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Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno. Efe

El Gobierno tira la toalla con el secesionismo y da por perdida la legislatura

Calvo esgrime su negativa a hablar de autodeterminación tras toparse con el veto del PDeCAT a los Presupuestos

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Viernes, 8 de febrero 2019, 14:51

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El Gobierno se rinde. Un día después de que el PDeCAT anunciara que, como Esquerra, registraría una enmienda a la totalidad contra los Presupuestos y a las pocas horas de que hiciera efectiva esa amenaza, la vicepresidenta, Carmen Calvo, compareció en la Moncloa para comunicar que no seguirá haciendo concesiones al secesionismo. «Lo hemos intentado», dijo. La sensación hoy en la Moncloa era de auténtica derrota. Salvo sorpresa de último minuto, el próximo miércoles la legislatura quedará sentenciada a muerte. Las cuentas públicas no verán la luz y Pedro Sánchez se verá obligado a convocar elecciones tarde (para octubre) o temprano (para el 26 de mayo).

Ni el hecho de haber aceptado abrir un diálogo político sobre el futuro de Cataluña conducido por un «relator» externo, ni el haber accedido a que ese diálogo se lleve a cabo fuera del Parlament, ni estar dispuestos, en contra de lo que siempre planteó Sánchez, a que esa mesa de partidos fuera de ámbito nacional bastaron para que la antigua Convergencia renunciara a presentar su texto contra el proyecto gubernamental ni para que ERC retirara el suyo. Así que, en algún momento entre el jueves por la noche y el viernes por la mañana, el jefe del Ejecutivo, hasta entonces dispuesto a resistir las críticas de dentro y fuera de su partido (manifestación incluida), dijo basta.

En el PSOE eran muchos los que defendían desde hacía tiempo que a estas alturas sería mejor renunciar a aprobar los Presupuestos. «Que los secesionistas los veten -decía el pasado lunes un veterano parlamentario-; tendremos más o menos la misma capacidad de acción que con los prorrogados, rompemos gran parte del discurso entreguista de la oposición y no sufrimos la presión diaria durante el juicio por lo que hacemos o no hacemos a pocos meses de las elecciones europeas, autonómicas y municipales». Por eso a muchos les sorprendió que, tras avisar Esquerra de su decisión, el martes el Ejecutivo se descolgara con que aceptaba una figura de pseudomediación que hasta entonces había rechazado.

Lo que esperaban, entre otros, la gran mayoría de los barones del partido, que en apenas tres meses se las verán con las urnas, era que Sánchez hiciera lo que hizo ayer a través de Calvo: romper con el secesionismo y dejar claro que nunca había estado dispuesto a negociar la soberanía nacional. La vicepresidenta -que hasta el jueves por la tarde había estado negociando con el número dos de la Generalitat, Pere Aragonès y la consejera de Presidencia, Elsa Artadi, y que se había emplazado a seguir haciéndolo este viernes- argumentó hoy que ya no había nada que hacer porque el Govern no aceptaba el «marco» propuesto y que se empeñaba en plantear una consulta sobre la independencia. «Un referéndum de autodeterminación que no es aceptable nunca para un Gobierno como el nuestro», dijo.

En las filas del PSOE admiten que se trata de un argumento 'comodín', un botón que Sánchez podía haber pulsado en cualquier momento según sus intereses. Y no sólo porque fuera de sobras conocido que los independentistas no se apearían de partida de esa exigencia sino porque, en la propuesta a la Generalitat que la propia número dos del Ejecutivo hizo pública tras el Consejo de Ministros, se decía de manera expresa que cada parte en el diálogo podría plantear sus iniciativas de «resolución y proyecto político» sobre el futuro de Cataluña «con total libertad».

Alivio

La razón esgrimida por Calvo, en todo caso, fue recibida con alivio por algunos de los presidentes autonómicos que esta semana mostraron su malestar porque se hubiera aceptado entrar en el marco conceptual del independentismo con la idea del «relator» («¿Con qué país se equiparan, con Burkina Faso?», cuestionó el miércoles el exvicepresidente Alfonso Guerra poniendo voz a muchos de ellos). Ahora, temen que el volantazo no llegue a tiempo como para revertir toda la «erosión» causada. Pero lo agradecen. «Es mejor así, sin duda -dice uno de los barones con más peso en el partido-. El tema no iba a ser pasajero».

La gran duda ahora para los socialistas es si Sánchez hará coincidir o no las elecciones generales con las del 26 de mayo La fecha tope para hacerlo es el 2 de abril y tanto en el PSOE como en el Gobierno hay opiniones para todos los gustos. Los favorables a esta opción argumentan que la ventaja de las 'viejos' partidos sobre los 'nuevos' es que tienen mucha más estructura local y que será más fácil movilizarse de arriba a abajo de una sola tacada. Los detractores tienen argumentos variados.

Los más contrarios a un superdomingo son los propios candidatos de los gobiernos autonómicos porque creen que la cita puede acabar convirtiéndose en un plebiscito sobre Sánchez y que solos tienen más opciones de hablar de cuestiones que motivan a su electorado. Pero también en la dirección del PSOE hay quien esgrime que juntar los comicios es quemar todas las naves de golpe, ayudar a formaciones como Podemos y Ciudadanos que, en otras circunstancias, moverían menos voto rural o de pequeñas ciudades y perder la oportunidad de construir un nuevo relato.

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