Se lo pregunto al ordenador. Directo y sin miedo: «¿Quién decide lo de las muertes por calor y cómo lo hace?». Y una cosa que ... se llama IA me responde que «el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) a través de su Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), es quien decide sobre las estimaciones de muertes por calor».
O sea que es una estimación, un tanteo, una suposición a fin de cuentas, y no una cifra realmente constada con el acompañamiento de certificados médicos individualizados. Pero, claro, todo eso no lo va a decir la televisión cada vez. La radio y la prensa tampoco tienen espacio; y el resultado es el que es: un titular del que se desprende que este verano la gente se iba desplomando en racimos, muerta a puñados por las calles. Una aberración.
¿Cómo se llega a urdir algo tan fino y alarmante? Pues hay un programa de ordenador, creado cuando la pandemia, que calcula «el exceso de mortalidad basándose en datos históricos de mortalidad y temperaturas registradas, comparando los fallecimientos esperados con los reales, para determinar la influencia del calor en los decesos». ¿Vale? Porque lo que ocurre es que «las muertes que constan oficialmente como 'golpe de calor' se registran en los certificados de defunción, pero se requieren hasta tres meses para su codificación, por lo que MoMo ofrece una estimación en tiempo real».
Una estimación, una aproximación, un supuesto informático. Que responde a las prisas y urgencias de los informadores actuales, a los becarios veraniegos necesitados de algo con gancho que llevarse al digital, sin que importe demasiado que luego los partes de decesos por verdaderos 'golpes de calor' sean algunos menos, quién sabe si la mitad. O menos.
Son bobadas, me digo. Lo son, sin duda. Pero no deja de ser importante la comprobación de que, en la vida diaria, en realidad en todo lo que nos rodea, estamos ya sometidos a un grandioso baño de saturación informática que funciona porque Dios existe, entre la estimación y la buena voluntad, pero que configura más y más aspectos clave de nuestra vida. Un sistema de estimación específico (SmartTourFlow nada menos) está calculando, ahora mismo, el flujo turístico de la ciudad de Valencia no sé para quién ni por qué; pero también ha habido otro frágil sistema, el que guiaba el avión de la presidenta Von der Leyen, que «ha fallado» en el momento más inoportuno por influencia de Moscú. ¿Y esas alertas de inundación que se prometen no tendrán por responsable a un ordenador?
¿De qué va esto? ¿Hasta qué punto estamos arriesgando, en este aquelarre, no ya calidad de vida sino incluso vidas? ¿Y por qué, si soy tan crítico, he sabido lo que es el MoMo gracias a un programa de IA y he confiado en él?
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