China de cartón piedra
Kashgar, con 2.000 años de historia, es un buen ejemplo del nuevo modelo urbanístico que arrasa el patrimonio histórico: se van a cargar 65.000 viviendas
zigor aldama
Sábado, 16 de mayo 2015, 16:27
A pesar de que en muchos de sus edificios ondea la enseña roja con cinco estrellas amarillas, no hace falta más que un breve paseo para certificar que Kashgar tiene poco de China. En este oasis del extremo noroccidental del gigante asiático, situado a casi a 4.000 kilómetros de Pekín, los rostros ovalados y los ojos almendrados desaparecen. La mayoría de la población pertenece a la minoría étnica uigur, de origen túrquico, religión islámica, y rasgos occidentales. Tampoco abundan aquí los tejados curvos y los colores vivos típicos de las construcciones chinas. No, esta es tierra de ocres. De madera y de adobe, los materiales con los que hace más de 2.000 años se comenzó a construir la fascinante ciudad antigua de Kashgar, uno de los núcleos urbanos con mayor importancia cultural en Asia Central y uno de los puntos clave de la mítica Ruta de la Seda.
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Ahora, el Partido Comunista quiere revitalizar esta milenaria arteria comercial para facilitar la expansión de su influencia por el resto del continente. Así, el gran proyecto del Corredor Económico China-Pakistán, anunciado el pasado día 20, prevé una inversión de 45.000 millones de euros para construir más de 3.000 kilómetros de autopistas, raíles y oleoductos, y unir de esta forma la ciudad paquistaní de Gwadar con Kashgar. Será el primer tramo del faraónico plan chino para vertebrar toda Asia. "En el sur de China está Shenzhen, en el oeste tenemos Kashgar", reza un descolorido panel propagandístico en referencia a la nueva Zona Económica Especial que Pekín ha establecido para atraer inversión, una estrategia que sirvió para convertir el pequeño pueblo pesquero de Shenzhen en una megalópolis futurista en poco más de dos décadas.
Pero la fuerza económica no es lo único que los dirigentes chinos se han propuesto renovar en Kashgar, una de las zonas más conflictivas de la región autónoma de Xinjiang, donde algunos grupos de extremistas uigures han optado por el terrorismo para buscar la independencia. Coincidiendo con enfrentamientos que dejaron doscientos muertos en la capital de la provincia, Urumqi, en 2009 las autoridades concluyeron que la ciudad antigua no cumplía con los requisitos de seguridad en lo referente a resistencia sísmica y a equipamiento antiincendios y aprobaron un polémico plan urbanístico que ahora va tomando forma: el 85% de los edificios antiguos -unas 65.000 viviendas- será derribado para construir en su lugar nuevos bloques en cuyos 5,07 millones de metros cuadrados serán reubicadas unas 200.000 personas.
"Las condiciones de vida en las casas viejas eran horribles, y suponían un grave peligro en caso de incendio", comenta un funcionario del Buró de Planificación Urbana que habla con este periódico bajo la condición de anonimato. Ningún otro ha querido responder a las preguntas de este periodista. "Tanto los uigures independentistas como la prensa extranjera critica el plan porque aseguran que destruirá uno de los pilares de la cultura uigur, pero nosotros creemos que servirá para generar riqueza gracias al turismo y evitar una tragedia", apostilla. Ehmed Rahshid le da la razón. Es uno de los residentes que ya ha sido reubicado, y asegura que las condiciones de vida de su familia han mejorado sustancialmente. "Antes ni siquiera teníamos baño o agua corriente. Ahora es todo mucho más cómodo". Además, asegura que su nueva vivienda, construida en hormigón, "se parece a la anterior".
La prensa oficial también ha alabado el nuevo plan urbanístico. El diario Global Times tituló sin dudas: "Los hogares de la ciudad vieja de Kashgar están siendo cuidadosamente renovados para mantenerse fieles a la cultura uigur". En el texto, el periódico refuerza la teoría de que las construcciones "son frágiles y peligrosas", y de que las autoridades están haciendo todo lo posible por preservar la identidad única del corazón cultural uigur. "Cada edificio tiene una estructura diferente y peculiaridades arquitectónicas propias, así que la renovación se tiene que hacer caso por caso", explicó al rotativo He Tao, miembro del Comité Permanente del Partido Comunista en Kashgar. "Hay que llevar a cabo el trabajo a la manera antigua, y no es fácil encontrar mano de obra cualificada para hacerlo", reconoció.
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Efectivamente, las nuevas construcciones mantienen las fachadas ocres y algunas de las formas originales. De hecho, en algunos edificios incluso se han utilizado los herrajes originales en puertas, ventanas y balcones. A cierta distancia dan el pego. Pero de cerca es evidente que los obreros contratados tienen poco de artesanos y que las hormigoneras desentonan con la minuciosidad histórica que se publicita. De hecho, las nuevas calles se parecen poco a las antiguas, de las cuales todavía queda un interesante ejemplo en pie junto al lago Donghu.
Más inseguridad
Allí, Arzu, que no proporciona su apellido por miedo a represalias, es uno de los pocos vecinos que se resiste a abandonar su vivienda de adobe. "Los chinos quieren convertir esto en un parque temático como los que han construido en todas las ciudades antiguas del país, e incluso cobran a los turistas por entrar. Pero no quiero que el lugar donde han vivido todos mis antepasados se llene de tiendas de souvenirs y que los habitantes huyan espantados. Este es el mejor ejemplo que queda de nuestra cultura, y creo que se debe preservar, no destruir".
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No es el único que piensa así. Fuera de China el plan del Gobierno solo ha recabado críticas. De hecho, expertos consultados por la Sociedad de Pueblos Amenazados incluso ponen en duda la solidez de las razones técnicas aducidas por las Autoridades. "En Kashgar se han sucedido los terremotos durante siglos -el último fue en 2004- y ningún edificio del casco antiguo se ha venido abajo jamás. Además, el adobe permite que las viviendas permanezcan frescas en verano y sean cálidas en invierno, una cualidad que no tienen los ladrillos y el cemento", comenta el profesor de Geografía de la Universidad de Pekín Wu Dianting en el informe de la ONG.
Pero todavía hay más. Los vecinos están convencidos de que las nuevas construcciones son más inseguras, a pesar de que han sido teóricamente diseñadas para resistir seísmos e incendios. "Sobre el papel puede que así sea, pero sé que muchos se quejan de grandes deficiencias en los edificios, y unos amigos míos dicen que se han utilizado materiales de mala calidad. Ya se vio cuál puede ser el resultado hace siete años en Sichuan -cuando un terremoto dejó más de 80.000 muertos-. La corrupción provocó que muchos colegios se cayeran", recuerda Arzu mientras da forma a una vasija de barro. "Lo que van a hacer aquí es una postal de cartón piedra para que los turistas -el Gobierno quiere atraer a millón y medio cada año- se hagan fotos".
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Algunos ya están llegando. Aunque el proyecto de reconstrucción se alargará hasta 2017, la taquilla para que los visitantes paguen los 30 yuanes (4,6 euros) de rigor por acceder a la ciudad antigua ya echa humo. "Es muy exótico", comenta una turista de la provincia de Jiangsu. "Pero no parece muy viejo", remata. Sin duda, el proyecto no engaña a nadie. Al fin y al cabo, como reconoció al diario China Daily el responsable de la rehabilitación de casas dilapidadas de la ciudad, Shi Shixiong, "es muy fácil construir edificios, pero muy difícil reproducir la huella que ha dejado el tiempo". Pronto, esa se habrá perdido para siempre en Kashgar.
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