El presidente de Brasil, Lula da Silva, se ha reunido con su colega de Francia, Emmanuel Macron, apelando a «su corazón» para pedirle que ratifique ... el acuerdo de apertura comercial entre la UE y Mercosur.
Como es sabido, dicho acuerdo está ultimado entre las partes (la Comisión Europea y los cuatro países iberoamericanos que componen Mercosur: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, pero las reglas comunitarias obligan a que para implantar un tratado así no basta con el plácet de Bruselas, sino que obliga a que sea ratificado por todos los países miembros, y ahí está el último escollo, porque algunos estados mantienen reticencias y Francia está firme en su rechazo, si no se introducen reformas o medidas adicionales que compensen a sus agricultores por los perjuicios.
A diferencia de otros países, y con mayor distancia si la comparación es con la actitud favorable del Gobierno de España, el Ejecutivo galo es sensible a la presión de sector agrario, muy organizado. Los sindicatos franceses del campo son muy belicosos, disciplinados e influyentes, y la Administración tiene muy en cuenta este contrapeso en todos los niveles, desde el Gobierno central hasta el ayuntamiento más pequeño, y abarca además a las grandes cadenas de distribución comercial, siempre muy atentas a satisfacer las sensibilidades de los productores cercanos. Por evitar sobresaltos, por atender las exigencias de la ciudadanía y de los productores, que también son clientes, e igualmente por propio convencimiento, antes de recurrir a importar lo que sea, procuran dar buena salida a lo que se cultiva o elabora en Francia.
De todo esa realidad favorable a defender antes que nada lo propio surgen de vez en cuando -mucho más tiempo atrás, pero aún sucede a veces- esas protestas en carreteras, con derrames de frutas y vino , mayoritariamente de España, y con frecuencia se hace notar que la policía vigila pero tolera, sin duda cumpliendo órdenes.
Por tanto, ese recurso del presidente brasileño, apelando al corazón de Macron, y por extensión de los franceses, para reclamar su consentimiento al acuerdo que dará ventajas a Mercosur, y en este caso a las exportaciones brasileñas a Europa, llama mucho la atención y suena raro. Porque parece un llamamiento crudo a la ayuda solidaria sin tener en cuenta la parte de apoyos que igualmente exigen del otro lado. Pero es que en realidad no se trata del corazón, de la sensibilidad ciudadana o de conceder favores porque sí; estamos hablando de la cartera, de economía, de que si te dejo hacer lo que yo hago posiblemente me comerás terreno y es lógico que me oponga. Eso está en boca de agricultores y ganaderos de toda Europa, pero en Francia se han hecho especialmente fuertes, para envidia del resto. El acuerdo con Mercosur es una concesión de ventajas agroalimentarias a cambio de poder vender allí más productos industriales y servicios. ¿Dónde queda lo del corazón? Pura economía. Que el mundo avanza, pues claro, y hay cosas que no tienen remedio, Pero oiga, denme algo a cambio, compensen al que tiene las de perder. Y en eso está Macron. No como otros.
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