Lunes, 29 de julio 2019, 20:20
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
Hace tres años Antonia Martínez, alicantina residente en Rocafort, comenzó a trabajar en obras de mayor volumen. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el estudio que tenía entonces se le quedaba pequeño e inició una búsqueda marcada con dos premisas: que el lugar tuviera mucha luz y una terraza. «Quería algo abierto y luminoso que tuviera una terraza, pues me apetecía tener ese pequeño desahogo. Encontré este espacio que había albergado una serrería, estaba todo lleno de serrín y las paredes y el techo estaban pintadas de un azul intenso», explica Antonia Martínez, artista plástica y diseñadora. El espacio está repartido en dos plantas que difieren en cuanto a incidencia solar. La luz del piso de arriba es muy distinta a la de abajo, allí tiene el patio pero la luz no le llega de la calle. Por ello, utiliza focos para abordar trabajos que requieren de más detalle. «Arriba, en cambio, me dedico a pintar. Cuando son obras de gran tamaño grapo la tela a la pared, suelo pintar aquellas que han sido utilizadas como sábanas antiguas que encuentro o me regala alguna amiga. Me gusta el hecho de que tengan una historia detrás». Además de su labor como artista, hace diez años que Antonia colabora con la Fundación Neurocirugía y Desarrollo, una labor que lleva a cabo con un grupo de mujeres en Zanzíbar, uno de los lugares del planeta donde más casos hay de hidrocefalia infantil. «Les enseño a pintar o a trabajar con orfebrería para que puedan vivir de su trabajo, es una labor muy gratificante», explica la artista. «Este lugar me ha aportado libertad en el sentido de que puedo utilizar cualquier espacio conforme lo necesito. Godella es un pueblo tranquilo que a la vez tiene vida y mucha tradición artística. Estar a pie de calle y que la gente te pueda visitar es muy interesante».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Damián Torres
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