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Gabriel Ruga, vestido de torrentí en la tienda de indumentaria de su suegra. IRENE MARSILLA

Gabriel Ruga, un brasileño vestido de torrentí

Nacido en Brasil, conoció en Vancouver a Paula, una joven con quien decidió trasladarse a Valencia. Con una suegra indumentarista y una familia muy fallera, el brasileño se ha integrado a la perfección en la comisión del Mercado de Colón. «Sólo me queda cocinar paella»

Elena Meléndez

Valencia

Jueves, 14 de marzo 2024, 00:36

Gabriel Ruga Carrijo nació y creció en San Juan de Buena Vista, un pueblo de unos 100.000 habitantes próximo a Sao Paulo, Brasil. Cada ... día, después de las clases, iba a la granja que tienen sus padres y ayudaba con los caballos. «Tengo recuerdos maravillosos del campo, siempre me gustó tener contacto con los animales. Me fui a Sao Paulo para estudiar publicidad, era la primera vez que no vivía con mi familia y los primeros años fueron difíciles, pero luego me acostumbré». Al terminar la universidad trabajó algunos años en una multinacional hasta que se trasladó durante un tiempo a Vancouver para perfeccionar el inglés. Fue allí donde se enamoró de Paula, la valenciana que hoy es su mujer, y que en esos momentos también estudiaba allí. Cuando llegó a Valencia era 10 de marzo y en la ciudad se respiraba un ambiente festivo que le fascinó. «Entendía muy poco castellano, pero eso no fue un problema. Mi mujer es fallera de toda la vida y su familia tiene mucho arraigo con la falla del Mercado de Colón. A los dos días ya estaba vestido de fallero», recuerda.

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Gabriel nunca había oído hablar de las Fallas antes de conocer a Paula, hija de Carmen Bueso, una de las indumentaristas con más prestigio de la ciudad, y prima de Lola Flor, fallera mayor de Valencia del año 2000. Una de las cosas que más le gusta de las fiestas es la mascletà, per también disfruta los actos como la crida o la Ofrenda. «Me llama la atención la fiesta como un todo, para mí es muy difícil describir con palabras las Fallas, hay que vivirlas. El ambiente de la comisión del Mercado de Colón es una maravilla, la gente es muy amable y han dedicado su tiempo a explicarme las costumbres. Tenemos un chihuahua muy fallero llamado Pelayo, tiene un chaleco y todo». Para Gabriel, Valencia es la ciudad perfecta en cuanto a calidad de vida, gastronomía, clima, dimensiones y el contraste entre lo nuevo y lo antiguo. «Todavía tengo pendiente aprender a cocinar paella, la semana que viene tenemos las de la falla, mientras ellos hacen la paella yo preparo las caipiriñas».

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