A vueltas con la condonación
Sin anestesia, todavía con el síndrome postvacacional azotando, pero con el cambio de argumentario ya preparado y dispuesto para el canje de cromos en el ... patio de colegio, inaugurado este mes de septiembre aquello del «no es no» a la condonación de la deuda, al parecer se transforma en el que podría ser un: «sí, porque yo lo valgo». Y, no nos confundamos, la problemática no radica en que el Gobierno aplique la condonación de la deuda autonómica, sino en los motivos que le llevan a volver a cambiar de opinión, no lo confundamos con engañar o mentir, y la forma de ejecución.
En cuanto a la motivación, a estas alturas de la legislatura y a vista de los antecedentes que le preceden, de la máxima ingenuidad sería pensar que la condonación de la deuda autonómica se acata por Moncloa a voluntad propia.
Sí, acatar, porque el acatamiento, sinónimo de sumisión, es a lo que el presidente del Gobierno está sometido, por supuesto, eso sí, para beneficio de su propio deseo, que no es otro que seguir manteniendo su actual residencia, porque, claro, ¿a quién no le estresa una mudanza?
Estamos ante la división autonómica con más alto nivel de discriminación
Pero, para aquellos más confiados, que al escuchar la palabra condonación entiendan superadas las reiteradas peticiones que desde la Comunitat Valenciana muchos hemos defendido, que el término no nos confunda porque la aplicación se ajusta a los pactos de conveniencia y la resolución de los desequilibrios y desigualdades entre autonomías.
Las más beneficiadas, Cataluña y Andalucía, métricas, ninguna, sumatorios electorales, todos.
Rechazo a la condonación, por supuesto que no, siempre que se tengan en cuenta aquellas autonomías ahora más perjudicadas por el sistema de financiación, como la Comunitat Valenciana, que, al fin y al cabo, es el que ha provocado en nuestro territorio la generación de una deuda histórica impropia; y, que se acometa sin más demoras la reforma de este sistema, porque, de lo contrario, se seguirá generando más y más deuda.
Cuando las acciones no obedecen al bien común sino a los intereses que oscilan entre lo particular y lo partidista la política deja de ser el arte de gobernar porque obvia en sus decisiones a una parte de la sociedad en beneficio de otra, causando desequilibrios en perjuicio del principio de igualdad de trato.
Definitivamente, podemos afirmar, si es que todavía existía alguna duda, que, hoy por hoy, estamos ante la división autonómica con más alto nivel de discriminación, con los territorios quebrados, divididos entre autonomías de primera y autonomías de segunda, ahora regidas por criterios interesados que dejan a su suerte a todo un pueblo.
Los valencianos seguimos a la cola y nada prevé que este nuevo curso cambie a mejor.
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