Ximo, ¿y ahora qué?

Puig cosecha su segunda derrota consecutiva. De la del 28-M no ha habido análisis ni valoración en el seno del socialismo valenciano, aunque probablemente empiece ahora. De la otra, más personal, el todavía líder de los socialistas valencianos ha salido tocado. El lunes dejó en manos de Arcadi España las valoraciones de su partido sobre el nuevo Ejecutivo. Este martes acude a los traspasos de cartera que tienen como protagonistas a Diana Morant y a Pilar Alegría. Después acudirá al pleno del Senado.

El líder valenciano se ha dado de bruces con la realidad, la de que ha perdido poder e influencia, la de que su relación con la calle Ferraz se ha deteriorado, la de que el líder del PSOE no cuenta con él para su Gobierno. Sea porque Pedro Sánchez aún recuerda el episodio del 1 de octubre de 2016 -cuando Puig movió ficha para echarlo de la secretaría general del PSOE-, o porque al líder del PSOE no le gustó ni un pelo que los barones socialistas derrotados el 28-M le acusaran a él de perder el poder. Sánchez se ocupó, tres meses después, de demostrar lo equivocados que estaban.

Puig ha asumido ahora toda esa realidad, como la que señala que algunos de sus tradicionales apoyos, incluso los que no militan en el PSPV, se permitan invitarle a la retirada.

El líder del PSPV mantiene por ahora todas las responsabilidades que decidió asumir tras el 28-M. Líder del partido, tomó posesión de su escaño en Les Corts y se convirtió en presidente del grupo parlamentario. Y después se convirtió en senador territorial en representación de la Comunitat. Tres responsabilidades que, sumadas a la de su pareja, Gabriela Bravo, como vicepresidenta de la Mesa de Les Corts, contribuyeron a extender cierta sensación de egoismo político que Puig jamás había practicado.

La derrota en esta carrera por ocupar un ministerio, además de hacer evidente la creciente distancia con Sánchez, podría precipitar la toma de decisiones. En el seno del grupo socialista de Les Corts se contempla la posibilidad de que Puig renuncie a su escaño a corto plazo. Su vinculación con la Cámara, ahora que ya no preside el Consell, se convierte en un problema para abrir una nueva etapa, la que ha situado a los socialistas en la oposición.

Puig y su entorno han venido justificando hasta ahora su posición en la necesidad de construir una alternativa. Se entendía que era una alternativa al Consell de PP y Vox, pero en el seno de su partido se sospecha que el núcleo de colaboradores del expresident piensan mucho más en influir en la elección de la alternativa que debe liderar el partido a partir del próximo congreso. Ni que decir tiene que resulta improbable que Puig, pese a los ánimos de Sandra Gómez, esté pensando en volver a optar a la secretaría general. No parece que den los números.

El portazo de Sánchez a las opciones de Puig de ser ministro, construidas con torpeza desde el propio PSPV, le deja incluso sin margen de maniobra para influir en la transición. Ese papel sí que recae en la ministra Diana Morant, convertida en uno de los referentes principales del socialismo valenciano aunque sin aparente hoja de ruta que pase por liderar el partido cuando llegue el próximo congreso. Liderar no, pero influir, seguro.