recibe una prestación por desempleo, el 18% prestaciones sociales y un 11% carece de ingresos. En el ámbito educativo, el 36% ha finalizado la educación primaria, el 19% la secundaria, el 16% un ciclo de grado medio y solo el 8% estudios superiores. El 68% de los pacientes tiene hijos y el 95% vive en piso o apartamento, lo que refleja la integración social de muchas personas afectadas.
El alcoholismo en personas mayores
A pesar de la abundancia de estudios sobre el alcoholismo en la población general, existe una notable escasez de investigaciones centradas en las personas mayores, especialmente en el grupo de más de 80 años. Se estima que entre un 30% y un 40% de la población mayor de 80 años consume alcohol de forma habitual, y alrededor de un 10% realiza un consumo de alto riesgo. Sin embargo, la falta de datos específicos dificulta la comprensión de la magnitud real del problema.
Uno de los principales riesgos en este grupo de edad es la interacción del alcohol con medicamentos de uso habitual, como antidiabéticos orales, anticoagulantes o antibióticos, lo que puede derivar en complicaciones graves. Además, el metabolismo del alcohol cambia con la edad, haciendo que sus efectos sean más perjudiciales y aumentando la vulnerabilidad a problemas de salud como el deterioro cognitivo, las enfermedades cardíacas y las caídas. Cristina Sancho, coordinadora y psicóloga de la Asociación ARTIC en Torrente, conoce de cerca la complejidad del alcoholismo en la tercera edad. «Desde nuestra experiencia, el alcoholismo es una enfermedad crónica y progresiva que afecta tanto a la persona que la padece como a su entorno. No se trata solo de un consumo excesivo de alcohol, sino de una dependencia física y psicológica que altera la vida personal, familiar, social y laboral del individuo.»
Sancho subraya que las señales de alerta incluyen el aumento en la frecuencia y cantidad de consumo, la dificultad para detenerse, el uso del alcohol para afrontar emociones negativas, el descuido de responsabilidades y el deterioro en las relaciones interpersonales. «El alcoholismo no surge de una única causa, sino de una combinación de factores. A nivel social y cultural, el consumo de alcohol está normalizado en muchas situaciones, lo que puede dificultar la identificación del problema. Desde un punto de vista psicológico, la ansiedad, la depresión, el estrés y emociones negativas no resueltas pueden llevar a la persona a usar el alcohol como un mecanismo de afrontamiento. También hay una predisposición genética que aumenta la vulnerabilidad a la adicción«.

Un estudio sobre el alcohol entre los mayores
l doctor Ignacio Novo Veleiro, coordinador del grupo de trabajo sobre alcohol y otras drogas de la Sociedad de Medicina Interna, alerta sobre la falta de investigación y visibilidad del alcoholismo en personas mayores. «Es un tema poco conocido y poco investigado. Incluso los médicos solemos olvidarnos de preguntar por el consumo de alcohol en la historia clínica. Solo un tercio de los mayores de 80 años ingresados en el hospital tiene registrado si consume o no alcohol», señala. Esta falta de registro es, según Novo Veleiro, una de las principales barreras para abordar el problema. «Si los médicos no le damos importancia, los pacientes tampoco hablarán del tema y pensarán que no es relevante», advierte. El consumo de alcohol en mayores suele estar normalizado y aceptado socialmente, lo que dificulta su detección. «Queremos saber si esto influye en las complicaciones durante el ingreso hospitalario. Los datos muestran que los mayores de 80 años que consumen alcohol tienen más complicaciones como desorientación, agitación, insomnio o caídas que quienes no beben», explica. El estudio RECALAN (Registro de Consumo de Alcohol en Pacientes Ancianos), coordinado por la Sociedad de Medicina Interna y con la participación de 17 hospitales en toda España—incluidos el Hospital General de Valencia y el Hospital de Manises en la Comunitat Valenciana—, ha incluido a 900 pacientes mayores de 80 años. Un estudio que sigue recabando datos y que será publicado próximamente. «En estas edades, el alcohol acelera el deterioro cognitivo, la demencia y la pérdida de memoria. Estos problemas avanzan más rápido en quienes consumen alcohol, incluso en edades más jóvenes», afirma el doctor. «Se infravalora la influencia del alcohol en episodios de desorientación durante el ingreso hospitalario». El alcohol también agrava enfermedades cardíacas y puede interactuar peligrosamente con medicamentos. «El alcohol es un agravante claro de arritmias y problemas cardíacos. Además, puede alterar el efecto de muchos fármacos, como los anticoagulantes o los antidiabéticos, lo que puede complicar mucho la salud de los mayores», advierte Novo Veleiro.Su recomendación es clara: «Una persona mayor de 80 años, especialmente si es diabética, no debería consumir nada de alcohol. Sin embargo, el consumo diario en el entorno familiares habitual. En nuestro estudio, un 10% de los pacientes presentaba signos de adicción al alcohol, aunque no eran la mayoría. Apenas hay datos sobre esto y es algo que se evalúa poco. Recomendar dejar el alcohol a una persona de 80 años puede mejorar su calidad y esperanza de vida». El doctor concluye con una llamada a la acción: «Sólo a un tercio de los pacientes se les pregunta por el consumo de alcohol. Es fundamental incluir esta información en la historia clínica, sobre todo en pacientes mayores y polimedicados. Dos tercios de los mayores de 80años consumen alcohol a diario y tienen más complicaciones durante el ingreso. Además, un 10% presenta un trastorno de adicción que requiere tratamiento específico. El alcohol es una droga y un tóxico a cualquier edad, y no por ser mayor deja de hacer daño. Los médicos debemos recomendar no beber nada de alcohol».
En la tercera edad, el alcoholismo es una problemática creciente, aunque menos visibilizada. «Muchos adultos mayores comienzan a beber en exceso tras la jubilación, la pérdida de seres queridos o el aislamiento social. Estos factores pueden generar ansiedad y depresión, lo que aumenta el riesgo de dependencia. Además, el metabolismo del alcohol cambia con la edad, lo que hace que sus efectos sean más perjudiciales en esta etapa de la vida». El tratamiento, explica Sancho, debe ser integral y adaptado a cada paciente. «En nuestro centro aplicamos un enfoque multidisciplinario que incluye terapia cognitivo-conductual para modificar patrones de pensamiento y comportamiento, terapia grupal para fomentar el apoyo mutuo, estrategias para la prevención de recaídas y talleres diarios socioeducativos para adquirir nuevas rutinas saludables. También trabajamos con la familia, ya que su apoyo es clave en la recuperación«.
El proceso de rehabilitación comienza con una evaluación individualizada para entender el grado de dependencia y las necesidades del paciente. «Luego, diseñamos un plan de tratamiento que puede incluir terapia individual y grupal, educación sobre la adicción, y desarrollo de habilidades para afrontar el estrés sin recurrir al alcohol. También fomentamos la reinserción social y laboral para que la persona recupere su autonomía y bienestar«. Sancho insiste en la importancia de la prevención. «La prevención es fundamental y debe abordarse desde diferentes frentes. A nivel educativo, es clave concienciar a los jóvenes sobre los riesgos del alcohol y promover hábitos de vida saludables.
También es importante trabajar en la regulación del acceso al alcohol, especialmente en poblaciones vulnerables. A nivel individual, el desarrollo de estrategias para el manejo del estrés y el fortalecimiento de las redes de apoyo pueden reducir el riesgo de dependencia«. A pesar de los avances en salud pública, el alcoholismo sigue siendo un problema subestimado. «Existe una percepción errónea de que solo afecta a quienes beben en exceso de forma evidente, cuando en realidad hay muchas personas con una relación problemática con el alcohol sin llegar a una dependencia extrema», apunta la experta e incide en que «es necesario seguir promoviendo campañas de concienciación y eliminar el estigma asociado a buscar ayuda.
El alcoholismo es una enfermedad, no una elección. Nadie decide volverse adicto, pero sí puede decidir buscar ayuda. Es fundamental entender que la recuperación es posible con el tratamiento adecuado y el apoyo necesario. También es importante cambiar la forma en que vemos el consumo de alcohol y dejar de romantizarlo o minimizar sus riesgos. La clave está en la prevención, la educación y la empatía hacia quienes luchan contra esta enfermedad«.
Visibilizar, prevenir, acompañar
El alcoholismo en la tercera edad, especialmente en la Comunitat Valenciana, es un problema real, silenciado y, en demasiadas ocasiones, ignorado tanto por la sociedad como por el propio sistema sanitario. Los testimonios de personas como Raúl, la experiencia de profesionales como Cristina Sancho y la investigación liderada por el doctor Ignacio Novo Veleiro coinciden en la urgencia de visibilizar esta realidad. La prevención debe comenzar mucho antes de que el problema se manifieste, con educación, regulación y apoyo social. Pero también es fundamental que las familias y los profesionales de la salud aprendan a detectar las señales de alerta, a preguntar sin miedo ya acompañar sin juzgar. El alcoholismo no es una elección, sino una enfermedad que puede afectar a cualquiera, a cualquier edad. La empatía, la información y el apoyo son las herramientas más poderosas para combatir el estigma y abrir la puerta a la recuperación. Como dice Raúl, «nunca es tarde para cambiar. Da miedo, sí, pero vale la pena. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Y que no están solos: hay muchas personas que han pasado por lo mismo y que pueden ayudar. Solo hay que dar el primer paso«. La sociedad valenciana, y la española en su conjunto, tiene ante sí el reto de mirar de frente a una realidad incómoda, pero urgente. Porque cada historia de superación, cada vida recuperada, es un triunfo colectivo. Y porque, en palabras de quienes han recorrido el camino más difícil, siempre hay esperanza.
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