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Pura vida

Consentir los caprichos

Ramón Palomar

Valencia

Lunes, 21 de julio 2025, 22:54

La bici representaba el gran regalo de fin de de curso, siempre y cuando tus notas rozasen la excelencia. Al menos así sucedía con los ... de mi generación. Por si colaba, pedías una «bici de carreras» para emular a los ciclistas profesionales que sudan pedaleando en las etapas de montaña, con la pájara siempre acechando. Pero en aquel tiempo eran demasiado caras para una economía de clase media y, además, nos educaron con cierta austeridad y escasos caprichos. No querían reblandecernos. Así pues, nos enchufaban una BH y, oye, todos contentos.

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El «no» siempre estaba presente en las boca de nuestros padres. Esto cambió porque nos tornamos muy modernos, y entonces irrumpió lo que los expertos denominaron «el síndrome del niño emperador»; esto es, todo lo que el nene pide se le concede, y si por algún casual se le niega, que igual exige un Ferrari, o un megayate, o un cumpleaños tipo Lamine Yamal, el chaval agarra un berrinche importante que acaso deriva en profundo trauma que lo metamorfosea en irredento «nini». Los independentistas vascos y catalanes, como siempre reciben lo que reclaman, han alcanzado verdaderos extremos de «niño emperador». Por lo tanto, desean evitar el déficit de sus pensiones, unos 10.000 millones. Una fruslería. Nunca se conforman. Todo para ellos y a los demás que les violente la retambufa King-Kong. Por desgracia sus demandas resultan incesantes y pantagruélicas porque nuestro gobierno, que serían los padres, les miman en exceso y les consienten sus antojos. Aquí no se negocia, aquí se traga. Aquí no se discute, aquí se asume. Si al final consiguen todas sus pretensiones, y parece que sí, a ver como, si cambia el gobierno, regresamos a los acuerdos de antaño. Revertir la situación no será una tarea fácil, sino una misión casi imposible. Arrastraremos una herencia de puro veneno, y gracias a Sánchez.

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