Mi querido secuestrador
Sale a la venta el Ford Mustang facilitado por la Policía al hombre que atracó en 1973 un banco en la capital sueca y que originó el síndrome de Estocolmo
BORJA OLAIZOLA
Viernes, 19 de febrero 2016, 20:12
En 1973 el Ford Mustang era uno de los deportivos más rápidos y vistosos del mercado, el coche que todo el mundo soñaba con tener en su garaje. Es por eso que cuando el atracador y secuestrador Jan Erik Olsson pidió a la Policía un vehículo para huir del banco de Estocolmo que estaba intentando asaltar, rechazó el Volvo que le ofrecieron de primeras y exigió que le pusieran en la puerta un reluciente Mustang. El atraco pasó a la historia por la peculiar relación que se estableció entre el secuestrador y sus cuatro rehenes, todas ellas mujeres: la querencia que estas últimas mostraron hacia su captor alumbró lo que desde entonces se ha conocido como síndrome de Estocolmo.
Olsson entró el 23 de agosto de 1973 en una sucursal del Kreditbanken del centro de Estocolmo con el propósito de llevarse todo el dinero de la caja fuerte. Disfrutaba de unos días de libertad condicional pero las cosas no le iban nada bien. Una oportuna alarma activada por un empleado diluyó enseguida el factor sorpresa y la Policía no tardó en tomar posiciones alrededor del banco. Acorralado, el atracador tomó a cuatro empleadas como rehenes y se atrincheró con ellas en el interior de la sucursal. Empezó así un secuestro que mantuvo en vilo al país durante seis días y que tuvo también una gran eco en el resto del mundo por el amplio despliegue informativo llevado a cabo. En las negociaciones llegó a intervenir directamente el entonces primer ministro sueco, Olof Palme.
Deportivo
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objeto de deseo
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El Ford Mustang salió al mercado en 1964 y fue un rotundo éxito de ventas. Sus formas deportivas lo convirtieron en objeto de deseo de varias generaciones del 'baby boom' a ambos lados del océano.
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El coche que facilitó la Policía a los secuestradores del Kreditbanken corresponde a la segunda generación del modelo (1971-73), menos cotizada que la inicial por su 'aburguesamiento'.
Una vez confirmado que tenía a cuatro rehenes en su poder, los policías suecos accedieron a negociar con el atracador. Lo primero que les pidió fue que trasladasen a la sucursal a un compinche con el que había trabado amistad en prisión, Clark Olofsson. En cuanto Olsson tuvo a su lado a su compañero, elaboraron un listado de demandas que contemplaba tres millones de coronas suecas, revólveres, chalecos antibalas y un coche para huir. Los negociadores les ofrecieron un Volvo, pero los atracadores les exigieron un Ford Mustang alegando que necesitaban un coche más potente para tener garantías de éxito en su fuga. Fue así como el Mustang entró en escena; el automóvil se hizo un hueco en las portadas de todos los informativos cuando los agentes suecos lo dejaron frente a la sucursal con las llaves puestas para que pudiesen usarlo en su huida.
Después de un largo toma y daca, el secuestrador y su compinche fueron reducidos mediante gases lacrimógenos, al tiempo que sus cuatro cautivas eran liberadas sanas y salvas. Las rehenes habían mostrado durante el cautiverio una actitud de solidaridad y comprensión hacia sus captores que había llamado la atención de las autoridades suecas. Cuando se celebró el juicio, se mostraron reticentes a la hora de testificar contra ellos, a la vez que insistieron en que en el secuestro se habían sentido más atemorizadas ante una eventual acción policial que ante las posibles represalias de los atracadores. El psicólogo y crimonólogo Nils Bejarot, muy activo en los centros penitenciarios suecos, terminó bautizando esa complicidad como síndrome de Estocolmo.
Agradecimiento
El nuevo término hizo fortuna y muy pronto empezó a utilizarse para explicar comportamientos de víctimas de la violencia que se salían del guión. Síndrome de Estocolmo fue lo que se le diagnosticó a Patricia Hearst, la nieta del magnata estadounidense William Randolph Hearst, después de que se alistase en 1974 en el movimiento revolucionario que le había secuestrado, el Ejército Simbionés de Liberación, y participase como una guerrillera más en uno de sus atracos. Secuestro y síndrome de Estocolmo empezaron a ir de la mano a partir de la constatación de que el rehén comparte con su captor el objetivo de salir indemne del episodio. Según teorizó Bejarot, la víctima intenta adaptarse a lo que sus secuestradores esperan de él porque son los únicos capaces de impedir un desenlace trágico. El fenómeno deriva en una identificación con las motivaciones del autor del delito y en un sentimiento de agradecimiento.
El atracador del banco de Estocolmo no llegó finalmente a usar el Mustang. El coche fue vendido y pasó de mano en mano hasta que su actual propietario, otro sueco de nombre Mats Fahlgren, ha decidido ahora ponerlo a la venta. El dueño ignoraba que su Mustang tuviese una historia así por detrás; lo descubrió por una carambola. Ahora quiere sacarle partido dándole publicidad en una web sueca de artículos de segunda mano: www.blocket.se. Se admiten ofertas.