Velázquez no conoció Torrent. Tampoco Breda y aún así pintó el maravilloso cuadro 'Las lanzas', una de las joyas que atesora el museo del Prado. ... Tampoco creo que la intención del autor fuese realizar una obra documental sobre lo sucedido en la ciudad holandesa. Hay mucho simbolismo en este lienzo. Cómo dos personas enemigas pueden establecer un vínculo cordial. Cómo el que vence no ha de humillar al vencido para demostrar superioridad. Cómo los gestos son importantes incluso en las batallas. Seguramente el suceso en sí no tuvo mucho que ver con lo que retrató Velázquez, pero él no era historiador, sino artista, y quiso aprovechar este encargo para que el arte sirviese para lanzar varios mensajes.
Ese poder, el de actuar como herramienta para transmitir ideas y avisos, se mantiene varios siglos después. El arte sigue suscitando debates, denunciando abusos, planteando mundos alternativos, acompañando en el dolor.
Con esta intención luce ahora una reproducción del artista sevillano en una calle de Torrent, para sacar a los habitantes de esta localidad de una realidad que todavía duele. La misma misión cumplen otras piezas de la pinacoteca que han llegado a zonas cuyo paisaje cambió bruscamente en la riada que asoló la Comunitat y Castilla La Mancha el pasado mes de octubre. Ahora el aspecto de esas vías y edificios que el barro destrozó vuelve a variar. Lo hace gracias a la imponente presencia de trabajos de José de Ribera, Tiziano o El Greco. No son los originales, por descontado. Son copias fabricadas ex profeso para que los vecinos de Paiporta, de Alaquàs, de Catarroja o de Utiel, entre otros, disfruten de ellas durante una temporada. Están ahí para distraer, para hacer pensar, para generar emoción. También el arte cumple esa función, para que luego algunos pongan en duda la importancia de la cultura. Si se usa bien puede venir en nuestro auxilio.
Qué estupendo cuando las instituciones unen sus fuerzas para mejorar el día a día
El caballero de la mano en el pecho se ha empadronado en Letur. Muestra su respeto hacia los vecinos que vieron cómo se derruían sus casas. Las hilanderas emprenden en Paiporta una nueva vida, un lugar en el que preparar las lanas con las que se elaboran los tapices. Hasta allí ha recalado también María Tudor. En su mano porta una rosa, lo que muchos pueden interpretar como un símbolo de esperanza, de que hasta en los terrenos más devastados pueden volver a crecer las flores.
Calles convertidas en museos. Santa Isabel conviviendo con el supermercado de la plaza. Cardenales ajustándose a fachadas en reconstrucción. Bodegones junto a cajeros de sucursales de banco.
Qué bonita la iniciativa del Prado, qué estupendo cuando las instituciones unen sus fuerzas para mejorar el día a día de los ciudadanos, qué productivo cuando se aparcan las diferencias y se busca la colaboración.
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